El Misterio de Alex Roswell

CAPITULO I

Alex

El dolor de cabeza es insoportable y la herida en mi cabeza sigue sangrando, apoyo las manos sobre la madera para tratar de levantarme, pero caigo, después de tres intentos, por fin logro levantar mi cuerpo, duele, todo me duele. Empiezo a avanzar por la pequeña colina que había para encontrarme con lo más aterrador que pudieron ver mis ojos. Las flamas salen por las ventanas y el humo acobija todo el lugar, trato de acercarme lo más rápido que mis piernas me permiten.

Logro oír sirenas a lo lejos y mis ojos se guían al camino por el que vienen patrullas de policía con las luces azul y rojo parpadeando frenéticamente. carros de bomberos y ambulancias le siguen. Cuando se detienen trato de correr hacia ellos. Las piernas me tambalean sin fuerza, unos hombres se acercan a la casa con una enorme manguera en las manos.

Sigo avanzando hasta que oigo un hombre gritar: "miren, una chica". mis esperanzas se reavivan, pero una punzada en la cabeza me hace caer de rodillas. Duele, duele mucho, los ojos me amenazan con cerrarse y logro vislumbrar hombres corriendo hacia mí, cierro los ojos dejando que mi cuerpo caiga completamente al suelo.

Una punzada en la cien, me hace apretar los parpados bruscamente. 

Los abro lentamente y la luz centelleante de la sala hace que mis ojos ardan. Estoy en la sala de interrogatorio, la detective Miller, frente a mi, tratando de que, con sus preguntas impertinentes recuerde algo.

Estoy asustada, las piernas me tiemblan y tengo las manos heladas. Busca mirada constantemente, pero lo evito.

—eso es lo único que recuerdo...

—tranquila, dejemos así, encontramos a alguien que tal vez quieras volver a ver— toma la carpeta que estaba en la mesa y la ojea— Jimena Gonzales. Es hermana de...tu madre.

Las últimas palabras le salen con dificultad y lentitud.

Mi...familia. Duele pensar en ello, pero lo que más duele es no poder recordarlos, no poder recordar sus rostros, sus voces, su esencia y tan siquiera sus nombres. Solo siento amar a personas que no recuerdo y cada vez que trató de pensar en ellos, empiezo a llorar desconsoladamente. El doctor Banner, dijo que, necesitaba tiempo para poder familiarizarme con lo que dejaron atrás. 

 

—llega hoy, está completamente de acuerdo con lo del psiquiátrico— acerca su mano a la mía, trato de quitarla, pero no me lo permite, aprieta mi mano cerciorándose de no lastimarme— sabes que puedes contar conmigo, estoy para ti en lo que necesites, lo sabes, ¿verdad?

Asiento. 

Lo único que quiero en este momento es estar sola.

Un chico con uniforme de policía entra sin previo aviso.

—señorita Roswell— enfoca  su mirada a la mujer frente a mí— detective Miller, una señora que se hace llamar, Jimena Gonzales, la está buscando en la recepción.

La detective le ordena que se vaya y el obedece.

—¿lista? — asiento dudosa.

Se levanta y se acerca a la puerta. Hace un ademán para que la siga. El pasillo es largo, personas golpeadas y esposadas esperan impacientes sentadas en las sillas.

Fijo mi mirada en una señora que está de pie al final del pasillo,  es alta con figura esbelta y una ondulada cabellera. Se acerca a abrazarme, es un poco más alta. Empieza a llorar y le palmeo la espalda en señal de apoyo. Debe ser difícil perder a una hermana.

—oh, cariño— acuna mi rostro en sus manos y me detalla con tristeza— vine en cuanto me enteré de todo.

—ya está al tanto de todo, el doctor Banner las espera a las 3:30— informa la inspectora alejándose.

rodea mis hombros con un brazo acercándome a ella.

—no recuerdas nada, ¿verdad?, no le entendí muy bien al doctor...— nos acercamos a la salida del lugar.

—algo así— me limito en contestar.

—entiendo.

Se sube a un auto rojo y me indica que lo haga.

—¿ya sabes lo del...? — extiende la pregunta, encendiendo el motor.

—sí.

—cariño, ya sabes, si no quieres solo dímelo, ¿bien? — asiento. Pone una mano sobre mi pierna mientras conduce y intento disimular la incomodidad que produce su tacto— si quieres puedes dormir, son dos horas de viaje.

Asiento, girando el cuerpo hacia la ventana. Iré a un psiquiátrico a las afueras de Londres, el capitán dicto que era lo mejor. No tengo sueño, aunque desde ese día no duermo casi nada.

Algo extraño me pasa en las noches, cada vez que me voy a dormir, empiezo a sudar frio y las piernas me tiemblan. 

Cierro los ojos tratando de no pensar. El dolor en el pecho no tarda en aparecer y el agobio me envuelve; no es físico, es emocional, ese dolor perpetuo que no deja en paz y tortura todo el tiempo.

Me acomodo en el asiento mientras el viento frio de otoño se cola por el pequeño espacio de la ventana. No me siento lista para lo que se avecina, no mentiré al respecto; tengo mucho miedo, pero si es lo mejor, entonces tendré que ser fuerte. Más.

Giro la mirada hacia la mujer que conduce. Tiene ojeras grandes y los ojos con un ligero tinte rojizo, su labio inferior tiembla ligeramente. estoy segura de que puedo confiar en ella. Es la única persona que tengo ahora.

inhalo hondo  y cierro los ojos tratando de conciliar el sueño. 

 



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En el texto hay: tragedia, secretos, psiquiatrico

Editado: 30.08.2021

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