—Abuelo, tienes que darme más trabajo —me recuesto en el mostrador.
Él me sonríe. —Annie, ya tienes tu trabajo y es más que suficiente —la chica de mechones azules, Jazmin, me da una mirada y continua preparando una bebida para una chica de unos catorce años.
—Pero no es suficiente —digo—. Quiero ayudarte, de verdad.
Me da unas palmadas en el brazo. —Mañana te daré algo más por hacer sin embargo hoy ya has terminado, vamos a cerrar en una hora.
Miro el reloj, son las cuatro de la tarde. — ¿Tan temprano?
Afirma con un gesto. —De lunes a viernes cerramos a las cinco, de viernes a sábado cerramos a las nueve y el domingo a las siete —explica—. Es mejor así, funciona para los visitantes y para nosotros.
—Ah, ya veo —digo.
Sacude su mano. —Pero tú eres libre de ir y venir cuando quieras, lo sabes.
Suspiro. —Si haces eso tus otros empleados se molestaran.
—Mira —sonríe—. Eres mi nieta y nadie se molestará contigo o conmigo, así que te recomiendo que vivas tu juventud y no te quedes aquí conmigo todo el verano.
Junto las cejas. —Estoy viviendo mi juventud además me gusta estar contigo y con la abuela —afirmo.
Estira su mano y aprieta mi mejilla. —Mi Annie, eres tan dulce —retira su mano—. Pero toma mi consejo pequeña, sal y ve a la playa, este lugar es bastante seguro no te preocupes, ¿tienes tu teléfono, verdad?
Asiento. —Lo tengo.
—Ve —me guiña un ojo—. Le prometí a tu padre ayudarte con, bueno, ya sabes.
Ruedo los ojos. —Tal vez él debería ayudarse y dejar de meterse con las otras personas.
Hace una mueca. —No seas tan dura con él.
Bajo los hombros. —Está bien, iré un rato a la playa pero llámame cuando vayas de regreso a casa, quiero caminar contigo.
Sonríe. —Claro, te recomiendo que te quedes en esta área, no vayas por el muelle, aquí te tendré cerca.
—Está bien —respondo.
Me giro y paso a un lado de Leo quien está mostrándole a una señora un adorno de cristal, cruzo la puerta y voy hasta el otro lado de la calle.
El sol aún no se oculta pero ha perdido su intensidad, ya no quema mi piel como hace unas horas. Veo a mí alrededor disfrutando de este escenario veraniego, observando a varias personas caminando con sus perros, otras con trajes de baño dirigiéndose a la playa y algunas otras tomando fotografías de todo lo que les parezca interesante.
Sigo avanzando hasta llegar a la parte donde comienza la arena, esquivo a un par de turistas que caminan sin dejar de ver hacia el mar y me acerco al agua. Más adentro veo que hay algunas personas con tablas de surf aunque solo están flotando, las olas no están tan altas ahora mismo.
No sé nada de surf pero asumo que están esperando a que crezcan un poco más.
— ¿Buscas un instructor de surf? —preguntan a mi lado.
Levanto el rostro y veo a Marcus. —Ah, hola —sonrío—. Um, creo que para hacer surf necesitas equilibrio y yo no tengo.
Sonríe también, unas delgadas líneas se le marcan a los lados de su boca. —Creo que todos podemos aprender, ¿sabes nadar?
Entorno los ojos. —Sé flotar.
Amplía su sonrisa, mostrando los dientes. —Eso es un buen comienzo.
El viento mueve el cabello a mi rostro, lo acomodo detrás de mi oreja. — ¿Tú das clases de surf?
Mueve la mano. —No, mi tío pero yo lo ayudo. Necesitas una acreditación para eso aunque si me lo preguntas, creo que soy mejor que él.
Sigo sonriendo como tonta, algo que no he hecho en mucho tiempo. —Genial.
Marcus estira los brazos por encima de su cabeza. —Es una buena tarde de verano, ¿no?
Puede que sí, el mar siempre es bello pero todo ha mejorado gracias a este chico que conocí hoy. —Sí.
Mira hacia atrás. —Entonces, si trabajas en la tienda, ¿no?
—Sí —respondo, señalo su camiseta—. Y tú también.
—Y yo también —entorna los ojos, viendo hacia el mar—. Pero ninguno está en las tiendas ahora mismo.
Sonrío. —Lo sé, mi excusa es que mi abuelo quiere que viva mi juventud o algo así.
—Qué hombre tan sabio, por eso me cae bien —afirma—. Mi excusa es que mi tío tiene demasiados sobrinos y no nos paga realmente, pero nos alimenta.
Sonríe y es probable que esté bromeando en la parte de no pagarles. —Entiendo.
Marcus se mueve unos pasos y se coloca frente a mí. —Entonces, Annette, ¿Quieres vivir tu juventud?
Me encojo de hombros. —Creo que lo estoy haciendo.
Marcus asiente. —Puede que sí, ¿no tienes planes para el verano? ¿Vienes con tus amigos? ¿Tu chico?
Bufo. —Vengo con papá y mi hermana. Mis planes para el verano son estar en la tienda con mi abuelo y pasear con mi abuela los fines de semana.
—Eso suena a las vacaciones perfectas —asegura, con un tono de humor—. Pero si tienes espacio en esa agenda, ¿te gustaría hacer algo más tarde?
Veo hacia el mar y luego a él. — ¿Más tarde?
Levanta el dedo índice. —Tranquila, nada ilegal o controversial, estaba pensando en que jamás te he visto por aquí y quizás quieras ver como se ve este lugar por las noches.
Un momento, acaso Marcus está invitándome a salir. —Eh, bueno…
Levanta ambos brazos, como si estuviera rindiéndose. —Bien, demasiado pronto, ¿no? En ese caso, hagamos algo distinto, ¿a qué hora entras mañana a la tienda?
Niego. —No tengo horario según mi abuelo, pero abre oficialmente a las nueve.
—Entonces… —sonríe—. ¿Puedes venir a las ocho y media? ¿Aceptas o será mejor que me vaya y finja que no he sido rechazado por mi vecina de trabajo?
No puedo evitar sonreír también. —Está bien, acepto —digo—. Aunque… um, solo para que sepas, rechacé tu plan de la noche porque no creo que mi padre me dé permiso a salir tarde y le prometí a mi abuelo que regresaría a la casa junto con él.
Marcus pasa los dedos por sus rizos. —Entendible, no te preocupes, te esperaré temprano y haremos algo que valga la pena tu juventud.
Bufo. — ¿Cuántos años es que tenías?
—Diecisiete —responde—. Así que supongo que yo también viviré mi juventud, ¿no?
#352 en Joven Adulto
#5043 en Novela romántica
amor de verano, secretos amor verdadero y complicado, opuestos se atraen
Editado: 16.03.2025