Mientras Nick, Mei Lin y Stiven se entrenaban arduamente, en las sombras se urdía un plan siniestro.
En una cámara oculta, el Maestro Oscuro y sus lugartenientes discutían sus próximos movimientos.
"El joven elegido se está volviendo cada vez más poderoso. Debemos actuar pronto antes de que se vuelva una amenaza demasiado grande", dijo uno de los generales.
El Maestro Oscuro asintió lentamente, su mirada llena de malicia. "Así es. Nuestro momento ha llegado. Es hora de liberar a los Señores Demoniacos de sus prisiones".
Los lugartenientes se miraron con inquietud.
"Pero, ¿no será peligroso? Los Señores Demoniacos son seres de una oscuridad sin igual. Ni siquiera nosotros podremos controlarlos por mucho tiempo", advirtió uno de ellos.
"Es un riesgo que debemos correr. Con el poder de los Señores Demoniacos de nuestro lado, nada podrá detenernos. El mundo se rendirá ante nosotros", respondió el Maestro Oscuro, una sonrisa retorcida en su rostro.
Uno a uno, los lugartenientes asintieron, su codicia y ambición nublando su juicio. Comenzaron los preparativos para liberar a los Señores Demoniacos de sus milenarias prisiones.
Mientras tanto, en el dojo de Zheng, Mei Lin y Stiven finalizaban su entrenamiento del día, exhaustos pero satisfechos con sus progresos.
"Siento que cada vez somos más fuertes. Pronto estaremos listos para lo que sea que nos espere", dijo Mei Lin, secándose el sudor de la frente.
Stiven asintió, su mirada resuelta. "Sí, y estaremos allí para apoyar a Nick cuando llegue el momento. Nada ni nadie podrá detenernos".
Poco sabían ellos que en las sombras, una amenaza mucho más aterradora se estaba forjando, lista para emerger y desatar el caos sobre el mundo.