-Marta querida. ¿Cómo estás?
Marta Fernández era, tal vez, la mejor bibliotecaria del submundo. Tenía una pequeña librería sobre la calle Corrientes muy poco concurrida. Con no más de cinco o seis ejemplares muy antiguos y en mal estado en la vidriera no llamaba demasiado la atención de los humanos, pero todos los brujos de Buenos Aires sabían que podían ir a buscar información a su comercio. “Lo que no tiene Marta, no existe” se decía.
-Guzmán. ¿Qué lo trae por acá?
-Necesito información sobre el Collar de Shen.
-¿Algo en particular?
-Cómo desactivarlo.
La bibliotecaria me miró por sobre sus anteojos con una mirada de desprecio que decía “quien se cree que es para manejar tan poderoso aparato” pero no discutió. Simplemente sacó un papel de debajo del mostrador, tomó una pluma y escribió unos símbolos que no pude reconocer. Un tipo de runas muy antiguas reservadas para los hechiceros de más alto rango.
Cuando terminó de escribir, el papel salió volando y se combustionó en el aire formando una llamarada anaranjada. De los restos del mismo, cayó un libro pequeño de tapa azul.
-Aquí tiene. –me dijo extendiendo el ejemplar que acababa de caer frente a ella.
-Gracias.
Lo abrí y descubrí que estaba escrito con hànzì así que levanté la vista hacía Marta.
-¿Serías tan amable? No leo chino.
-A veces me olvido que sos casi un humano. –me dijo hastiada y con dos movimientos oscilantes de las manos sobre el escrito, las letras cambiaron a caracteres latinos.
“Leyendas de China” citaba el título. Pasé las primeras páginas hasta encontrar el índice y salté inmediatamente a la página que hablaba del Collar de Shen.
La primera parte ya la conocía: “…regalo del Dios Lei Shen a su esposa Dian Mu, el collar estaba formado por cinco cristales. Los mismos, en orden de menor a mayor eran: Garúa, Lluvia, Tormenta, Monzón y Diluvio. Cada vez que Dian Mu soplaba sobre uno, su efecto era el de su nombre…” Y después había una sección sobre la fragmentación de Wolf: “... Al ver su gran poder, el alquimista Alexander Wolf separó los cinco cristales y los guardó en cajas de álamo negro. Cada caja fue entregada a un Consejo de cada continente, para que fuera más difícil reunir nuevamente el collar y utilizar todo su poder.” Seguí leyendo hasta que por fin encontré lo que buscaba. Cerré el libro y se lo devolví a Marta.
-Ande con cuidado Guzmán. –me dijo la bibliotecaria mientras hacía desaparecer el libro.
-No se preocupe Marta, no es mi primer rodeo.
-No me refiero al collar. Hay rumores. La gente habla. –dijo con un aire de misterio.
-¿Qué clase de rumores? –sabía que quería hacerse desear y le seguí el juego, aunque sea un poco.
-Dicen que hay un hechizo muy poderoso y antiguo. Uno que requiere de un ingrediente casi imposible de conseguir.
Sabía que se refería a mi sangre, así que me interesó escuchar más. Si había un rumor que mi sangre era necesaria para un hechizo especial mi vida estaba en peligro. Muchos no se conformarían con solo unas gotas.
-¿Qué hace este hechizo?
-No lo sé. Pero se habla que es la llave para traer de nuevo al oscuro.
Ninguno necesito aclarar que estaba hablando de Malleus. Ambos sabíamos lo terrible que resultaría si los rumores eran ciertos.
Sin decir nada más, asentí con preocupación y salí de regreso a la tienda de Xiàng para conseguir provisiones.