La maldición.
La tarde cae en el árido y escabroso campo de batalla en la sierra de cinocéfalas, en Tesalia - Grecia, el temible enemigo del reino de Macedonia, los romanos, avanzan, más de nueve mil muertos y centenares de heridos dejan a su paso después del enfrentamiento, el procónsul al mando del ejército romano, Tito Quincio Flaminio, hojea el mapa y levanta su mirada al horizonte, señala el próximo objetivo, le ordena al coronel Decio Emilio comandar una legión para llegar a Atenas, tomarla significa la victoria definitiva pero antes de llegar ahí deben pasar por un pueblo llamado Zina que se encuentra a los pies del monte Eta, es un pueblo pequeño y no se espera que hayan inconvenientes, además es una buena oportunidad para abasterse de suministros.
- todo marcha a la perfección, pasado mañana llegaremos al pueblo, estaremos ahí por un día y luego partiremos a Atenas, hoy por lo pronto descansaremos, mañana comenzamos la marcha - es la orden dada por el coronel.
Mientras tanto en el mencionado pueblo llegan muy cansados dos espías enviados por orden del sacerdote supremo llamado Blagoj y éstos les dicen.
- señor el enemigo finalmente a vencido en batalla, el rey Filipo V de Macedonia ha huido y su próximo objetivo es Atenas, llegaran aquí en dos días.
- van a pasar por el pueblo, los romanos no tienen piedad, nos mataran a todos! - grita con angustia el otro.
Todos en el recinto comienzan a murmurar mucho, el temor y la incertidumbre se apodera de los monjes, el sacerdote con voz fuerte les dice.
- silencio!... señores se que estas noticias les han afectado mucho, de hecho a mi igual, pero debemos mantener la calma... ciertamente el enemigo tiene los ojos puestos sobre nuestro pueblo, el pueblo de nuestros padres y de nuestros hijos, debemos luchar por eso, es obvio que no tenemos la fuerza militar para hacerles frente, pero tenemos una esperanza... confíar en los dioses - no podía ocultar la emoción mientras hablaba por lo que iba a ocurrir.
Él ordenó que hiciesen reunir a todo el pueblo, hombres, mujeres, jóvenes, niños y les habló a gran voz.
- amado pueblo de Zina!... el enemigo, los romanos, asechan nuestras vidas, ellos irremediablemente llegaran aquí - la gente se asombró en gran manera - calma!, nosotros no nos marcharemos, no huiremos de nuestra tierra... hay una forma, algo que podemos hacer para contrarrestar la ofensiva sin que ninguno de nosotros muera... es necesario un sacrificio!, los dioses serán los que nos protegerán, para esto es imprescindible que se sigan todas mis instrucciones, mañana antes de ocaso traigan ante mi diez doncellas vírgenes, esta es la única opción que nos queda.
La gente murmuraba pero no les quedaba otra opción, unos intentaron ayudar a escapar a unas muchachas pero fueron apresados, el día despues al atardecer fueron presentadas ante el clero, encabezado por Blagoj, las diez doncellas vírgenes como había ordenado.
- no tengan miedo hijas mias, tres de ustedes se convertirán en el instrumento de los dioses, serán nuestras salvadoras, tendrán el honor de defender al pueblo y a nuestro reino de la espada de Roma - les decía tratando de calmar a las asustadas y temblorosas jóvenes.
Para elegirlas colocaron frente a ellas tres jaulas, abrieron la primera y salio una cabra blanca, ésta caminó directamente hacia los pies de la tercera joven.
Se abrió la segunda jaula y salió una serpiente de cascabel que se dirigió hacia la décima y se posó sobre los pies de ella mas no la mordió.
De la tercera jaula un águila leonada cubrió los hombros de la quinta muchacha, de esta manera fueron escogidas las tres vírgenes para el sacrificio.
Las jóvenes fueron purificadas en agua con hierbas aromáticas y perfumes, vestidas con túnicas finas de seda y adornadas con pendientes de oro, plata y piedras preciosas, luego en todo momento debían estar al lado del animal que la eligió, el nombre de la primera joven es Alida y tiene la cabra atada a su muñeca con una cuerda, la que tiene la serpiente se llama Delia y la tercera Cyrene tiene sobre su hombro el águila, cuando estuvieron listas Blagoj les indicó que debían subir al templo en lo alto de la montaña, ese era el lugar propicio para llevar a cabo el ritual predestinado por los ancestros.
Subieron cientos de escalones, llegaron y entraron al templo de grandes columnas, nadie tenia permitido ir ahí excepto por el sacerdote, con una antorcha encendió unos grandes candelabros que iluminó todo el salón, luego se dirigieron por pasillos como laberintos y llegaron al lugar, habían tres habitaciones a un costado derecho al final de un pasillo, él les dijo.
- vayan a una habitación cada una - les ordenó con prisa.
Las jóvenes sollozaban - señor porqué nosotras debem... - trataron de preguntar.
- silencio! No discutan y obedezcan, deben hacer esto por el bien de todo el pueblo!, solo hagan lo que les digo.