El misterio de Helena Surchs

Capítulo 7

Estaba por llegar a la comisaría cuando recibí una llamada. La pantalla táctil de mi coche se iluminó junto con el tono de llamada que traía por defecto el vehículo, siempre pensaba en cambiar el sonido, pero lo olvidaba, a demás de que no lo veía realmente necesario. En la pantalla apareció un nombre sobre el número de la persona que llamaba. “Hanna”. Hanna era el nombre de mi madre, si es que le podía decir así, después de todo no se había tomado su papel muy a pecho a lo largo de mi vida.

Hanna Cruz, mi madre, era una famosa e importante empresaria conocida internacionalmente junto a su marido, Javier Cruz, mi padre. Ninguno de ellos habían sido algo más que la pareja que me dio el ADN y dinero para sobrevivir, nunca hubo afecto o algo parecido de su parte y apenas llamaban una vez al mes, eso sí se acordaban de que tenían una hija.

Mis padres se casaron por dinero, como dije, son grandes empresarios, pero sus padres también lo fueron, por lo que buscaron alguien perfecto para que se casaran y así hacer más grandes sus fortunas. Ellos no querían hijos, pero me tuvieron solo para que alguien conservara su trabajo de tantos años y el dinero logrado, por lo que en cuanto yo nací mi madre se sometió a una intervención para ligarse las trompas, de esa manera evitaba el tener hijos por accidente, conmigo les era suficiente. Permanecí con mi madre hasta mi primer año de vida, tras eso fui criada por mi tía abuela, una mujer estricta, fría y seria, por lo que nunca recibí afecto materno y menos paterno, por eso veía a Helena como lo más parecido a una familia, la única en muchos años que me demostró un poco de afecto y me hizo sentir querida.

Sin ganas decidí tomar la llamada, supuse que se había enterado de la desaparición de Helena, aún no estaba en las noticias, pero Samanta y ella eran buenas amigas, por lo que seguramente ella se lo había dicho.

—Buenos días madre. —Dije tras pulsar el botón táctil en la pantalla.

—¡Yelina! Al fin logro comunicarme contigo, llevo ya mucho rato llamándote. —Puse los ojos en blanco y fijé mi vista en la carretera, había bastante tráfico.

—Estoy segura de eso madre, ¿en qué te puedo ayudar? —Quería ahorrarme la falsa cortesía e ir directas al grano, no me gustaba hablar por teléfono mientras conducía.

—¿De esa manera es como me saludas tras tanto tiempo sin hablar? —Su voz tenía un tinte de molestia, seguramente provocada por mi actitud, a ella le gustaba ser alabada, a demás de ser el centro del mundo.

—Voy de camino al trabajo, dime en qué te puedo ayudar.

—De eso se trata, de tu terrible trabajo.

—No vamos a comenzar de nuevo con esa discusión, ya te he dicho muchas veces que no soy una niña a la que puedas manejar, debiste criarme tú misma si querías un clon. —Hanna siempre había querido, al igual que mi padre, que me dedicara a lo mismo que ellos, por lo que ansiaban que dejara mi trabajo en el FBI y siguiera su ejemplo, lástima, eso no iba a suceder.

—En realidad quería hablar de otra cosa, pero que tiene relación con tu profesión, si ir por ahí matando gente es una profesión. —Me llevé una mano a la frente y suspiré, hablar con ella requería de una infinita paciencia y yo carecía de ese don. Giré en una calle y luego frené en un semáforo en rojo.

—Yo no mato si no es necesario, ya te lo he dicho, salvo vidas. —¿Por qué le seguía explicando lo mismo de otras tantas miles de veces? No entendía y jamás lo haría.

—Como sea, no es ese el punto. Samanta me llamó esta mañana, me dijo lo de Helena. No estaba muy segura de hacerle caso, puede que Helena parezca una niña buena que jamás ha roto un plato, pero tú y yo bien sabemos de qué pie cojea. Pero ahora acabo de ver las noticas y dicen que Helena es una víctima del Ángel, y que el asesino en serie se trata de Liam, ¿es cierto? —¿Las noticas? Esa gente no se podía quedar quieta ni estar cayada un rato, todo el tiempo sacando teorías y haciendo especulaciones, cosa que nunca traía nada bueno a los casos, la prensa siempre empeoraba las cosas.

—¿Hace cuánto que está en las noticias? —Al estar en la casa del bosque no me había enterado de eso, quizás no lo hubiese sabido hasta que llegara a la comisaría.

—Acabo de verlo en mis redes sociales, tu padre y yo estamos consternados por la noticia, pobre niña… Era tan joven… —Apreté el volante con fuerza.

—¡No está muerta! —Respiré y traté de mantener la calma, siempre lo hacía con los demás, pero cuando se trataba de mis padres me resultaba imposible hacer eso. —Te voy a pedir que no digas ese tipo de cosas hasta que los profesionales lo confirmen y mucho menos le digas eso a Samanta.

—¡Me ofendes hija! ¿Cómo crees que yo sería así de cruel con la pobre Samanta? No seré yo quien le quite las absurdas esperanzas de que su hija vive. Simplemente le diré lo que se dice en estos casos y la abrazaré. —Mi madre, tan cínica como de costumbre.




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