El Milagro y una Esperanza

Prólogo

Llovía tan fuerte que el cielo parecía llorar conmigo.

Las gotas golpeaban el techo del aeropuerto internacional, mientras la luz del atardecer se desvanecía entre la niebla y el aroma de las despedidas.

Cerré la puerta de golpe al entrar en mi mansión de Bogotá, empapada de pies a cabeza.

«Mi hija y yo...», murmuré, dejando la mochila sobre la mesa. «Mis padres no paran de discutir, de prohibirme cosas, de controlarme. Dicen que lo hacen por mi bien, pero lo único que consiguen es recordarme que el pasado sigue siendo una herida abierta».

Respiré hondo. El aroma del café recién hecho llenaba el silencio del enorme salón, pero no me tranquilizó.

Miré por la ventana: el cielo seguía oscuro, como si también se negara a olvidar.

A miles de kilómetros de distancia, Ayaka Lira observaba la lluvia desde la ventanilla del avión. Su mano temblorosa rozó el frío cristal cuando el piloto anunció el descenso sobre Filipinas. Un país que solo conocía por cartas arrugadas, viejas fotografías y las historias inconclusas de su abuela.

Su padre le había dicho que era una oportunidad: una beca para el Instituto St. Valerie, un nuevo futuro.

Pero para Ayaka, ese vuelo era mucho más que eso.

Era el comienzo de una búsqueda.

De una verdad que su familia había intentado enterrar durante años.

De una madre que tal vez ya no la recordaba.

Había crecido rodeada de cámaras, luces y sonrisas forzadas.

Hija del actor más famoso de Colombia, siempre fue la sombra de la fama, la chica "especial" a la que todos miraban con lástima.

Pero ella no quería lástima.

Solo quería respuestas.

Cerró los ojos.

Imaginó el rostro de la mujer que la trajo al mundo con tan solo quince años.

¿Todavía se acordará de mí?

¿O acaso el tiempo también borró mi milagro?

Bogotá.

—Tía convocó una reunión urgente —dijo Sierra, mi asistente filipina, en cuanto entré en la oficina.

Asentí con cansancio. Si algo había aprendido en esta familia, era que las reuniones nunca traían buenas noticias.

Papá estaba al teléfono cuando entré.

—Pinedo, siéntate —ordenó con gravedad—. Tenemos que hablar.

Cada vez que lo decía, algo dentro de mí se tensaba.

—El abogado de la empresa falleció —anunció mamá en voz baja.

Parpadeé, intentando asimilarlo.

¿El abogado Lyn? ¿El mismo que se encargaba de todos los contratos internacionales?

El silencio se rompió con una frase que me heló la sangre.

—Ya tenemos un reemplazo —dijo papá, mirando hacia la puerta—. Santiago Juanito Lyn Walter... y su hijo Tobías.

Se me paró el corazón.

El nombre.

El rostro.

El pasado.

—¿Tobias...? —Repetí en un susurro incrédulo.

Antes de que pudiera reaccionar, la puerta se abrió.

Y allí estaba él.

Traje gris, corbata negra, mirada fría.

Tan perfecto y tan distante como lo recordaba.

El hombre que una vez prometió quedarse... y fue el primero en huir.

—Lo siento, señorita —dijo con una cortesía que dolió más que cualquier insulto.

Su voz era un eco del pasado que había intentado olvidar.

Y sin embargo, cuando nuestras miradas se cruzaron, supe que nada volvería a ser igual.

Mientras tanto, en un pequeño restaurante de Manila,

una mujer con delantal blanco picaba verduras en silencio.

Heidi Klum miró hacia la ventana empañada.

El sonido de la lluvia la hizo cerrar los ojos.

Había algo en el aire... una sensación inexplicable.

Como si alguien, a lo lejos, la llamara.

Un vínculo invisible.

Una promesa que el tiempo no podría romper.

A veces, Los milagros no llegan con luces ni aplausos.

Llegan con lágrimas, con reencuentros inesperados,

con la esperanza de volver a empezar.

Porque el destino, aunque cruel, siempre encuentra la manera de reunir lo que fue separado.

Una hija buscando su verdad.

Una madre que nunca perdió la esperanza.

Y un milagro a punto de renacer. 🌙




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.