El Momento Eterno

8: Toma mi mano

El auto de Marissa es nuevo, brillante y de un rojo muy llamativo.

Grace sonríe, con la misma sonrisa que usa en las competencias de porristas. Alisa su vestido violeta con la mano y toca su cabello para mantener todo en orden.

Mientras tanto yo, toco el pequeño agujero de esta camiseta que es demasiado cómoda para tirarla.

Papá se acerca al auto una vez que se ha estacionado al frente, yo sigo de pie al lado de Grace. Mi hermana se mueve para poder hablarme en voz baja: — ¿Por qué luces molesta?

No puedo creer que haga esa pregunta. —No lo estoy.

—Cambia la cara —susurra—. Ella se va a quedar por un tiempo, no puedes lucir así todo el verano.

Trago saliva con fuerza. —Está bien —digo.

Veo como papá le abre la puerta del conductor y ella sale. Una mujer alta, delgada, cabello rubio por la mitad de la espalda y lentes de sol seguramente de diseñador. En realidad, estoy segura que todo lo que ella lleva puesto es de diseñador.

Se abrazan por unos segundos, luego ella le dice algo y papá sonríe mostrando sus dientes blancos.

Marissa es una mujer de más o menos la edad de mi padre, aunque ambos han logrado lucir un poco más jóvenes gracias a procedimientos estéticos como inyecciones y todo eso.

Lo sé porque la mamá de una compañera de la escuela es la dueña de un spa y centro de belleza en donde papá va junto con ella.

No lo digo en un mal sentido, no creo que tenga nada de malo que quieran cuidar su rostro y lucir más jóvenes pero es un poco raro ver esta versión de papá cuando hace años, se sentaba a criticar a las mujeres que se operaban y no eran “naturales”

Mi vista se mueve de ellos cuando noto que la puerta del copiloto se está abriendo. Junto las cejas y parpadeo rápidamente, confundida de quien puedes estar ahí.

La puerta se abre completamente y aparece un chico alto, un tanto musculoso y de cabello rubio.

— ¿Ese es su hijo, no? —Grace susurra.

Oh, no.

Sabía que Marissa tenía un hijo de mi edad pero nunca pesé que papá lo invitaría a él también, en especial porque jamás lo he conocido más que por fotos en internet.

Gracias suelta un ruido, como si estuviera sorprendida. —Es guapo, ¿no?

Arrugo la nariz. — ¡Grace!

Bufa. — ¿Qué? —rueda los ojos—. No es como si fuera mi hermano, ni siquiera están casados.

Uh, esto es tan raro. —Grace, olvídalo —sé qué está pensando mi hermana—. Por favor, no empieces.

Sonríe de lado, retándome. —Oh, ¿Por qué? ¿Te gusta?

No puedo sentirme más irritada ahora.

— ¡Chicas! —Papá nos llama, acercándose junto con Marissa hacia su hijo—. Vengan.

Grace es la primera en caminar mientras que papá estrecha la mano del chico y luego de soltarla, nos mira con una sonrisa a medias.

Marissa mira a Grace. —Hola Gracie, ¿Qué tal?

Grace la saluda con un abrazo y yo llego finalmente, tirando de mi camiseta hacia abajo, aun sintiendo el pequeño agujero.

—Hola Anne —saluda Marissa.

Yo le sonrío un segundo. —Hola.

Papá me da un vistazo pero luego procede a señalar al hijo de Marissa con la mano extendida. —Este es August, les he hablado de él, ¿recuerdan?

Sí, claro, una vez supongo.

Grace sonríe aún más. — ¡Claro! —se acerca a él—. Hola August, soy Grace.

August asiente, apretando los labios. —Hola.

Papá se aclara la garganta, viéndome. Sé que quiere que yo tenga el mismo entusiasmo de mi hermana pero no puedo y fingir es todavía más difícil.

Aun así, miro a August. —Hola, soy Annette.

August me mira por un segundo y vuelve a asentir. —Hola.

Papá gira con Marissa. —Annette y August tienen la misma edad, ¿no es algo bueno?

—Claro —Marissa sube sus gafas de sol a su cabeza—. Y August también será un abogado, quizás en este tiempo puedan discutir de, pues, todo ese mundo de leyes.

Grace coloca una mano sobre su cadera. —Yo también tengo interés en las leyes.

Eso no es cierto y ella lo sabe, todos lo sabemos. Papá la mira con los ojos entrecerrados pero se relaja, un tanto agradecido que al menos una de sus hijas está entusiasmada por convivir con ellos.

—Bueno —papá junta las manos—. Mis padres están ocupados ahora, ya sabes, mamá en su reunión de jardinería y papá en su tienda pero, déjame que te muestre la casa —nos voltea a ver—. Chicas, ayuden con las maletas, ¿sí?

Grace asiente, viendo a August. —Claro, yo puedo mostrarte tu habitación.

Papá toma a Marissa del brazo y caminan hacia la puerta, Grace sigue de pie viendo a este chico que parece tan desinteresado de ella.

Odio ver a mi hermana comportarse así con los chicos, en especial cuando ella tiene una larga fila de chicos dispuestos a salir con ella.

—Um —August se toca el cabello, lo lleva un poco largo, lo suficiente para que algunos mechones lisos caigan por encima de sus ojos—, yo saco las maletas.

Grace inclina el rostro. —No, te ayudamos —me mira—. Bueno, yo te ayudo. Sé que soy delgada pero soy fuerte, soy animadora de la escuela —sonríe—. Mi hermana no es tan atlética, en realidad no es nada atlética.

Muevo mi rostro para ver hacia un lado, de nuevo con esa necesidad de usarme a mí para empujarse por encima y lucir mejor. Ya no me importa, estoy acostumbrada.

—Está bien, que Grace ayude —la veo, sonriéndole falsamente—. Tú puedes sola.

August se gira con ella. —Gracias por tu ayuda, mientras tanto veré cual es mi habitación —ahora voltea a mí—. ¿Me enseñas?

Grace bufa. —Esperen, um, ¿yo saco esto?

Se encoje de hombros. — ¿Quieres ayuda? Le dijiste a tu hermana que tú podías, ¿no?

Grace eleva las cejas y sonríe. —Sí, sí, yo puedo —aclara la garganta—. Yo puedo.

Niego, acercándome a ella. —No Grace, tal vez no soy tan fuerte como tú —hago un tono de burla—, pero te ayudaré.

August se mueve a la cajuela y la abre, con una mano saca una maleta negra. —Entonces yo también.

Grace suspira acercándose a tomar la más pequeña. Me muevo igualmente para tomar una magenta y sacarla con las dos manos, es bastante pesada. Quien sabe que ha traído Marissa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.