Más pronto de lo que imaginó, Scott se hallaba nuevamente en acción. Había veces que le tocaba hacer un papeleo de lo más tedioso en la oficina, pero había otras ocasiones en las que la adrenalina corría por sus venas con cada persecución o allanamiento que se le notificaban. Su trabajo había vuelto a ser el mismo de antes, ese del que tan orgulloso estaba y que tanta satisfacción le producía.
A bordo de una camioneta de patrulla, tenía que aferrarse muy bien debido a la alta velocidad con la que se desplazaban. A su lado, Charlie Patterson, quien era un muy buen conductor, derrapaba magistralmente sobre una curva bastante cerrada. Su colega dominaba el vehículo y lo que era capaz de hacer traía a Scott sin cuidado ya que no se imaginaba a Charlie cometiendo alguna falla o locura que los expusiera a ambos.
Mientras el oficial conducía, Scott presionaba el botón del intercomunicador policial.
—¡Hank! —le llamó—. Dos sospechosos huyendo a alta velocidad conduciendo por la calle 162. Chapa de identificación, patente B 498 AA. Repito, B 498 AA.
—¿Qué? ¿Patente terminación AA? —su voz le reverberó en los oídos—. ¡Son los del asalto a la licorería! Cuidado, chicos —les pidió—. Esos sujetos van armados. ¡Cambio y fuera!
Como si el comisario lo hubiera predicho justo a tiempo, uno de los sujetos comenzó a emitir disparos desde el asiento del copiloto.
—¡Van armados! ¡Hank tiene razón! —se alteró Charlie girando bruscamente durante la persecución.
Scott desenfundó su arma reglamentaria, pero sólo le quitó el seguro, ya que de ninguna manera abriría fuego en plena ciudad y menos intentaría disparar hacia los neumáticos. Su puntería, a pesar de que hubiera recuperado la vista por completo, todavía no era muy precisa y considerar una acción así de temeraria en las horas de mayor tráfico no era lo más correcto ni lo más prudente. Eran pasadas las 20:31 y no quería imaginar lo que podía suceder si esos rufianes continuaban conduciendo e insistían en disparar de aquella manera.
—Tiene que haber alguna forma de desviarlos del camino... —pensó Scott en voz alta—. De apartarlos de la ciudad.
Como si los cielos hubieran oído su plegaria, los asaltantes desviaron su recorrido tomando una curva rumbo a la autopista. Scott intuyó que su plan era escapar de la ciudad hacia la siguiente. Sin embargo, lejos de tranquilizarse, se puso tenso y en máxima tensión al comprobar que la autopista estaba mucho más concurrida que de costumbre y que, para Patterson, sería dificultoso maniobrar un vehículo de gran porte como lo era la camioneta.
Una vez que estuvieron en la autopista, tanto Charlie como Scott fueron recibidos a balazos desde el otro vehículo.
—¡Menudos tíos! No dejan de disparar —gritó Charlie zigzagueando.
—Hablaré con Hank y le diré que despeje una zona más adelante. El camino debería estar solitario para cuando pasemos por allí. No podemos arriesgarnos a que alguien salga herido —dijo Scott alcanzando su intercomunicador.
Luego de realizar su pedido al comisario, un agujero de varios centímetros en el cristal le puso los vellos de punta.
—¡Cielos! —se quejó Charlie abriendo grandes los ojos de asombro—. Nos quieren muertos de verdad.
—Son muy peligrosos —murmuró Scott, aferrándose con ambos brazos a los lados del asiento de la camioneta.
Habían frenado bruscamente y se habían alejado un poco debido al impacto del disparo. El vidrio no había estallado de milagro. No obstante, varios metros los alejaban ahora del vehículo objetivo. Charlie, con tal de no perderlos, pisó el acelerador a fondo e hizo una maniobra arriesgada que le supondría varios regaños por parte de Hank. La camioneta se desvió hacia la derecha y se mantuvo oculta por un camión que transportaba coches y, por lo tanto, se interponía entre ambos vehículos rivales.
El camión, con su extensa carga pesada que transportaba al menos unos seis autos, no aminoraba su velocidad de tal manera que bloqueaba el acceso de los delincuentes para desviarse y tomar otra curva. Estos intentaron sobrepasarlo, pero dadas las dimensiones del transporte, este continuó normalmente su recorrido. Están acorralados, pensó Scott con certeza. Sin embargo, en un nuevo giro brusco, los ladrones no advirtieron el peligro y lograron aventajar al camión. Aunque fue ese el fin de su circulación, ya que el camión por más que frenó, los impactó arrojándolos hacia un costado del puente.
Charlie redujo la velocidad y descendió por la curva hasta aquel vehículo destruido que ahora sólo desprendía humo por el capó. Scott cerró la puerta de la camioneta y se acercó lentamente a la expectativa de cualquier movimiento, hasta que una puerta fue abierta. Uno de los ladrones emprendió su huida, pero no fue lo suficientemente rápido. Scott llego hasta él, lo embistió y luego lo esposó. Momentos después, estaba inmovilizado boca abajo sobre el suelo y vigilado por otros oficiales.
—¡Scott! —le llamó Charlie—. ¡Ven aquí urgente! Hay algo que podría interesarte.
El detective fue directo hasta su compañero y miró la seña que le dirigía con la cabeza. Entonces se dispuso a inspeccionar el vehículo por sí mismo.
—Scott...
—Es... es... ¡Logan! —se sorprendió Scott con linterna en mano.
Suspendido entre el airbag y el cristal frontal agrietado, no era otro más que Logan quien yacía en el asiento del copiloto con una terrible herida sangrante en la cabeza. Él era quien les disparaba y ahora... estaba muerto.
Editado: 28.04.2024