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Rafael se había hecho visitante asiduo los fines de semana a la casa de Roxana, al igual que Nicolás, el hermano de Estela, y su ahora esposa Tania.
La joven se enteró que, tanto su hermano Aldo, como Nicolás, habían dejado sus respectivos trabajos para irse a la empresa donde trabajaba Rafael, pero no sabía los detalles, y nunca preguntó. Los tres eran inusualmente reservados en lo referente a sus empleos y siempre cambiaban la conversación cuando alguien los cuestionaba, o daban explicaciones muy vagas sobre la fábrica de conexiones industriales en la que laboraban juntos.
Era domingo familiar, todos estaban haciendo la sobremesa, charlando y bromeando. Roxana se había refugiado en la cocina y miraba atenta un video en su celular.
― Hola Rox. ― Dijo Rafael entrando directo a un anaquel a tomar un vaso, para luego servirse agua. ― ¿Qué haces aquí escondida?
― Hola. ― Respondió la joven, sin levantar la vista de la pantalla. ― Aquí, viendo cómo fríen huevos.
― ¿Qué? ― Preguntó Rafael con curiosidad, sentándose en una silla frente a la joven.
Ella soltó un suspiro y le entregó su teléfono.
― Tailandia. ― Dijo encogiéndose de hombros. ― No me preguntes por qué, pero me ENCANTA ver estos videos de cómo fríen huevos de codorniz en los puestos callejeros. ¡Algún día iré hasta allá solo para comerlos!
― Podemos conseguir huevos de codorniz aquí... ― Dijo Rafael con el ceño fruncido, mirando atentamente la pantalla.
― ¡Pero no sería lo mismo! ― Exclamó Roxana. ― Para empezar, no sé dónde carambas conseguiríamos ese molde inmenso donde echan tantos huevos de una sola tirada. Y el sazón, los complementos que se ve que les ponen... No, yo quiero ir a Tailandia sólo por el placer de comprarme en la calle un plato lleno de huevitos de codorniz fritos.
Rafael soltó una carcajada y le entregó su teléfono de regreso.
― Creo que tienes razón. ― Dijo divertido. ― La verdad, es casi hipnótico ver cómo los preparan.
― ¿Tú no tienes un antojo parecido? ― Preguntó Roxana con curiosidad. ― ¿Viajar a algún lado para comer algo en específico?
― La verdad, es que sí. ― Sonrió Rafael. ― Quiero ir a Philadelphia.
― ¿A comer queso? ― Preguntó Roxana frunciendo el ceño, totalmente desconcertada.
Rafa soltó una carcajada.
― ¡No! ― Negó divertido. ― Quiero ir a ver un partido de beisbol y comerme un Philly Cheesesteak en el estadio.
― ¡Sé de lo que hablas! ― Exclamó Roxana. ― Cebolla acitronada, carne y queso derretido... ¡Se ven deliciosos!
― ¡Oh si! ― Asintió Rafa antes de dar un sorbo a su vaso de agua.
― Cuando vayas... ¿Me llevas a comer uno? ― Preguntó Roxana.
― Sólo con una condición... ― Señaló él con seriedad. ― Que tú me lleves a Tailandia a comer huevos de codorniz en el mercado.
― ¡Hecho! ― Exclamó Roxana con una brillante sonrisa, extendiéndole la mano para cerrar el trato.
Rafael aceptó y se la estrechó. Luego volvió a hablar.
― ¿Qué otro sueño gastronómico tienes? ― Preguntó con curiosidad.
― Viajes gastronómicos... ¡Muchos! ― Exclamó la chica encogiéndose de hombros. ― Viajes sólo por viajar, otros tantos más.
― ¿Ah sí? Cuéntame. ― Dijo Rafa acomodándose en la silla. ― ¿A dónde más me vas a llevar a comer rarezas?
Roxana soltó una risa divertida.
― Francia, definitivamente. ― Señaló. ― Y no creas que vamos a comer Ratatouille o algo así. También vamos a comer en la calle; iremos por un buen plato de Aligot.
― ¿Qué es eso? ― Preguntó Rafael con curiosidad.
― Básicamente es puré de papa. ― Roxana se volvió a encoger de hombros. ― Pero lo mezclan con muuuuuuucho queso. Lo preparan en la calle, en un cazo enorme, lo mueven con una pala y, cuando lo levantan, se estiiiiiira por el queso derretido. Te lo sirven con un pedazo de carne o con una salchicha.
― ¡Suena bien! ― Exclamó él sorprendido.
― He visto videos y, créeme. ¡Se antoja!
― Bien, anotemos Paris en la lista. ― Asintió Rafael. ― ¿A dónde más vamos a ir?
― A Inglaterra, por supuesto. ― Señaló Roxana.
― ¡Sí! ¡Vamos a hacer un tour de Harry Potter por todo Londres! ― Exclamó Rafael.
― ¡Obviamente! ― Acordó la joven. ― Eso es básico. Pero también quiero ir a Bath.
― ¿A dónde?
Roxana suspiró.
― Soy fan de Jane Austen, Bath es una ciudad que menciona mucho en sus novelas. Se hizo famosa en la época victoriana por sus baños termales.
― ¡Oh! Entiendo. ― Asintió Rafael.
― Ahí hacen un festival dedicado a Jane. ― Roxana se sonrojó, un poco apenada, pero continuó hablando. ― Quiero ir, vestirme de época, bailar esas ridículas danzas coreografiadas y todo eso.
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Editado: 30.04.2022