La risueña pareja desfilaba por la calle entre bromas y una conversación de lo más animada. El atardecer había dado paso a una noche más temprana de lo normal pero agradable con ligeros copos de nieve cayendo sobre las veredas. Sin embargo, el ambiente estaba frío y el trayecto bastante desolado, por lo que Jean se había permitido aligerar el camino relatándole travesuras de lo más variopintas acerca de la pequeña de los Willow.
Una de las pequeñas manos reposaba sobre el pecho de él transmitiéndole calor y Scott tenía su brazo rodeándole por los hombros. Si ella tuviera su mano apoyada un poco más a la izquierda, sabría cuan convulsionado se hallaba su corazón a causa de su tentadora cercanía. Casi podía inhalar su perfume y percibir la textura aterciopelada de su cabello rozándole el cuello.
—¿Ya te conté el episodio de las galletas que debían ser supuestamente dulces?
—No me importaría escucharlo de nuevo —repuso Scott consciente de que podría escucharla durante horas.
Su manera de hablar acerca de los niños, lo enternecía por completo. En verdad le agradaban y no podía sentirse más dichoso de que fuera así. De repente, un recuerdo del pasado o más bien aquella visión que había resguardado en sus memorias lo alcanzó. Ella meciendo a un bebé en sus brazos... ¿Acaso el destino quería comunicarle algo?
—Y entonces tuve que beberme dos litros de agua —dijo riendo con efusividad.
Scott se le unió y las risas contagiosas de ambos se apropiaron en ese momento del lugar. Sin embargo, su rostro se puso serio al instante en que Jean se detuvo. La sintió temblar incontrolable entre sus brazos y no le gustaba esa sensación en absoluto.
Unos pasos reverberaron en sus oídos y, seguido a eso, una risa desprovista de gracia.
—A quien me vengo a encontrar... —podía reconocer esa voz falsa adondequiera que fuera.
Scott se interpuso protegiendo a Jean con su propio cuerpo.
—Es demasiado tarde y está frío. No busques más problemas de los que ya tienes —intentó razonar Jean.
—Ustedes se buscaron los problemas. No puedo creer que todavía me denunciaran —espetó con rabia—. Fui demasiado bueno contigo en dejarte ir. Y justo cuando iba a hacer un generoso descuento para ti... —Scott apretó los puños.
—Deberías alejarte en paz y a tiempo de aquí —advirtió Scott con voz sombría.
—¿Yo alejarme? —resopló Logan—. ¡Ni lo sueñes, ciego! —escupió a continuación rompiendo una botella de vidrio contra el suelo.
Logan lucía completamente desquiciado. El peso de aquella denuncia y media policía de la ciudad buscándolo no habían hecho más que sacar lo peor de él. Si iba tras las rejas, lo primero que haría antes sería vengarse.
—¡Scott! —chilló Jean cuando él la apartó a un lado. Logan se le venía encima con actitud amenazante.
La botella con las puntas quebradas y el filo expuesto se balanceaba en el aire a la espera del momento justo. Scott se concentró en agudizar sus sentidos y presentir todo movimiento a su alrededor. Su pulso latía enérgico y temía por el resultado de esta disputa. Él se encontraba en clara desventaja frente a su rival y, además, tenía algo mucho más valioso que perder.
De un momento a otro, Logan se abalanzó con botella en mano sobre él. Scott logró predecir el movimiento a causa del ruidoso y resbaladizo asfalto mojado. Sujetó con fuerza su muñeca tratando de apresarla y doblegarla a base de mucho esfuerzo. Cuando por fin lo logró, los dedos cedieron y el envase cayó al suelo estallando en cientos de fragmentos diminutos.
No obstante, Logan lo golpeó. Un derechazo repercutió en su quijada y una patada impactó de lleno en sus costillas. Scott se resintió, pero hacía falta mucho más que eso para poder derribarlo. A continuación, él empezó a repartir golpes por doquier, aunque su incapacidad le jugaba en contra. Si bien Logan esquivaba sus ataques, no se arriesgaba a invadir un espacio donde podría acabar completamente noqueado.
El cansancio comenzaba a hacer mella en Scott a causa del esfuerzo. El vapor escapaba de su boca al mismo tiempo que sentía los latidos del corazón directo en sus oídos. Tenía que resistir, no permitiría que le hicieran daño a Jean. No se había olvidado de ella, ya que era la razón que lo obligaba a mantenerse en pie.
Una sirena de policía comenzó a acercarse. Las luces del vehículo parpadearon y se aproximaron al sitio de la pelea.
—¡Scott! —dijo la voz del oficial Patterson, quien se bajó de inmediato del asiento del copiloto.
En ese momento, Scott resbaló estampándose contra el suelo y Logan aprovechó el momento para huir. Charlie fue a su encuentro e intentó levantarlo del suelo.
—¡Idiota! ¿Qué haces? ¡Persíguelo! —rugió Scott estampando su mano contra el piso.
Fue en ese instante que el extremo de su abrigo se tiñó de sangre. Un pedazo de vidrio había surcado la carne de la palma de su mano. El oficial Patterson no hizo más que una seña al piloto del vehículo para que esperara órdenes.
—¡Scott! ¡Te has herido!
—Imbécil... Has dejado escaparle —contestó furioso apretando los dientes.
Sin embargo, el dolor comenzaba a ser más lacerante conforme pasaban los segundos, por lo que se dejó auxiliar. Jean también fue a su encuentro.
—Estás herido —constató al tiempo que le envolvía la mano con un pañuelo—. Haz presión.
Scott se dejó subir al asiento trasero del coche policial. Suspiró pesado cuando se recargó sobre el mismo.
—Estoy bien, Jean —trató de sonar convincente.
—Tenemos que llevarte al hospital, Scott —dijo el oficial cerrando la puerta del coche.
—¿Y qué sucederá con Logan?
—Comunicaré de inmediato que anda cerca de este perímetro.
Charlie se puso a notificar a todas las unidades cercanas de la zona sobre el avistamiento del sospechoso. Su intercomunicador no paraba de enviar y recibir mensajes de voz.
Editado: 28.04.2024