El Misterio de Alex Roswell

CAPITULO VI

la lluvia cae porque la nube ya no puede soportar el peso. las lagrimas caen porque el corazón ya no puede soportar el dolor.

 

Alex 

9:04 pm

 

—Jake...

—Alex...

—¡oh, vamos, yo sé que tú quieres hacerlo!

—no.

Resoplo, molesta y el me ignora por completo mientras su mano se mueve delicadamente haciendo trazos en la libreta. Hace un par de días vinimos por primera vez y aun no dejo de sorprenderme con la espléndida vista que hay desde aquí.

Los frondosos árboles, la lluvia  leve pero perpetua manteniendo el lugar fresco y la luna es la única que provee luz al pequeño lugar.

Era agradable verlo, hasta que Jake saco una libreta y empezó a hacer quien sabe que, en ella, levantando la vista de vez en cuando; cuando trate de ver lo que hacía, no me lo permitió haciéndose del otro lado del pequeño balcón.

—solo un vistazo— vuelvo a insistir.

Levanta la vista mirándome, juguetón. —¿y si lo hago, que gano a cambio?

¿ganar?

—¿Por qué ganar? Solo quiero ver— replico incrédula, arrugando el entrecejo.

—¿y que me das a cambio de ello?

Recarga la espalda en el borde. Su sonrisa burlona se ensancha de oreja a oreja, remarcando sus hoyuelos.

—solo será un vistazo, ¿Por qué eres tan complicado?

—¿Qué gano yo, por el "vistazo"?

Cierra la libreta y se acerca con pasos lentos, me alejo instintivamente, hasta que siento mi espalda chocarse con el borde del balcón.

—¿Qué me das a cambio? — su aliento mentolado se choca con mis fosas nasales y la corta distancia hace que un hormigueo recorra mi espalda.

Acuna mi mejilla, ocasionando que levante la vista encontrándome con sus profundos orbes azules que me miran con cautela.

—¿Qué me das a cambio, Roswell? — replica, acariciando la comisura de mis labios con el pulgar. Me estremezco al sentir su roce cálido y la cercanía de su cuerpo hace que cordura tambalee.

Oh...

—¿Qué puedo darte a cambio? — levanto la barbilla y me las arreglo para mirar fijamente el par de ojos azulados que me detallan.

Su nariz roza ligeramente la mía y su respiración agitada hace que mi corazón galope con intensidad. Baja la mirada a mis labios y aprovecho el momento.

Arranco la libreta de sus manos y me arrastro hasta el otro lado del balcón. Recargo la espalda en el borde, aun con la respiración acelerada. Me sorprendo al ver su sonrisa y, por primera vez, oigo con deleite, la carcajada ronca, mientras me observa con cautela.

—no deberías jugar con fuego— sigue riendo más bajo, mientras niega con la cabeza—ahora dámela.

Ordena demandante y su expresión es remplazada, por una expresión antipática y acusante.

—solo quiero ver...—¿Por qué tengo temor de verla?, debería abrirla e ignorar su cara de malhumorado, fácil. 

—¡dámela! —ordena, inclinándose para recoger el lápiz del suelo y luego acercarse a mí con pasos lentos.

Levanto la vista dudosa para encontrarme con ese azul profundo e inexplicable. Ladea la cabeza mirándome fijamente haciendo que mi postura firme tambalee.

—¿Qué esperas ver?

—nada...

—¿Entonces?

—curiosidad.

Encojo los hombros y me lanza una mirada de desaprobación.

—la primera página y luego me la das.

Su voz es tajante, sonando casi como una reprimenda. Miro la libreta dudosa y paso mis dedos temblorosos por la tapa de esta admirándola, como si fuera un objeto muy preciado. Levanto la tapa dejando a mi vista un dibujo hecho a lápiz con trazos finos y delicados mostrando una imagen perfecta del paisaje.

Lo que parece ser una playa o un lago, el sol ocultándose en el horizonte y pequeñas nubes se extiende por el cielo desolado, y justo en la orilla, hay tres siluetas de personas; una es de una mujer, aparentemente, mechones de cabello se escapan del contorno de su cara, y su silueta es delgada y un poco alta; la otra es un poco más alta y robusta, como si fuera un hombre; y la del medio, es la de un niño que sostiene de ambas manos a las otras dos siluetas, mientras levanta sus pies al aire.

A pesar de no poder ver sus caras y expresiones, se ven felices, como una familia. Una familia feliz. 

Yo no tenía familia, lo había perdido todo, estaba sola.

—¿Quiénes son? —cuestiono, tratando de alejar los pensamientos poco alentadores.

—era solo verlo, nada de preguntas— su voz suena más seca de lo normal y su expresión neutra, asustaba, y antes de que me diera cuenta me arrebató la libreta de mala gana.

Abrió la puerta de un manotazo fuerte y se alejó con pasos rápidos, dejándome sola en medio de la noche con preguntas que, al parecer, nunca responderá.

¿Quiénes eran?

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—tengo hambree.

—¿Cuándo no? —cuestiona Aura con ironía.

—¡exagerada! —reprende, chuzándole hombro con el índice—¿vamos a la cafetería?

Le pregunta al castaño haciendo ojos de corderito, él la mira por el rabillo del ojo.

—comimos hace un par de horas...—arrastra las palabras con lentitud y mirándola, extrañado.

Charly encoje los hombros—tengo hambre.

Aura y Charly empiezan a discutir sobre si ir o no. Acabamos de salir de clases y la cafetería cierra en menos de una hora.
 

No puedo sacarme de la cabeza lo que paso anoche. El dibujo, su frialdad cuando trate de saber un poco más de él, su aliento mentolado y sus ojos... ¡joder!, ese azul claro y profundo y su risa...

¿Qué me das a cambio?

Su voz retumba en mi cabeza una y otra vez, no debería acercarme a él, sabiendo lo demente que puede llegar a ser, pero...

—¡ey! —chasquea los dedos frente a mí— ¿todo en orden?

—see...

—¿vas?



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En el texto hay: tragedia, secretos, psiquiatrico

Editado: 30.08.2021

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