Era una mañana soleada en el hermoso Madrid, mi querida ciudad natal. Desde mi habitación en la enorme mansión familiar, podía ver los rayos del sol acariciar los jardines perfectamente cuidados. Aquella era la infancia dorada de la que disfruté como una niña privilegiada.
Nací en el seno de una familia adinerada y respetada, con raíces españolas que se remontaban generaciones atrás. Mi padre, un hombre influyente en el mundo político y empresarial, era el orgulloso dueño de una próspera empresa en España. Y mi hermana mayor, Noelia, estaba destinada a convertirse en la heredera de ese imperio.
Desde muy pequeña, admiraba a Noelia. Ella era la personificación de la elegancia y la inteligencia. La veía como una figura a seguir, una líder en potencia que caminaba con gracia y seguridad por el mundo. Aunque éramos diferentes en muchos aspectos, siempre anhelé su aprobación y su amor fraternal.
Pero la vida de una niña privilegiada también tenía sus desafíos. Mi padre, preocupado por nuestra educación y queriendo expandir nuestros horizontes, decidió que nos mudaríamos a Francia. Aquella noticia me tomó por sorpresa y, aunque sentí un pellizco en el corazón al dejar atrás mi amada patria, sabía que era una oportunidad única.
Así fue como llegamos a la hermosa ciudad de París. Dejamos atrás la calidez de mi hogar para sumergirnos en un nuevo ambiente, lleno de cultura y sofisticación. Nos instalamos en una elegante residencia, donde la opulencia y la belleza se entrelazaban a cada paso. Sin embargo, a pesar de las comodidades que nos rodeaban, mi corazón siempre anhelaba el aroma a tierra española.
En Francia, continuamos con nuestros estudios en las mejores instituciones educativas. Los días se sucedían entre clases de piano, lecciones de etiqueta y conversaciones en francés. Aunque en ocasiones me sentía abrumada por las expectativas impuestas, sabía que estaba recibiendo una educación privilegiada que abriría puertas en mi futuro.
Mis pensamientos siempre volvían a Noelia. A medida que crecíamos, nuestra relación se volvía más compleja. Nuestro vínculo fraternal se mezclaba con una sutil rivalidad, ya que ambas ansiábamos destacar en nuestro propio camino. Noelia era la futura heredera, mientras que yo buscaba encontrar mi lugar en el mundo, aunque fuera a la sombra de su brillantez.
La infancia dorada en Madrid había quedado atrás, pero mi determinación y mi amor por mi familia me impulsaban a seguir adelante. Sabía que el camino hacia mi verdadero destino aún estaba por descubrirse, y estaba dispuesta a recorrerlo con valentía y pasión.
Así comenzó mi historia, la vida de Sara, la niña privilegiada que creció en un mundo político y que admiraba a su hermana mayor, Noelia. Una historia de sueños, desafíos y la eterna búsqueda de mi lugar en este complicado mundo.
Editado: 20.06.2023