Mientras conducía de camino a la comisaría no dejaba de pensar en lo que acababa de descubrir sobre mí misma. Me había pasado tres meses persiguiendo a un asesino en serie que secuestraba chicas jóvenes, luego las mataba y después las descuartizaba, cuando ya tenía lo que quería dejaba esparcidas las partes de los cuerpos por diversos lugares de la ciudad. Ese criminal nos había dejado dibujos y notas. ¡Se rió en nuestra cara durante tres meses! Y resulta que ese tipo, al que jamás pudimos pillar, quien nunca dejó una sola pista o prueba de los crimines… era yo. Era una asesina, una psicópata… Intentaba que mi cerebro procesara esa información, pero era imposible ni siquiera podía creerlo, no era capaz de aceptarlo.
Con cada segundo que pasaba sentía que me estaba volviendo loca. Si mi doble personalidad era ese asesino en serie significaba que había secuestrado a Helena. Yo había secuestrado a mi mejor amiga y le había cortado dos dedos mientras todavía estaba con vida. ¿Cómo iba a poder vivir con eso? No podía concebir la idea de haberles hecho eso a aquellas chicas, mucho menos podía con la idea de lastimar a Helena, esa era una de las razones por las que iba a ver a mi equipo, ellos podrían ponerse en contacto con Abby, la tendrían vigilada y después me encerrarían, porque obviamente con todo eso iba a entregarme. Debía de pagar por mis acciones.
Cuando llegué a la comisaría y detuve el coche cogí la carpeta con los dibujos y bajé. No me sentía lista para lo que estaba por pasar, pero nunca había sido una cobarde, debía afrontar las consecuencias de mis actos y lo que había hecho era algo demasiado horrible y asqueroso como para quedar impune. Empujé la puerta de cristal con cierto miedo, mi mente me decía que aún era el momento de escapar, todavía me podía ir, pero mi corazón me decía todo lo contrario. Tenía principios y valores, no podía huir.
Entré en el edificio y busqué con la mirada a alguno de mis compañeros mientras me dirigía a la sala donde nos reuníamos, esa sería la última vez en la que estaríamos ahí todos juntos, después de lo que estaba por suceder solo pasaría a ser uno de sus tantos sudes. En el momento en que había descubierto todo, mi vida había terminado.
Entrar o no a la comisaría no habría cambiado en nada, quizás me hubiesen atrapado o quizás no, pero vivir con todos esos recuerdos y sabiendo de que eres una asesina que puede matar nuevamente en cualquier momento sin darse cuenta… Eso no era vida. ¿Por qué Abby me había hecho eso? Se supone que las dobles personalidades surgen para proteger a la persona, no para arruinarle la vida. Una lágrima cayó por mi mejilla mientras abría la puerta de aquella sala, al entrar la quité de mi rostro.
—¡Yelina! —Mis compañeros estaba ahí, todos menos el abogado. —Nos tenías preocupados. —Paul se acercó a mí. —No te preocupes por lo que pasó antes, es comprensible tu respuesta ente eso. —No sabía cómo decirles a mis compañeros lo que estaba pasando.
—Sabemos que quieres encontrar a Helena, pero nosotros podemos hacerlo, somos un equipo, no trabajes sola en esto. —Colin estaba sentado sobre la mesa y me sonreía, yo no podía mirar a ninguno de ellos a la cara.
—¿Yelina? —Seth se levantó y se acercó a mí. Él era el único que sabía lo que estaba pasando, por lo que tenía verdaderas razones para preocuparse. —¿Qué pasa? —Bajé la mirada y luego suspiré.
—He encontrado al Ángel. —El grupo se quedó en silencio.
—¿De qué hablas? ¿Cómo que lo has encontrado? —Paul fue quien rompió el silencio. —Llevamos tres meses detrás de él y resulta que tú sola lo acabas de encontrar. ¿De qué hablas Yelina? —Le di la carpeta a Paul para que pudiera ver el contenido. —¿Qué es esto? —Mi compañero abrió la carpeta y sacó de ella los dibujos que Abby había realizado. —Estos dibujos los hizo el Ángel, reconozco los trazos… ¿De dónde los sacaste? —Colin le quitó las hojas a Paul para verlas y le dio algunas a Davina y Seth.
—Los encontré en el doble fondo de mi armario, no sabía que eso estaba ahí. —La mirada de mis compañeros estaba llena de confusión y me exigían una explicación. —Me acabo de enterar de que tengo un trastorno de personalidad. TID, tengo doble personalidad. —Se miraban los unos a los otros. —Mi otra parte se llama Abby, era una suicida, o eso me han dicho. Un terapeuta la “durmió” cuando yo tenía diez años y nunca recordé nada de eso.
—Abby. Me hablaste de ella, dijiste que era tu amiga imaginaria. —Asentí a lo que dijo Paul.
—Es lo que me hicieron creer. Abby en realidad es mi doble personalidad y no es una suicida, es una homicida. Abby es el Ángel de la muerte, es decir, yo lo soy. Vengo a entregarme y a pediros ayuda para encontrar a Helena, Abby debe de haberla secuestrado, pero yo no sé donde la tiene. —El silencio reinaba en la sala y la tensión que había se podía palpar fácilmente.