El misterio de Helena Surchs

capítulo 18

Marcus Leviert era el nombre de la persona a quien debía buscar en aquella cafetería, jamás en mi vida lo había visto, al menos no lo recordaba. Por suerte Jack me envió una foto actualizada, de esa manera sería más fácil reconocer a ese doctor. ¿Doctor? No lograba imaginar por qué iría yo a un psiquiatra o hipnoterapeuta, pero lo descubriría en breve.

Entré en la cafetería con ciertas dudas, algo me decía que no entrara y que siguiera mi camino al trabajo, pero tomé aire y cerré la puerta detrás de mí. A diferencia del bar en el que había estado un par de horas antes, el lugar estaba bastante lleno, pero todavía quedaban mesas libres, por lo que decidí sentarme en una que tuviera un buen rango visual, de esa manera encontraría más fácilmente al tal Marcus y hablaría con él. Tomé mi teléfono y lo revisé una vez más para repasar la cara del ex doctor y poder así buscarlo entre los clientes y empleados. El hombre de la imagen tenía la piel blanca, carecía de pelo y usaba gafas. A través de sus lentes se podía apreciar el tono azul de sus ojos y un par de arrugas en ellos y el resto del rostro.

—Buenas tardes señorita, dígame qué le sirvo. —Levanté la vista de la pantalla para ver a la persona que me estaba hablando y… ¡Sorpresa! Se trataba nada más ni nada menos que de Marcus Leviert, el tipo a quien buscaba. No pude evitar que una sonrisa se dibujar en mi rostro y tras guardar mi móvil me decidí a hablarle.

—Buenas tardes. ¿Es usted el doctor Marcus Leviert? —El hombre parecía incomodo.

—Se equivoca, no soy médico, solo un simple camarero. ¿Qué desea pedir? —Golpeaba su libreta con el bolígrafo.

—Tal vez ahora solo sea un camarero, pero en un momento de su vida fue psiquiatra, por lo que tengo entendido usted me atendió cuando era pequeña y me gustaría hacerle unas preguntas. —Guardó su libreta.

—Disculpe, tengo más clientes a los que atender, por lo que si no va a pedir nada me retiraré, que tenga una buena tarde. —Marcus se dio la vuelta, ¿a caso se atrevía a huir de mí?

—Mi nombre es Yelina Cruz, tengo entendido que usted conoció a mis padres hace unos años, cuando contrataron sus servicios para mí. —El camarero se quedó quieto por unos segundos.

—Será mejor que se vaya, créame, es por su bien. —Retomó su camino. Al parecer no me quedaba más que usar mi as bajo la manga.

—Soy Yelina Cruz, agente del FBI y le pido amablemente que se siente y responda unas preguntas para mí. —Él se giró para mirarme, se veía muy sorprendido. —¿Va a responder mis preguntas? —Le pregunté una vez más mientras sostenía mi placa para que la viera. Él suspiró y se sentó frente a mí.

—¿Qué es lo que quieres saber exactamente? —Me miraba de arriba abajo, como si buscara algo en mí, algo que ya conocía.

—Hoy fui al médico por unos fuertes dolores de cabeza que siento hace un tiempo, la medicación ya no funciona y le pedí algo más fuerte, él me dijo que no me daría nada y que recurriera a ti. Por lo que me dijo, en algún momento de mi infancia, mis padres me llevaron a tu consulta, no sé para qué exactamente, pero creo recordar que sufría de ansiedad, quizás fue por eso. Mis dolores de cabeza suelen aparecer con el estrés. —Me quedé pensando en ello, era una buena posibilidad, pero tampoco estaba segura, no recordaba mucho de mi infancia, como muchos niños.

—Quiero dinero. —Sus palabras me tomaron por sorpresa. —Si tus padres descubren que hemos hablado son capaces de hacerme perder este trabajo y todos los demás que intente buscar algún día, necesito dinero por si eso algún día llega a ocurrir. —Mis padres eran personas poderosas y adineradas, sabía bien de qué eran capaces, por lo que comprendí el miedo de Marcus.

—Te pagaré, para mí el dinero no es un problema, pero quiero saber todo, por favor. —Él suspiró y asintió acomodándose en la silla en la que estaba sentado.

—Cuando tenías diez años tus padres aparecieron en mi consulta, habían oído que me dedicaba a la hipnosis y que además era psiquiatra, por lo que podía ayudar fácilmente a su pequeña hija. —Me miró y luego continuó. —Ellos me comentaron el caso, yo sin duda alguna acepté, creía que sería algo bueno para mi carrera si te ayudaba, por lo que me puse manos a la obra. Dime algo Yelina, ¿qué recuerdas exactamente de tu pasado? —Traté de hacer memoria.

—No mucho, recuerdo que mis padres nunca estaban debido a su trabajo, ellos me habían dejado con mi tía abuela, Julia, una mujer no muy simpática y que cuando cumplí diez años se fue a un convento. Me acuerdo de mis momentos con Helena, mi mejor amiga… Poco más a demás de eso. —Él se quedó en silencio por unos segundos, parecía estar buscando las palabras adecuadas.

—¿No tenías más amigas que Helena? —Su pregunta me resultó extraña.




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