—¡No, no, no y no! Dime que no ha pasado lo que creo que ha pasado—Salté de la cama envuelta en las mantas, él no era el único en esa habitación que estaba desnudo. ¿Cómo había pasado? ¡No estaba tan ebria como para eso! O sea, el abogado no estaba nada mal, pero no soy de las que se acuestan con un tío así como así. ¡Por lo menos que me lleve a cenar! —El abogado me miraba como si estuviera loca.
—Eh, cálmate, no es para tanto. —Tenía suerte de que no llevara mi pistola encima. —No pasó nada que alguno de los dos no quisiera. —Me llevé una mano a la cabeza, el dolor estaba regresando y con intensidad, eso impedía que pudiera recordar.
—No me acuerdo de nada y no estaba tan borracha como para acostarme contigo. ¿Cómo pasó esto? —Él puso los ojos en blanco y se acomodó en la cama.
—No lo sé, es decir, nunca pensé que fueras tan lanzada. —Lo miré confundida y le exigí una explicación de lo ocurrido, no comprendía de que estaba hablando. —¿De verdad que no te acuerdas? —Parecía decepcionado. —¡Genial! Pasa algo con la chica que me gusta y no lo recuerda. ¡Menuda suerte la tuya Zubok! —Exclamó para sí. Me hizo sentir un poco mal.
—Lo lamento, no estoy acostumbrada a beber y menos algo tan fuerte, creo que el alcohol ha causado estragos en mi memoria, lo siento. —Negó con la cabeza y suspiró.
—No te disculpes, debí hacer algo más para contenerme. —Se levantó de la cama y comenzó a vestirse. —Estábamos en el sofá, parecía que te dolían los ojos, por lo que fui a la cocina para ver si encontraba allí alguna pastilla, pero al no encontrar nada regresé solo con un vaso de agua, fue entonces que todo pasó. —Me miró de arriba abajo y luego volvió a lo que estaba haciendo. —Al regresar estabas desnuda en medio del salón y te lanzaste sobre mí para besarme, no pude contenerme, ya te he dicho que me gustas. —Eso explicaba que no viera mi ropa por ningún sitio… ¿Cómo había podido hacer yo eso? ¡No volvería a beber jamás!
—De verdad que lo siento mucho.. —Sentía mucha vergüenza en ese momento, solo quería esconderme debajo de una roca y morirme ahí.
—Al menos… ¿yo te gusto? —Desvié la mirada. No era que no me gustara, era guapo, listo y divertido… Es que no me interesaba tener una relación con nadie, quería estar sola durante un tiempo. A demás… sí sentía algo por alguien, pero no era apropiado. —Entiendo… Quizás no sea el mejor momento para esto, debería de ser un poco más compresible con la situación en la que te encuentras. Si quieres, cuando todo pase podemos hablar de esto.
—Me parece bien, gracias. —Él me sonrió y terminó de vestirse. —Será mejor que yo también vaya por mi ropa, quiero regresar a la comisaría para… ¡Ah! —Dejé escapar un leve grito y me llevé las manos a la cabeza. La migraña comenzaba a ser casi imposible de controlar.
—¿Estás bien? Eso no parece resaca. —Kristian se acercó a mí, pero yo me alejé. —¿Yelina? No estás bien, debes ir a ver a un médico.
—Estoy bien, necesito mis pastillas para las migrañas. Siempre me pasa, no es nada del otro mundo. —Pero quizás sí debía ir al médico, esas pastillas estaban dejando de hacer el efecto que antes me producían.
—Debes ir al médico y lo harás ahora. —Se quedó observándome y luego me siguió al baño por mis pastillas. —Ve ahora, puedes dar eso como excusa sobre tu desaparición, te encontrabas mal y fuiste al doctor. —Era una buena idea, pero ya había perdido demasiado tiempo en tonterías tenía que seguir con el caso y salvar a Helena, por más mentiras que me hubiese dicho.
—Lo haré en otro momento. —Me tomé la medicina y suspiré tratando de relajarme para que el dolor no fuera tan fuerte, se suponía que era por estrés.
—Si no vas en estos momentos les contaré a todos que estuviste bebiendo como una posesa en un bar, que te emborrachaste y por eso no has ido a trabajar. Bebiendo en horario de servicio... —Maldito Zubok...
—¡Bien! Iré a ver a mi médico. —Fui a mi habitación y me vestí rápidamente. —Puedo conducir, no necesito de tu compañía esta vez. —Él rió y se puso sus zapatos. —Nos veremos en la comisaría, cierra bien cuando salgas.
—¿Ya te vas? —Me miró sorprendido mientras se ataba los cordones.
—No me gusta perder mi tiempo y hoy he derrochado mucho, cuanto antes acabe antes regresaré. —Salí de mi habitación con mi nuevo atuendo y cogí las llaves de mi coche, que estaban en la entrada. Me disponía a salir, pero regresé un par de pasos atrás para comprobar las palabras del abogado. Sí, mi ropa estaba tirada en el salón. ¡Qué vergüenza! Abrí la puerta y salí de mi apartamento.