El Misterio de Alex Roswell

CAPITULO IX

La ironía es una tristeza que no puede llorar y sonríe -Jacinto Benavente-

Alex 

11:25 pm

 

—pueden darse cuenta, Charly, deberíamos volver...—murmuro dando pasos lentos haciendo acopio de toda mi delicadeza, Charly va adelante, relajada, como si el guardia no estuviera a nuestra espalda.

—créeme que es más fácil acabar con la hambruna que despertar a ese hombre— habla en un tono un poco alto, acomodándose la coleta de cabello y alisando su azulado suéter.

—camina rápido— exige, acercándose a la puerta trasera que da directo al pequeño bosque detrás del lugar. Un lugar prohibido para nosotros. Saca una pequeña llave de su bolsillo y abre la puerta.

El viento sopla fuerte haciendo que Charly se estremezca del frio. Pero esto no la detiene, ya que avanza con si nada, espera a que salga y vuelve a cerrar la puerta. El paisaje es hermoso y a la vez aterrador. La luz de la luna brilla débilmente y se cuela entre las desnudas ramas de los delgados árboles, la flamante luz que emiten las llamas a lo lejos, hace que un hormigueo recorra mi espalda.

Las prominentes llamas que salían por las ventanas eran dominadas por el viento que soplaba con fireza, pero a pesar de ello, no cesaban, en cambio, se fortalecían. La herida palpitante y mi cuerpo débil sintiendo como la vida me abandonaba lenta y torturantemente. Mis manos temblorosas y...

Su cálida mano sujeto con firmeza la mía, levanto la vista y veo su cálida sonrisa—vamos por aquí— habla con su dulce voz cargada de seguridad, asiento.

Atravesamos la pequeña arbolada y llegamos a un pequeño espacio en medio del bosque, con troncos en el suelo rodeando la enorme fogata. Chicos y chicas hablan, sonrientes, mientras beben algo de sus vasos rojos.

—Charly— saluda un chico tambaleante tratando de abrazarla, pero ella niega con la cabeza y él hace mala cara antes de irse.

—¿quieres beber algo? —asiento— bien, siéntate allí— señala un tronco un poco alejado de las llamas— ya vuelvo.

Doy un paso hacia atrás, viéndola desaparecer entre la multitud, trato a girarme para sentarme en tronco, pero unos fuertes brazos me rodean los hombros, impidiéndomelo. Su cálido aroma inunda mis fosas nasales y sonrió reconociéndolo.

—Enana— saluda, golpeando su barbilla contra mi cabeza.

Rio negando con la cabeza y le respondo el saludo—Cameron— resopla con molestia. Odia que le digan así.

Golpeo su palma para que me suelte.

—¿Charly?

—fue por algo de beber— señalo el camino por donde se fue y me acomodo en el tronco.

—¡hola!

Aura se inclina hacia adelante para abrazarme, mientras Atenea se cruza de brazos mirándome con desprecio total.

—voy a buscarla.

—voy contigo— anuncia Cam, empezando a caminar detrás de ella.

Atenea después de un par de segundos mirando el tronco decide sentarse a mi lado, mete la mano al bolsillo de su chaqueta y saca una pequeña caja, donde hay pequeños rollitos blancos. enciende uno y se lo lleva a los labios. Observo detenidamente sus movimientos. Toma el rollo entre su dedo medio e índice con delicadeza y lo aleja de su boca exhalando el humo.

—¿se te perdió algo? —habla tajante, guardando la cajita y el encendedor.

—¿Por qué fumas? —cuestiono, con curiosidad y ella libera una bocanada de humo casi en mi cara.

— Eso no te importa.

—entiendo— asiento con la cabeza, pero la curiosidad mi pica y vuelvo a hablar—. Solo no sabía que fumabas y...

Gira la cabeza, mirándome fijamente —. No sabes nada de mí, Roswell.

—si...—dejo de mirarla y enfoco mi vista en las llamas. Al parecer, Aura es más difícil de lo que pensaba.

El olor a nicotina hace que arrugue la nariz, inconscientemente, vuelvo a mover la cabeza para hablarle, pero ella me interrumpe.

—así que tu familia murió en un accidente— comenta dándole otra calada al puro— rumores dicen que fue un incendio accidental, otros dicen que alguien quería venganza, pero, ¿Qué dice Alex?

Atenea no suele hablar, pero cuando lo hace, prefieres que cierre la boca.

—¿Qué quieres que diga? —respondo de la misma forma.

—tu versión de los hechos— deja el puro a un lado y acerca su rostro al mío, con intención de intimidarme— ¿Qué dice Alex?

Nadie puede saberlo, ¿entiendes?, no sabemos quién provoco el incendio, ni por qué tu estas viva, así que es mejor que sea un secreto entre nosotros, ¿entiendes lo que te digo?

No puedes decirle nada a nadie...

Atenea se aclara la garganta y vuelve a hablar—. Alex Roswell, sobreviviente al accidente, el resto de su familia murió, nadie sabe que paso, ni porque fue enviada a Walsh, solo sabemos que se niega a hablar. Me pregunto ¿Por qué solo Alex sobreviviría? ¿será que hay algo que Alex no quiere decir? ¿Alex ocultara algún secreto?

Me mente se vuelve un lio y el no poderle decir la única y miserable información que tengo, lo que hace que me envenene lentamente con mi propio veneno.

No recuerdo nada...

La cabaña en llamas...

Mi familia muerta...

Si su intención era hacer que rompiera un trato y que soltara todo lo que—con esfuerzo— he comprimido en mi interior, por miedo, estaba equivocada.

Así que llene mis pulmones y exhale con fuerza, preparando mi mejor expresión—. Si quieres comentar algo al respecto puedes decir lo que quieras que no me importa, es mi familia la que está muerta y a ti, ni a nadie, tiene porque importarle, después de todo, tú no sabes nada de mí, Brown.

Las palabras salen como pequeños fragmentos de cristal, lastiman, hieren, pero al final, me liberé, pude escupir lo que tanto había ocultado, pude hablar sin dudar de mis palabras. Y el enojo momentáneo que sentía, se desvaneció, sentía el aire más ligero y algo que me oprimía en el interior, había desaparecido.



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En el texto hay: tragedia, secretos, psiquiatrico

Editado: 30.08.2021

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