Al amanecer, Mei-Lin, Stiven y el anciano Zheng se reunieron en la entrada de la casa, listos para emprender el viaje hacia la cura.
Nick, aún débil pero determinado, se acercó a ellos.
- Por favor, tengan cuidado. No soportaría que les pasara algo por mi culpa.
Mei-Lin le dedicó una mirada cálida.
- No te preocupes, Nick-san. Volveremos con la cura, te lo prometo.
Stiven asintió con resolución.
- Confía en nosotros. Haremos todo lo necesario para encontrar la solución a tu problema.
El anciano Zheng les hizo una seña, indicándoles que era hora de partir.
- Debemos irnos. El camino será largo y peligroso, pero estoy seguro de que juntos lo lograremos.
Nick los vio alejarse, sintiendo una mezcla de ansiedad y esperanza. Sabía que su recuperación dependía del éxito de esa misión, y rezaba por la seguridad de sus compañeros.
Mientras tanto, Mei-Lin, Stiven y Zheng se internaron en las profundidades de las montañas, guiados por la sabiduría del anciano y la determinación de encontrar la cura que tanto necesitaban.
A medida que avanzaban, el sendero se volvía más escarpado y sinuoso, exigiendo todo su esfuerzo y concentración. Debían sortear peligrosos acantilados, cruzar caudalosos ríos y escalar empinadas laderas.
En más de una ocasión, el cansancio y las dificultades amenazaban con detenerlos, pero la convicción de ayudar a Nick les daba la fuerza necesaria para continuar.
Finalmente, después de horas de ardua travesía, llegaron a un claro en medio de la densa vegetación. Zheng se detuvo, contemplando el lugar con reverencia.
- Hemos llegado. Aquí es donde se encuentra la planta medicinal que necesitamos.
Mei-Lin y Stiven intercambiaron una mirada esperanzada, sabiendo que el final de su misión estaba cada vez más cerca.