El Misterio de Alex Roswell

CAPITULO VIII

mi desolación empieza a crear una mejor vida -William Shakespeare- 

Alex 

1:33 am

 

La helada brisa soplaba fuerte anunciando la llegada del invierno. Las ramas de los arboles revoleteaban con fiereza y pequeñas gotas se pegaban a sus ramas desnudas.

El hermoso y sombrío lugar estaba rodeada por una extensa masa de delgados árboles y el amplio lago reflejaba la redondeada y prominente luna, que reinaba con majestuosidad el oscuro cielo, siendo resguardada por las oscuras nubes que eran casi imperceptibles.

—Alexita...

El murmuro débil llamó mi atención haciendo que bajara la vista, donde no hay más que tierra húmeda. Cuando intento levantar la vista una punzada en la cien hace que tropiece y caiga.

Mis manos palpan dudosos el suelo de madera en el que me encuentro apoyada, la cabeza me palpita adolorida; levanto mi cuerpo y en un parpadeo, el lugar en el que me encuentro es completamente distinto.

El corto y oscuro pasillo se extiende frente a mí, la ventana a mi lado sopla aire con fiereza y las cortinas se menean a voluntad de la brisa.

—Shhhh...duerme, linda, duerme....

La voz es amigable y dulce; pero esta, hace que un escalofrió me recorra la espalda y la mirada se me nuble, antes que otra fuerte punzada en la cien me haga tambalear.

—¡¡No quería hacer esto, pero no me dejas opción!!...Solo quiero lo mejor para ti... ¿Por qué no lo entiendes?

—No...por favor...

La voz sale en un ruego despavorido y alarmante. El dolor de cabeza se intensifica cada vez, por accidente me tropiezo y caigo en el suelo de golpe.

La vista se me nubla y todo se vuelve oscuro y difuso.

—¡¡Todo esto es tu culpa!!

Muevo la cabeza adolorida, en un intento desesperado e inútil de que todo termine.

—¡¡No permitiré que pase lo mismo...Ella sufrió!!

—Ella se lo merece...

La imagen de una mujer aparece en mi mente, haciendo que el dolor se aumente, el ondeante vestido se ciñe a su cuerpo y un líquido rojo vivo tiñe el vestido desde su abdomen hasta esparcirse por el resto de este, su expresión horrorizada y sus ojos...

—Todo es tu culpa, tu culpa...

Se acerca más mientras me detalla con recelo, trato de levantarme y hacer algo, pero todas las fuerzas se me esfumaron.

—Tu culpa, tu culpa...

Tu culpa, tu culpa...

Muevo la cabeza, horrorizada, negándome a aceptarlo...

Mi culpa...

—¡¡Alex!!

Siento mi mundo estremecerse y abro los ojos presa del miedo; la rubia me observa con preocupación en el rostro y sus manos en mis hombros me ayudan a sentarme y bajar los pies, para sentir el frio palpar nervioso las plantas de mis pies desnudos. El corazón me galopa con celeridad, mis pulmones se contraen haciendo que mi pecho suba y baje desesperado, y mis manos tiemblen despavoridas.

—¿estás bien?

—si...—me detengo organizando mis pensamientos—solo...pesadillas.

Sus heladas manos soban los hombros, en un intento gentil por tranquilizarme.

La luz azulosa de la luna se cola a través de las cortinas que bailan libres frente a la enrejada ventana, siendo la única proveedora de luz a la oscura habitación.

—¿segura? —replica buscando mi mirada, como si en ella encontrara la respuesta— estabas...gritando...—confiesa, después de levantarse de mi cama y apoyarse en la suya, aun con cara de preocupación—no quiero que estés mal...

—Estoy bien. Solo tontas pesadillas—encojo los hombros restándole importancia a la horrorosa imagen de la mujer herida que se repite una y otra vez en mi mente.

Tu culpa, tu culpa...

—¿quieres...dormir...—se detiene tomando una bocanada de aire—...en mi misma cama?

Su palma golpea ligeramente la colchoneta cubierta por la blanca sabana y una sonrisa débil se formó en sus labios. Asentí, su sonrisa se fortaleció más y organizo sus sabanas pegando su espalda en la pared, dejando libre un buen espacio para mí.

Acomodo mi almohada y recuesto mi cabeza en ella, mientras mi mano desliza la cálida sabana hasta mis hombros. Charly me observa, preocupada, mientras sostiene un rollo de sabana sobre su pecho.

—descansa.

—igual tú.

Es lo único que dice antes de cerrar los ojos; imito su acción tratando de quitar esa horrorosa imagen de mi mente.

Tu culpa... ¿Qué era mi culpa?

 

Días después...

 

Walsh, un lugar tan antiguo como su nombre; sus extensos pasillos se cruzan unos con otros, como misteriosos y deprimentes laberintos, su fachada sin modernizar le da un toque aterrador a simple vista, y digo a simple vista, porque una vez entras allí, descubres que no solo es su fachada.

Al ser un psiquiátrico público y utilizado para internar lo más peligroso que ha merodeado por las calles londinenses, ya sabrás que las cosas allí no son del todo correctas. Dividido en tres plantas y regido por estrictas normas que, casi, nadie cumple.

Allí estaba yo, en medio de personas que serían capaz de hacer daño a quien fuera por lo que fuera; allí, en ese lugar donde enviaban a todo lo que era incontrolable y peligroso, como animales indomables; aunque de esto, culpo a la comida, créeme que es realmente asquerosa.

Aunque no es tan malo; aquí había conocido las mejores personas con las que pude toparme; amigos, compañeros...Personas que habían sido de gran apoyo.

Y a pesar de que, por un momento sentí que mi vida era normal; no todo dura para siempre y menos para alguien que lía con un pasado, el cual no recuerda.

Las pesadillas, cada noche, persistentes, como si esperaran con ansias, que llegara la noche para atormentarme; la imagen de la chica, cada vez que cerraba los ojos, estaba allí, su sonrisa débil y su mirada indefinible.



#4858 en Thriller
#2716 en Misterio

En el texto hay: tragedia, secretos, psiquiatrico

Editado: 30.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.