El Milagro de tus Ojos

Capítulo 12

Scott abrió pesadamente los ojos y al instante un fuerte dolor en su cuello lo atenazó. Llevó su mano directo al punto que tanto lo aquejaba y se masajeó. Estaba en el medio de su sala, en su sillón preferido, así que no era de extrañar que sintiera calambres por todo el cuerpo. Se enderezó y vio el grueso vaso de vidrio aún con restos de bebida en su interior.

No podía creerlo. Había sido vencido por sólo dos vasos de fuerte bebida. Él había dejado de ser un bebedor empedernido cuando en el pasado la depresión lo había sumergido en un pozo sin fondo y, tiempo después, Stagers se encargó de desterrar eso totalmente de su vida. No se enorgullecía en absoluto de haber dejado restos de licor tanto en el recipiente como en la botella, pero al menos no lo había consumido todo como lo haría unos años atrás.

La posición en la que se durmió y permaneció durante casi toda la noche, es decir, sentado aplastando su cabeza contra la firme madera del escritorio y sus brazos envueltos alrededor de ella, repercutía en cada uno de sus músculos; además de la creciente jaqueca que lo volvía aún más irritable al contemplar con detenimiento el resto de bebida en su vaso. Extendió su mano sujetando con determinación el recipiente de vidrio y lo movió formando círculos. La bebida marrón se agitó destilando un potente aroma a alcohol. Scott esbozó una mueca de desagrado, se levantó de su asiento y se acercó a la ventana. La abrió en un santiamén y desechó el contenido completo de ese vaso.

Inspiró aire profundamente a la vez que sentía vergüenza de sí mismo. ¿Cómo se había permitido caer tan bajo? ¿Cómo era que el vicio del alcohol lo aliviaría de la cruda opinión de los otros? ¡Al infierno! Él nunca más volvería a ser esclavo de aquel pasado que casi pudo destruirlo. Tenía un trabajo, que si bien no era lo suficientemente bueno como alguna vez lo fue, al menos lo mantenía cuerdo y ocupado. También tenía a su perro, una mascota leal y cariñosa que lo acompañaba en su soledad. Y, a Jean...

Era curioso cómo ella se mezclaba y se aparecía cuando menos lo esperaba entre sus pensamientos. Podía rememorar casi con exactitud cada uno de sus breves encuentros y todas sus frases dichas. No podía ignorar que él mismo había permitido que ella derribara cada una de sus barreras. Al principio, se dijo que sólo con tal de recibir su ayuda, pero le gustaba la idea de ser una mejor persona, un mejor hombre por ella.

Se volvió en ese mismo instante hacia la estantería de libros y tomó el resto de botellas de licor que conservaba. En cuestión de segundos, Scott experimentó un ansia desmedida por desprenderse de las sombras de su pasado. El líquido, de un aroma fuerte y reconocido por ser una marca de gran prestigio y valor, se vaciaba sin contemplaciones sobre el marchito césped de su jardín. Su respiración lucía agitada a medida que, con desesperación, derramaba el contenido, hasta que por fin finalizó. Sólo entonces pudo respirar tranquilo y satisfecho, aspirando el aire fresco de la madrugada. Sintió paz con el silencio a su alrededor y pensó que el nuevo día le traería una nueva oportunidad de demostrarse lo mucho que había cambiado y progresado. Se fue a dormir.

A la mañana siguiente, mientras transcurría su rutina habitual de higiene, Scott pensó lo mucho que le importaba Jean y que no quería verla envuelta en problemas, mucho menos con ese casero. Un corte en su barbilla con la hoja de afeitar le produjo ardor e inmediatamente buscó algo para curarse. Todavía podía recordar el temblor en su cálida voz cuando mencionó a Logan y todo lo referente al cobro de su renta. Si hubiera alguna forma en la que él pudiera ayudarla...

Tiempo después en la comisaría, Scott se incorporó a su puesto como cada día. El ambiente era cálido y bastante optimista, nada como cuando un buen caso era resuelto. Las reacciones de decepción e incertidumbre entre sus colegas habían dado paso a conversaciones más animadas e incluso bromistas. Le agradaba este buen clima de trabajo y el resto de la mañana transcurrió con tranquilidad.

Sin embargo, se acercaban los primeros días de abril y aún recordaba lo mucho que lo perturbaba en lo más profundo de su mente aquel encuentro con Logan. Ese sujeto iría a visitar a cada uno de sus inquilinos para obtener su pago y no dejaba de torturarse con que pudiera hacerle algún daño a su Jean. Debía estar allí en caso de que pudiera ocurrir algo.

A la salida del trabajo, Scott se encaminó decidido hasta el domicilio de Jean. Su bastón resonaba firme contra el asfalto durante el trayecto. Una vez que llegó a las proximidades, una serie de murmullos y voces bastante altas y claras se alzaban en lo que parecía una reunión en plena calle.

—¡Scott! —la inconfundible voz de Jean endulzó sus oídos.

No se esperó que ella fuera corriendo a su encuentro por lo que la envolvió entre sus brazos. Sin quererlo, aspiró el delicioso aroma de sus cabellos hasta que ella retrocedió unos pocos centímetros.

—Jean, ¿qué es todo esto? Porque no oigo más que gritos y quejas —dijo sin soltar su mano.

—Mis vecinos, en realidad, toda la pequeña comunidad se está pronunciando en contra de Logan. Estamos cansados de su avasallamiento.

—Me parece correcto, pero ¿están seguros de que funcionará? ¿Saben si él está aquí?

—Bueno, eso no lo sabemos. Pero queremos que se sepa nuestra situación. Han venido algunos medios locales y nos han tomado una breve entrevista.

—¿Y hay alguna forma en la que yo pueda ayudar?

—Hmm...

—Jean, por favor... —apretó el agarre en su mano—. Déjame ser parte de esto. No quiero nada más que ayudarte —suplicó.

—Bueno, tenemos unas cuantas pruebas aquí. Déjame por favor presentarte con mis vecinos.

*****

—¿Qué? —se asombró Scott.

—Así como oye, joven —repuso la señora Fitzpatrick—. No tengo agua desde hace cuatro meses. Tengo que recibirla de mis vecinos, en este caso de la adorable Jean...




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