El Momento Eterno

1. Como una película

AÑOS ATRÁS

—Te vas a divertir —papá afirma.

Creo que su idea de divertir y la mía son muy diferentes. A pesar que estar aquí tiene varias cosas buenas como disfrutar de la playa y ver a mis abuelos, no tengo ánimos de nada.

—Seguro —susurro.

Grace termina de trenzarse el cabello. —Yo estoy lista para broncearme y nadar en el mar.

Bajo la mirada, ella siempre está lista para vivir la vida como se supone y yo, siempre hago todo lo contrario.

Recuesto mi frente en el vidrio del auto viendo a las personas paseando afuera, quizás por dentro la están pasando mal pero cada una de ellas se ve sonriente.

Unos minutos después nos estacionamos frente a la casa de verano, mis abuelos ya están afuera esperándonos. Sonrío al ver a mi abuela con un vestido floral largo y a mi abuelo con una camisa azul brillante.

Bajo sin ganas y me dirijo al maletero, mis abuelos se acercan con sonrisas y saludos.

Grace se lanza en los brazos de mi abuela. — ¡Te extrañé! —Luego va con mi abuelo—. También a ti.

Yo les abrazo igualmente, aunque mucho más calmada.

—Todo está listo para ustedes —la abuela afirma—. Ya pueden ir a descansar.

El abuelo asiente. —Y yo tengo que ir a la tienda pero los veo más tarde.

Doy un paso hacia él. —La tienda, um, ¿quieres que vaya desde hoy?

Mi abuelo tiene una tienda de variedades, de esos lugares donde venden cuadros, llaveros, camisetas y café por supuesto. Es una tienda donde puedes encontrar recuerdos para llevar o hacer recuerdos.

— ¿Quieres venir desde ahora? ¿No prefieres descansar? Puedes ir a la playa —pregunta mi abuela mientras siento la mirada de mi padre.

Me encojo de hombros. —Quiero ir ahí.

Papá junta las cejas. —Annie, no tienes que trabajar, lo sabes.

Asiento. —Lo sé pero quiero hacerlo —de esa forma será más fácil lidiar con todo, estaré distraída y dejaré de pensar demasiado.

Mi abuela sonríe. —Claro, además pasará tempo con su abuelo, ¿no? La hemos extrañado.

Grace cruza sus brazos. — ¿Qué hay de mí? ¿No me han extrañado?

El abuelo le sonríe. —Claro que sí, a ti también, tú puedes ir a la tienda con nosotros igualmente.

Arruga la nariz. —En realidad, quiero y necesito broncearme, pero pasaré por ahí ocasionalmente.

El abuelo junta sus manos y me mira. —Bien, después que termines de dejar tu maleta ven conmigo, te espero.

Me apresuro a tomar mi maleta y entro corriendo a la casa, sé cuál es mi habitación así que ni siquiera me detengo a preguntar. Voy al fondo, empujo la puerta y la dejo a un lado de la cama, luego regreso a la parte de abajo.

Papá está entrando varias maletas al mismo tiempo, iba a pasar a un lado de él pero me habla. —Annie.

Suspiro y lo volteo a ver. — ¿Si?

—Creo que deberíamos hablar, es importante que sepas que…

—Ahora no —miro al frente de la casa, Grace sigue hablando con los abuelos—. No quiero atrasar al abuelo.

Asiente, resignado y sigue con su camino.

Salgo de nuevo, recojo mi cabello en una coleta de lado con el elástico que llevaba en la muñeca y me acerco al abuelo, dándole la espalda a los rayos de sol para que no me golpeen en el rostro.

— ¿Lista?

Asiento. —Lista.

Caminamos con mi abuelo la distancia entre la casa y la tienda. Él no parecía nada molesto por el sol o el calor, mientras que yo me cubría el rostro con la mano extendida y soplaba mi rostro con los dedos.

Finalmente llegamos, él toma la llave de su bolsillo en la camisa y abre la puerta. Me deja pasar primero y automáticamente me siento más fresca. Aquí ya no hay tanto calor y el sol ya no quema mi piel.

Respiro profundo, huele a café, canela y algo como manzana pero seguro por algún desinfectante para pisos. Miro el lugar, a los lados están varias estanterías con diferentes artículos que los visitantes pueden comprar, en medio hay una estantería con más artículos y al fondo una pequeña barra para bebidas y café.

Seguro que venden el típico café caliente pero este lugar siempre ha sido famoso por los batidos de helado de vainilla y café, una especialidad de mi abuelo aparentemente.

Del otro lado está el mostrador, una puerta que dirige a un cuarto de descanso y otra puerta más donde hay un baño. Todo es de madera y todo tiene una temática del mar, con conchas, peces dibujados y barcos pequeños.

— ¿Qué necesitas que haga? —pregunto, viendo los cuadros ubicados en la parte de arriba de las estanterías, pinturas de playas y atardeceres de colores.

—Bueno, ya tengo algunos empleados que se encargan de ciertas funciones, están por venir —asegura—. Así que tú puedes hacer lo que puedas, no hay problema.

Lo miro, juntando las cejas. —Vamos abuelo, no quiero que me pagues solo por ser tu nieta, quiero ayudarte.

Sonríe y asiente. —Bien, bien, en ese caso ayúdame en la parte de afuera, ve a colocar las sillas y a extender las sombrillas, luego puedes ser quien le da la bienvenida a las personas.

En realidad eso no suena como una gran función pero supongo que mi abuelo no pudo negarse a que lo ayudara a la tienda y quiso darme un trabajo simple. —Está bien —digo.

Acomodar mesas y saludar personas no es lo que había planeado, pensaba que quizás podía ayudar en la barra de café o a mostrarles los objetos a los visitantes de la tienda.

Salgo de nuevo, moviéndome hacia el área con sombra gracias a una columna de madera y suspiro, luego voy a una de las cuatro mesas metálicas que hay afuera para bajar las sillas y colocarlas en su lugar. En el medio de ellas, hay una sombrilla de colores, con cuidado abro la primera.

Me muevo con las otras mesas y en la última, tengo un poco de problema para abrir esa. Lo intento varias veces pero es más rígida que las otras.

— ¿Necesitas ayuda? —alguien dice.

Me giro para encontrarme con un chico alto, de cabello rizado y una pequeña capa de vello facial. Luce como de mi edad y también luce bastante atractivo. —Ah… creo que sí.




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