Salgo de la tienda y recostado en un poste de luz, está Marcus.
—Pensé que hoy saldrías antes como ayer —afirma—. Pero no importa, me dio tiempo a ver como las nubes pasan de un lado al otro.
Muerdo mi labio inferior para no sonreír. —Lo siento, hoy quise quedarme un poco más.
La puerta se abre de nuevo, es Leo. —Eh, Marcus, ¿Qué tal?
Marcus lo mira y baja el rostro. —Hola Leo.
Seguido salen Jazmin, estaba sonriendo hasta que mira a Marcus. —Um, ¿hola?
Marcus solamente levanta la mano para saludar.
—Oye amigo, iremos al muelle, ¿vamos? —Leo pregunta, acercándose.
Marcus mueve sus ojos a mí. —Tengo planes.
Mi corazón pega un salto.
Mi abuelo sale ahora y cierra la tienda con la llave, luego se gira. —Bueno chicos, nos vemos mañana.
Jazmin mueve todo su cabello a un lado cuando el viento la despeina un poco. —Adiós, nos vemos.
Doy unos pasos hacia mi abuelo. —Um, te veo después.
Me toca la mejilla. —Claro, diviértete sanamente.
Jazmin espera a que mi abuelo esté unos metros alejado y luego camina a un lado de Marcus. — ¿No vienes al muelle?
Marcus empuja un rizo con el dorso de su mano fuera de su frente. —No, tengo algo que hacer —vuelve a verme.
Jazmin entorna los ojos. —Um, íbamos a ir junto con Ana.
Marcus eleva su ceja. — ¿Ah, sí?
Los rayos del sol iluminan la mitad de mi rostro así que uso mi mano para cubrirme. —En realidad, yo…
Leo le da una palmada en el hombro. —Vamos amigo, ven con nosotros.
Marcus niega, se despega del poste y camina hacia mí. — ¿Qué quieres hacer tu, Annette?
Puede que sea un error o puede que sea una buena decisión, esas pequeñas decisiones que resultan en algo grande. Bueno o malo.
—Creo que yo no iré al muelle —murmuro.
Jazmin resopla. —Claro, vámonos Leo.
Leo se encoje de hombros. —Vamos.
Ellos se alejan y yo solo bajo la mirada, me giro para apartar mi rostro del sol. Marcus sigue a mi lado, de pie, en silencio.
— ¿Todo bien? —pregunta finalmente.
Subo mis ojos a los suyos, son marrones claros, como una piscina de miel. —Todo bien, ¿Qué quieres hacer ahora?
Sonríe, noto sus pequeños lunares por todo su rostro, la primera vez que los noté pensé que eran pecas por su tamaño, son casi invisibles. — ¿Quieres explorar Flores conmigo?
Trago saliva. —Supongo.
—En ese caso, vamos al lado contrario del muelle —se inclina un poco—. ¿Qué tan interesante consideras el arte?
Levanto y bajo los hombros. —No lo sé, no sé nada de arte —solo sé que papá ha pagado mucho dinero por algunos cuadros para la casa.
—Veras, ahora mismo hay una exposición de arte en la playa, por allá —señala hacia el lado derecho—. Creo que te gustará, ¿vamos?
—Vamos —repito—, ¿hoy no tengo transporte?
Suelta una pequeña risa. —Pues no, lo siento, la dejé adentro de la tienda pero si quieres puedo llevarte en mi espada hasta allá.
Resoplo. —No, vamos a caminar.
—Caminar suena como un gran plan —afirma.
Así comenzamos a andar aunque por la dirección en que nos movemos, tenemos los rayos del sol golpeándonos justo en el rostro. La sensación es cálida y un poco molesta porque tengo que entornarlos para que no me moleste.
—Espera —pide, se mueve frente a mí y se ubica en el ángulo correcto para crear sombra con su cabeza—. Listo ahora sigamos.
Junto las cejas. — ¿Vas a caminar de espaldas? Te vas a caer.
Se mueve con pasos cortos. —Tú tienes que guiarme, ¿sí? Al menos hasta que crucemos y el sol ya no te moleste.
Sacudo la mano. —No importa, mejor camina normal.
—Estoy caminando normal —afirma—. ¿Voy bien, no?
—Ni siquiera sé a dónde voy —respondo.
Él mira por encima de su hombro. —Ah, sí, voy bien.
—Marcus, pues caminar bien, enserio —le digo, viendo la calle asegurándome que no se tropiece con nada.
—Estoy caminando bien —sonríe—. A menos que quieras ser tú la que vaya de este modo.
—No soy tan buena como tú —bromeo.
Marcus continua caminando hacia atrás hasta que cruzamos y finalmente se coloca a mi lado. Al avanzar un poco más escucho música lejana, que con cada paso va en aumento.
— ¿Por cuánto tiempo estarás aquí? —pregunta.
Mis ojos siguen el camino de un ave volando por encima de nosotros. —Bueno, lo que dure el verano.
—Y después, supongo que irás a una gran universidad, ¿no? —entorna sus ojos.
—Algo así —respondo—, voy a la escuela de leyes.
Marcus se detiene. — ¿De verdad? Vaya, eso es impresionante —estira su mano hacia mí—. Estoy saludando a la futura presidenta de este país.
Tomo su mano solo porque me gusta sentir su tacto. —Mucho gusto.
Sigue estrechando nuestras manos. —Tienes mi voto, necesitamos más mujeres al poder.
Sonrío. —No es como si ir a la escuela de leyes signifique que terminaré en política.
—Aun así —me suelta—. ¿Es algo que te apasiona?
Hago una mueca. —Me interesa y eso es suficiente, supongo.
Marcus me observa por un instante y luego, se acerca para señalar hacia la playa. —Ahí está, mira.
Giro mi cabeza, sintiendo aun su cercanía. — ¿Qué hacen?
Veo a un grupo de personas sentadas viendo hacia el mar y en la espalda hay otras quienes están pintando sobre sus camisetas blancas, las personas que sirven de lienzo sostienen una sombrilla cubriéndose del sol.
—Arte —Marcus dice—. Ven a ver, es genial.
Marcus toma mi mano y yo lo dejo. Intento no pensar en lo que Jazmin y Sharon dijeron, en como Marcus solo puede estar viéndome como su siguiente conquista. Tal vez sea así pero me estoy divirtiendo y si intenta algo, lo detendré.
Bajamos a la playa acercándonos a la primera persona que está creando un atardecer en esa camiseta.
Alrededor de los demás pintores hay varios curiosos tomando fotografías, algunos más se acercan a inspeccionar los detalles y un par de chicas jóvenes se graban frente a ellos.
#96 en Joven Adulto
#2425 en Novela romántica
amor de verano, secretos amor verdadero y complicado, opuestos se atraen
Editado: 22.04.2025