El Misterio de Alex Roswell

CAPITULO V

Alex

5:49 pm

Caminaba tranquilamente por el largo pasillo que lleva a quien sabe dónde. Sus blancuzcas paredes me aprisionan deprimentes, no hay puertas por ningún lado y no hay señal de vida, como si el lugar estuviera completamente abandonado.

Avanzo lentamente, tambaleándome de un lado a otro como si estuviera en una cuerda floja, mi mente segia en blanco y borrosos recuerdos llegaban a mí, acompañados de dolorosas punzadas en la cabeza.

Levanto la vista encontrándome con el irritante que parece aparecer en todos lados. Avanza por el pasillo que atraviesa este horizontalmente; camina de la misma manera que yo, vacilante, despreocupado, como si estuviese en un lugar en el que solo existe él.

Su sombra desaparece, dejándome rebosante de curiosidad. ¿A dónde va?, ¿irá a algún lado o solo está tratando de despejar la mente, igual que yo?, sigilosamente empiezo a seguirle el paso cruzando por el pasillo, en el que me encuentro completamente sola, no hay rastro de alguien cerca.

Acelero el paso, atravesando el pasillo, acelerada y con ligera preocupación al no ver a nadie. Logro vislumbrar una sombra alta, cruzar hacia la izquierda del pasillo de enfrente y la chispa de la curiosidad vuelve a encenderse, chispa que se debilita cuando llego al pasillo que se encuentra igual de solitario que el anterior, ¡maldición!

¿Ahora qué hago? ¿estoy perdida?

Si...susurra acusante mi débil conciencia. Todo por curiosear y ahora estoy perdida en quién sabe dónde.

Lo mejor será que me devuelva, y cuando giro mi cuerpo sobre mis talones para retroceder, escucho un llamado escandaloso y demandante.

—¡¡doctora Johana!! —grita un hombre, apareciendo repentinamente dos pasillos adelante. Mi única esperanza para salir de este embrollo.

Cuando voy a adelantarme para seguir al hombre, una mano sobre mi boca me interrumpe, siento su antebrazo recargado rozar ligeramente mi cuello, haciendo que los bellos de mi nuca se ericen.

—shh...—un aroma a menta invadió mis fosas nasales y logro sentir su abdomen rígido pegado a mi espalda.

Pero el momento de nerviosismo ridículo termino cuando reconocí al irritante que me jode la existencia. Me zafó bruscamente de su agarre alejándome, tan torpemente, que casi caigo de narices

—¿ahora qué quieres?

Me encojo de hombros, tratando de verme lo mas molesta posible.

—se dice "gracias" —comenta con su típico tono frio— ¿buscando problemas?

—¿yo? —obviamente me hablaba a mí, pero era mi momento de ser estúpida.

—¿Qué haces en el ala de los chicos, Roswell? — esta vez su sonó más burlona, mete las manos en los balsillos del pantalón, dando un paso hacia mi.

— yo hago lo que quiera—ladro furiosa. Pero obviamente, eso era mentira.

—la próxima vez que "vayas a hacer lo quieras" —habló con tono demándate— procura no correr detrás de los enfermeros.

Se da la vuelta y empieza a caminar relajadamente, antes de que yo pueda decir—o hacer—algo,  ¡maldito irritante! Y antes de que reaccionara, mis pies estaban arrastrándose por el suelo, acercándome a él.

Gira por el pasillo y trato de seguirle el paso, ¡pero camina muy rápido!, y cuando me doy cuenta, nuevamente estaba perdida. Avance tratando de encontrarlo y después de observar detenidamente cada pasillo que sale de este, y al fondo solo queda uno, ¿Dónde carajos me había metido?

¿Qué haces en el ala de los chicos?

¿Ala de los chicos?

Pero si estaba buscando la biblioteca.

Me acerco al último pasillo con las esperanzas por los suelos; doy un respingón asustada cuando lo veo sentada con las rodillas casi pegadas al pecho y las manos sobre estas, tiene la mirada pegada a un pequeño anillo plateado que reposa en su dedo meñique.

—¿Qué haces? —cuestiono enarcando una ceja, sube la cabeza y su azulada mirada se encuentra con la mía.

— Eres muy lenta, Roswell— se levanta y antes de que pueda hablar el vuelve a hacerlo—¿Qué hacías en el ala de los chicos?

—¿Qué te importa?

 Su sonrisa egocéntrica se ensancha de oreja a oreja. Y antes de que pueda reaccionar tira mi mano dejándome de frente a una amplia puerta de madera.

—bienvenida— no sé de dónde, saco un manojo de llaves y metió una de ellas a la cerradura, acto seguido, mis ojos vieron el hermoso paisaje.

Frondosos árboles desnudos se mecían débilmente al son de la brisa y el  sol se ocultaba temeroso detrás de las colinas mientras el cielo se iba tiñendo de un azul opaco.

Mi boca se abrió de sorpresa y en ese instante olvidé por completo al idiota a mi lado, del que por el rabillo del ojo, pude ver una sonrisa cargada de egocentrismo. 



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En el texto hay: tragedia, secretos, psiquiatrico

Editado: 30.08.2021

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