El misterio de la carta desaparecida

Capítulo 2. Huellas de desaparición

A primera hora de la mañana, el detective James Harper, bastón en mano y ojos severos y penetrantes, fue al despacho de abogados del señor Caulfield. El día acababa de empezar y la ciudad aún no había despertado del todo. El clima era inusualmente húmedo, y la humedad de Londres helaba hasta los huesos.

La oficina del señor Caulfield estaba en un pequeño edificio en la esquina de una de las calles más prestigiosas de Londres. Cuando Harper entró, fue recibido de inmediato por la señorita Allison, la secretaria del abogado, una mujer joven y enérgica con el pelo corto y oscuro y una mirada cautelosa. Estaba claramente nerviosa, y Harper lo notó desde los primeros segundos.

—Buenos días, señorita Allison —dijo Harper, saludando a su secretaria con una leve sonrisa—. —¿Le avisó el señor Caulfield de mi visita?

—Sí, por supuesto, señor Harper —respondió ella asintiendo con la cabeza—. – Dijo que se podía inspeccionar su despacho. Estoy dispuesto a ayudarte en todo lo que pueda".

Harper asintió, mirando alrededor de la sala de espera. La alfombra estaba un poco desgastada y los muebles eran estrictamente funcionales, sin excesivos lujos. Todo hablaba de la practicidad y austeridad del propietario, que estaba en consonancia con la reputación de Caulfield.

—¿Cuándo fue la última vez que vio esa carta? —preguntó Harper, mirando a la señorita Allison.

—El viernes por la noche, señor —respondió ella, temblando ligeramente—. Siempre guardo bajo llave los papeles del señor Caulfield, y él personalmente me dio esta carta para que la guardara. Al día siguiente ya no estaba".

Harper alzó una ceja. —¿Puedo inspeccionar el despacho del señor Caulfield? Necesito evaluar cómo pudo haber desaparecido".

La secretaria lo condujo a través de un pasillo estrecho y abrió la puerta del despacho. La habitación, diseñada en un estilo estricto, con paneles oscuros y estanterías pesadas, parecía ser un baluarte de orden y racionalidad. Sobre una enorme mesa de roble yacían pilas de papeles y carpetas delgadas, dispuestas como si hubieran sido especialmente alineadas.

Harper miró alrededor del escritorio y notó que una de las carpetas parecía fuera de lugar, con los bordes de las páginas ligeramente arrugados, como si estuvieran tratando de cerrarla a toda prisa. Señaló el expediente, y la señorita Allison, con una ligera vacilación, dijo: —Estos son asuntos que involucran a nuestro último cliente, el señor Brown. Pero yo... No los he tocado desde el viernes, honestamente".

El detective estudió cuidadosamente el contenido de la carpeta. Contenía extractos de documentos judiciales, cartas y varias impresiones, pero faltaba la carta que estaba buscando. Sin embargo, un detalle llamó su atención: en uno de los documentos apenas se notaban rastros de algún tipo de polvo. Rápidamente pasó el dedo por la superficie y, llevándoselo a la nariz, apenas olió el leve aroma.

—Extraño... —murmuró—. —Señorita Allison, ¿tiene el señor Caulfield en su despacho a alguien además de usted?

Ella frunció el ceño, recordando. —Bueno, aparte del señor Caulfield y yo, sólo había una persona que entraba en la oficina, y era el señor Roland Blake, un hombre de negocios. Insistió en una reunión personal con el señor Caulfield y pasó alrededor de media hora en la oficina.

Harper se quedó paralizada, escuchando cada palabra. – ¿Cuánto tiempo transcurrió desde la visita de Blake hasta que desapareció la carta?

"Doce horas, no más", contestó ella. "Se fue a última hora de la noche, y por la mañana la carta ya se había ido".

El detective asintió. Las pruebas se fueron acumulando poco a poco. Se dio cuenta de que el señor Blake definitivamente merecía más atención.

—Tendré que reunirme con el señor Blake y hacerle un par de preguntas —dijo Harper, sin quitar los ojos de la mesa—. —Pero primero, señorita Allison, ¿hay algún laboratorio o taller químico cercano que pueda utilizar un polvo como el que encontré en la carpeta?

Ella asintió, dudando un poco. "Sí, a solo un par de calles hay un pequeño taller donde hacen focas y, al parecer, hacen algunas mezclas químicas. ¿Crees que la carta podría haber sido llevada allí?

"Hasta ahora eso es solo especulación", respondió Harper. "Pero cada detalle es importante".

Después de salir de la oficina, Harper se dirigió al taller. En el camino, reflexionó sobre los posibles motivos de Blake y la conexión entre él y el caso. En el estudio, se encontró con un hombre bajo y delgado que olía a trementina y pintura. Harper fingió estar interesado en la fabricación de sellos, pero pronto pasó a la pregunta que le interesaba.

—¿Alguna vez has oído hablar de alguien que haya pedido pólvora o algo para destruir la tinta? —preguntó casualmente.

El maestro lo miró con atención, como si estuviera considerando si responder. —El otro día había aquí un hombre —respondió al fin—, alto, de gran figura, con un abrigo caro. Ordené una solución especial para la destrucción de documentos, de modo que no quedaran rastros".

—¿Y su apellido? —preguntó Harper, tratando de no traicionar su interés.

—Creo que se hacía llamar Blake —respondió el maestro, sonriendo—. "Esos clientes no vienen a menudo. Definitivamente está tramando algo".

Harper salió del taller sintiendo una oleada de satisfacción. Un polvo al azar en la carpeta podría ser la llave que abriría la puerta a toda la verdad. Pero aún quedaban muchas preguntas. ¿Por qué Blake hizo todo lo posible para ocultar esta carta? ¿Y es realmente el único involucrado?



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En el texto hay: detective, secreto, suspenso

Editado: 03.03.2025

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