Al llegar a su casa, Scott tuvo un amistoso recibimiento de Jax, como siempre. Su mano se extendió para brindarle unas palmaditas sobre la cabeza mientras el can lo miraba de una forma adorable. Luego siguió su camino hacia el interior.
Había sido un día ajetreado y agotador, no sólo para su cuerpo, sino también para su mente. Movió las llaves en la muesca de la cerradura e ingresó a la sala. El abrigo de su uniforme fue a parar al sofá al tiempo que desabrochaba el cuello de su camisa. Luego fue por un vaso de agua.
Mientras recorría su sala, se detuvo a pensar que su casa ahora se asemejaba mucho más a un hogar de verdad. La alineación de los muebles, el decorado de flores artificiales que funcionaba de centro de mesa, la disposición de la vajilla, la leña disponible a un costado de la chimenea; todas esas señales proporcionaban la idea de que una mano femenina había tomado cuidado de esa habitación. Scott dejó el vaso con agua y no pudo evitar sonreír con melancolía al acercarse a las fotografías familiares. Podía contemplar a su familia congregada ahí, a excepción de Emma, cuya fotografía permanecía boca abajo. ¿Cómo es que no tenía una foto de Jean? Indudablemente, aunque ella lo rechazara, seguía pensándola con todo el ímpetu de su corazón.
Levantó la foto del antiguo matrimonio Summers-Frost. Emma, sin dudas era bonita, pero solía ser demasiado superficial y egoísta. Había antepuesto sus intereses y había perseguido sus propios objetivos en la vida antes que acompañarlo. Al igual que Jean, de quien no había sabido nada desde su partida. No había caso, él no tenía éxito con las mujeres, pensó dándose la vuelta.
Dejó su arma reglamentaria sobre un mueble y los pensamientos lo llevaron de vuelta a la persecución. Logan. Ese sujeto despiadado que tantos problemas le había causado ahora se hallaba muerto. Una sensación de impotencia surgió dentro de Scott y le hizo apretar los puños. Ese hombre había deambulado libre, escondiéndose de la justicia, hasta que decidió realizar la novedosa hazaña de robar la licorería. Sabía que no era más que un borracho, pero también que era bastante peligroso, y lamentaba que ahora ya no habría una justicia severa para él.
Al día siguiente en el despacho del comisario, Scott narraba los hechos acontecidos desde su punto de vista a un furioso Hank.
—¡Maldito! —rugió el comisario estrellando su puño contra la mesa.
—Por favor, Hank. No te pongas así...
—¡Ese sujeto te hirió no hace mucho! Contaba con varios antecedentes y pudo haberte asesinado. ¡A uno de los nuestros! —se lamentó Hank tomando su cabeza.
—Pero estoy aquí... No soy de cristal. No es tu culpa que sucediera esa fatalidad. Los límites entre la seguridad y la justicia aún no son muy claros, así como los derechos con los que cuentan los delincuentes. Existen muchas leyes injustas que todavía les amparan.
—Tienes razón. Creo que me preocupo mucho por ti y por todo lo que has vivido... —dijo Hank—. Existen muchos más sujetos como este allí afuera y juro que deberían estar tras las rejas.
Ambos se estrecharon las manos.
—Te concedo un día libre, Scott. Descansa. Debes estar agotado al igual que Charlie.
Scott asintió y luego se dio la vuelta, pero se detuvo a mitad de camino.
—Buen trabajo, chico.
Scott sonrió y siguió su curso hacia la casa. No había nada más reconfortante para él que escuchar al jefe pronunciar esas palabras.
De camino a su hogar, pensó profundamente en las palabras de Hank. Logan tenía numerosos antecedentes y era un asesino. Eso explicaba todas las sospechas que tuvo sobre él desde un primer momento. Era un auténtico peligro para la comunidad. Un escalofrío intenso lo recorrió al imaginar aún a Jean sola, vulnerable y viviendo todavía en esa triste habitación a la que ella denominaba hogar. No pudo deshacerse del momentáneo pensamiento que llegó a su mente, porque Scott no imaginaba otro lugar para Jean que no fuera viviendo al lado suyo.
Él no podría sobrevivir más tiempo así. No sabía cómo localizarla, pero de una cosa estaba seguro, tenía que encontrarla. Una vez que ella supiera de sus sentimientos, que la amaba, por fin podría estar tranquilo. La decisión quedaba en manos de ella, aceptarlo o continuar su propio camino, aunque rompiera el corazón de Scott en mil pedazos como ya lo había hecho una vez. No sabía si podría convivir con el rechazo, pero Scott estaba seguro de que no podría vivir sin ella.
Editado: 28.04.2024