El Momento Eterno

5. Tienes el sol en tu mirada

— ¿A dónde vas? —Grace sostiene una taza con café cuando la encuentro en la cocina.

Me encojo de hombros. —Caminar, por la playa.

Arruga la nariz y da un trago. — ¿Dónde estabas ayer? El abuelo dijo que te quedaste con unos amigos —da otro sorbo y sonríe—. ¿Qué amigos?

Miro hacia el reloj, no necesito que Grace me atrase para verme con Marcus. —Solo algunas personas —aunque en realidad, no es más que una persona.

Suspira y se recuesta en la encimera. —Um, por cierto la próxima semana invité a Jackie y a Evie.

Inclino la cabeza. — ¿Las invitaste? ¿Aquí?

Sacude la mano. —Papá está bien con ello, solo se quedaran una semana de todas formas.

Toco mi cabello. —Bien, genial.

—Ajá —toma otro sorbo—. ¿Puedo caminar contigo?

—No —respondo demasiado pronto—. Digo, no quiero que… no creo que tú quieras ir conmigo ahora, suelo acelerar el paso y…

Suelta una carcajada. — ¿TÚ? ¿Correr? Anne no mientas, ¿te verás con un chico, no?

Niego, no quiero que diga nada a papá. —En serio, solo intento hacer cosas diferentes en verano —aclaro mi garganta—. Debo irme, me gusta tomarme un tiempo para mí antes de trabajar.

Bufa. —Como quieras, pero ten en cuenta que papá ya está un poco cansado de tu aislamiento.

Resisto mis ganas de rodar los ojos. —Te veo después.

—Usa protector solar —sonríe—. Y desodorante, ¿te lavaste los dientes? En caso tengas un chico por ahí en la playa.

Ahora sí, pongo los ojos en blanco. —Adiós Grace.

No espero su respuesta, voy hacia la puerta y camino a pasos rápidos, en algunas ocasiones volteo solo para asegurarme que mi hermana no intente seguirme o investigar sobre lo que haré.

Luego de pasar las casas en La Villa me siento más relajada, cruzo la calle para ir a encontrarme con Marcus en la tienda, sin embargo lo veo ahí.

Él está caminando en dirección a mí, levanta la mano y sonríe. — ¡Hola!

Mi corazón se acelera al verlo, no puedo evitarlo. — ¿Hola? ¿Qué haces por aquí?

Veo que lleva una mochila negra sobre el hombro. —Bueno, pensé que quizás podía encontrarme contigo en el camino o no sé, digo, creo que sucedió.

Le sonrío. —Sí.

—Genial, entonces, ¿lista para hoy? —pregunta, colocándose a mi lado.

Asiento. — ¿A dónde vamos hoy?

—Primero tengo que preguntar, ¿desayunaste?

Niego moviendo la cabeza de un lado hacia el otro. —No realmente —iba a tomar otra barra de cereal cuando me encontré con Grace.

—Perfecto porque yo he traído tu desayuno —mueve la mochila para sostenerla frente a él, la abre y la inclina para mostrarme una caja de cereal roja—. ¿Te gusta el cereal de chocolate?

Sonrío. —Sí y creo que a ti te gustan las cosas dulces.

Cierra la mochila. —En realidad, me encantan —se acomoda de nuevo la mochila—. Creo que por eso me gusta pasar tiempo contigo.

Mi corazón se detiene por un segundo y abro los ojos. —Ah, yo…

Marcus levanta las manos y las sacude. —Espera, no me refería a eso, digo, sí, eres dulce pero me refería a que a ti también te gustan.

—Ah —me rio nerviosa, sintiendo el calor en mis mejillas.

—Mira ahí —apunta hacia adelante—. ¿Es una gaviota, no?

Entorno mis ojos y veo un ave sobre un poste de luz. —No lo creo.

Bufa. —Claro que sí, mira, es definitivamente una gaviota.

Muerdo mi labio inferior para evitar reír. — ¿Si sabes cómo lucen las gaviotas, no? Esa definitivamente no lo es.

—Um, claro que lo sé —seguimos caminando a través de las calles con los locales cerrados y las calles tranquilas—. Todos saben que las gaviotas lucen como esa ave.

—Está bien, es una gaviota —contesto, aun sintiendo mi corazón acelerado por el comentario que hizo antes de la gaviota.

—Gracias —su brazo roza el mío—. Ahora sigue caminando recto, este es un nuevo lugar para ti.

—Parece que todos los lugares podrían ser nuevos para mí —señalo.

—Es probable, me dijiste que no salías de tu casa, entonces yo estoy encargado de mostrarte cada rincón —afirma.

—Gracias por eso —recuerdo lo que me dijo Grace—. Si no fuera por ti seguramente estaría encerrada en mi habitación con mi teléfono.

—Uh, no puedo permitir eso, necesitas broncearte, sentir la arena caliente quemando tus pies y sobre todo, ver gaviotas.

Suelto una carcajada. —Claro, las gaviotas son lo más importante.

—Sí —señala al frente—. Ya casi llegamos, espero que te guste esta locación.

Entorno los ojos intentando descifrar a donde me lleva pero desde este ángulo solo veo locales, casas y luego arboles frente a una reja.

—Tú sí tienes teléfono, ¿verdad? —Asiento—. ¿Puedes escuchar música? Digo, ¿tienes señal?

Lo tomo de mi bolsillo y reviso. —Sí, ¿Por qué? ¿Tienes alguna petición?

—Sí —mueve su dedo índice en círculos—. ¿No te pasa que a veces miras un lugar y quieres música de fondo? Como cuando vas en el auto y escuchas una canción sintiendo que estás en una película.

—Ah sí, entiendo —digo.

—Ahora mismo se siente así —gira sobre sus talones—. Es como si ahora mismo solo estamos tú y yo en este lugar.

—Tienes razón, ¿Quieres una canción para este momento?

Marcus extiende su mano para que le de mi teléfono, lo hago y él busca en la aplicación de música. —Cuando pienso en verano, esta es la canción perfecta —afirma—. Un día mi hermana la escuchó y secretamente me gustó, no le digas a nadie que es una de mis favoritas.

La reproduce y sin duda puedo entender porque él siente que esta canción refleja el verano, los sonidos son frescos y es del tipo de canciones que escucharías mientras conduces un auto convertible.

“Perdámonos, no quiero perderte, amor”

—Me gusta, voy a guardarla —digo.

—Déjame ver que música escuchas —pide.

Mientras él sostiene mi teléfono muevo mis dedos sobre la pantalla para ubicarlo en mi lista de canciones más reproducidas últimamente, él entorna los ojos mientras lee los títulos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.