El Misterio de Alex Roswell

CAPITULO XVI

Las traiciones dejan grandes cicatrices en el alma y el tiempo no siempre puede curarlas.

 

6 de octubre

Alex

 

Dolor. Era lo único que sentía. Era inexorable e inexplicable. Un sentimiento de vacío y soledad, un enorme hueco en mi interior que con cada inhalada y exhalada aumentaba.

Lo siento, señorita Roswell...

Mis condolencias por su familia...

Inclinaciones de cabeza y una mano en el pecho, en señal de pena...

¿eso para que servía? Eso no me ayudaba en nada, no me ayudaba a sanar, no reparaba la herida que goteaba constantemente. Dolor...

Todos murieron...

El fuego incinero por completo...

Todo se había derrumbado. Mi corazón latía por inercia y mis pulmones se llenaban de oxigeno por necesidad. Ya no sentía nada. Solo había dolor.

—. Alex— llama el hombre frente a mí y paso el dorso de mi mano por mi mejilla, limpiando, disimuladamente, la gota que descendía por ella—. Habla conmigo...—insiste—. Sé que esto es duro para ti.

<<nadie sabe>>me convenzo, evadiendo su mirada.

—. Confía en mi— pide acercándose, como si fuera a decirme algo confidencial—. Sé que es difícil, sé que lo que menos quieres es hablar, créeme que te entiendo— asegura<<nadie me entiende>>—. Y si no confías en mí no podré ayudarte.

Me quedo callada y vuelve a erguir la espalda.

—¿Sabes qué día es hoy, Alex? —cuestiona.

No respondo.

—. Alex— sube un poco la voz, sin ser grosero—¿Qué día es hoy? —vuelve a preguntar, pero nuevamente no obtiene respuesta por mi parte—. Alex, ¿Qué día es hoy?

Cuestiona con extrema lentitud.

—. Me golpee en la cabeza, pero tengo lucidez de la realidad— le informo—. Sé que mi familia murió y soy consciente de ello, así que deje de usar sus extraños métodos de ayuda y deje de tratarme como si fuera una retraída.

Se frota las cienes.

—. Entiendo. Mi intención no es ofenderte— se excusa—. Yo solo quiero ayudarte y quiero que nos entendamos, que confíes en mí. Solo así puedo ayudarte.

Mis ojos arden y prefiero cerrarlos, cubriéndome la cara con ambas manos. Anoche no dormí nada, no suelo dormir mucho, pero anoche no dormí ni cinco minutos. No podía sacarme la horrorosa imagen de la cabaña en llamas, mi familia dentro gritándome por ayuda y yo...yo no podía hacer nada por más que tratara...

Tu culpa...

—. Sé cómo te sientes— la voz del psiquiatra me saca de mis pensamientos—. Conozco el vacío en el pecho y los ataques repentinos de ahogo, el miedo y la frustración que sientes por no haber podido hacer nada y no lo hay, no hay nada que puedas hacer para cambiar lo que paso.

Corre las carpetas a un lado y entrelaza sus dedos sobre la mesa.

—. No podemos cambiar el pasado, pero si el presente, el pasado queda atrás y el atarte a él solo te lastima, por más que trates de hacer hasta lo imposible, no hay nada ni nadie que pueda repararlo—habla con genuinidad—. Solo te queda una opción: Perdonar, sanar y avanzar.

Me quedo en silencio. Un fuerte apretón se forma en mi garganta y siento mis ojos humedecerse <<No llores, no llores>>

—. Puedo ayudarte con eso— se ofrece—. Pero no puedo hacerlo, si tú no me lo permites.

—¿Cómo puedo sanar y perdonar, algo que ni recuerdo? —inquiero con tedio. Siento un ardor en la boca del estómago.

—. Déjalos atrás— desarma el agarre entre sus manos y acerca una mano con lentitud, siento el calor emanante de su mano cuando la posa sobre la mía—. Entierra la frustración y el dolor, el miedo y la agonía; sepulta la culpa que sientes— lo veo dudar un poco antes de volver a hablar—. No fue tu culpa, Alex y tienes que dejar todo sentimiento que te haga sentir así.

Levanto la vista y miro fijamente a los ojos verdes, que esperan por mi respuesta.

—¿Quieres hacerlo? —cuestiona con voz amigable.

No quiero. Eran mi familia...Pero nunca volverán y lo único que siento es la agonía de no haber hecho nada y la culpa me carcome lentamente.

—. Si...— le afirmo, con voz temblorosa.

 

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El dolor mata, quema, te destroza, te toma y no te suelta, hasta que te destruye por completo, dejándote sin ganas fuerzas para vivir.

Cuando alguien que quieres muere, un enorme y desconocido vacío se forma en tu interior, te consume lenta y dolorosamente, acabando con cada parte de ti; dicen que un alma destrozada se deteriora en el exterior también, pero la realidad es que, a veces, te destruyes por dentro y tienes que levantarte cada día con una amplia sonrisa en el rostro y con un simple "estoy bien" alejas preguntas que, incluso tú mismo, tienes miedo de hacerte.

Mi caso era distinto. Amaba a personas que no recordaba, extraño, ¿no?; y aunque no lo crean, duele más, duele saber que alguien al que amabas con todas tus fuerzas, ya no está, y que ni siquiera, puedas recordar los momentos en los que estuvo contigo.

Ahora podía tener un pequeño recuerdo de ellos, al menos, el cómo se veían.

 La detective Miller vino esta mañana después de mi petición, o mejor dicho, la de doctor Banner.

Una chispa de emoción apareció en mí, pero en cuanto reaccione, se esfumo. Los vería. Pero ahora no estaban. Podría saber algo sobre ellos. Pero jamás volvería a verlos. La emoción fue remplazada por temor y para cuando lo note, estaba mordiendo mis uñas, desenfrenadamente.

—Dime cuando te sientas lista—sonrió, comprensiva, sacando cuatro pequeños recuadros de papel en blanco— si no quieres hacer esto lo entenderé...

—Estoy bien—siempre lo estaba, ¿no?, sonriendo y fingiendo, siempre debía estarlo— ¿Dónde está Jimena...?

Pregunto de repente, estudiando el lugar. Es la única persona que siento cerca de mí, era una parte de ellos. Ella podía recordarlos. Los sonrientes mellizos y la radiante alegría de mi madre, según ella, mi papá era un poco más reservado y cerrado, pero, aun así, era una buena persona...Y ahora no están...



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En el texto hay: tragedia, secretos, psiquiatrico

Editado: 30.08.2021

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