El Momento Eterno

9: Eres el amanecer

— ¿Puedo ir al frente ahora?

Grace se acerca a August para preguntarle.

Hemos terminado de desayunar en un restaurante que está después de La Villa y algunas tiendas de ropa, a la orilla del mar. Fue algo lindo ver el mar mientras comíamos y me servía de distracción mientras Marissa contaba de sus fabulosos viajes a Europa o las charlas sobre política de papá.

— ¿Qué? —pregunto confundida mientras caminamos fuera del restaurante.

Grace suspira. — ¿Acaso tienes algo por August? Porque literalmente solo hablaron entre ustedes, me ignoraron.

Eso no es verdad, era August quien hacia preguntas básicas y yo le respondía. —Como quieras, puedes hacerlo.

Ella sonríe. —Gracias.

Mientras tanto August está hablando con su mamá, se separa de ella y camina hacia Grace quien abre sus ojos emocionada por eso. —Oye, dicen que deberías irte en el otro auto.

Toda su emoción desaparece. — ¿Qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué no Annette?

Marissa levanta la mano y sonriendo le hace una seña a Grace. —Ven, quiero saber más de ti.

Papá le da una mirada a Grace y cede, aunque puedo ver que no está feliz. —Claro, ya voy —responde con un tono cantado—. Ya voy —susurra, desganada.

August regresa la vista a mí. —Tu hermana me asusta un poco.

Junto las cejas. — ¿Qué?

Señala el auto para que nos subamos. —Es intensa —afirma.

Bien, sí lo es. Grace se sentó al lado de August en el restaurante y lentamente fue acercando su silla a él, cada vez que ambos tomaban los cubiertos ella se movía y en varias ocasiones estirándose por el jugo o el pan, sus brazos se tocaron.

—Grace es buena persona —digo a pesar de todo.

—No lo dudo —abre la puerta del copiloto.

Entro para sentarme en el asiento, me coloco el cinturón de seguridad mientras August cierra la puerta con cuidado. Lo veo pasar por delante del auto para llegar al otro lado y conducir de regreso a la casa de verano.

—Vamos, guíame tú porque no recuerdo muy bien —pide.

Volteo hacia el auto de mi padre. Grace y Marissa siguen hablando entre ellas y no parecen siquiera interesadas en entrar al auto. —Bueno, haré lo mejor que pueda, no vengo seguido aquí.

—Entonces vamos a perdernos —enciende el motor—. Lo cual no creo que sea tan malo.

Resoplo. Tiene razón, realmente prefiero estar en cualquier parte que en esa casa.

August conduce lentamente al comienzo luego acelera la velocidad, avanza recto y dobla en un cruce. Ahora estamos un poco más cerca del mar, lo vemos a la distancia frente al camino.

August enciende la radio y automáticamente se reproduce una canción, no suena como las de Marcus que tienen ese toque particular que te hacen pensar en playas, arena y calor pero está bien, al menos para rellenar el silencio.

— ¿Sabes si en este lugar hay alguna librería? —pregunta.

Toco el borde del cinturón de seguridad y lo estiro para separarlo de mí. —No estoy segura, le podemos preguntar a mi abuelo después, él sí vive aquí.

Le sube un poco de volumen a la música y baja su vidrio. — ¿Tu abuelo? ¿Dónde está ahora?

Bajo mi ventana también dejando que la brisa del mar y el aire caliente toque mi piel. —En su tienda, básicamente trabaja todos los días pero para él no es un trabajo, es algo que ama.

August da golpecitos al volante al ritmo de la canción, seguramente le gusta. — ¿Qué tienda?

—Es de recuerdos —miro hacia el cielo, está volando una avioneta y me pregunto cómo será la vista desde ahí.

August acelera un poco más ya que no hay autos frente a nosotros. — ¿Quieres pasar ahí? Digo, ¿Qué más haremos en la casa? ¿Escuchar a mamá hablar de sus compras en Praga? ¿Ver cómo tu hermana intenta sentarse en mi regazo?

No puedo evitarlo, suelto una carcajada. —No seas malo con ella.

August sonríe. —No lo soy, pero sabes que es cierto.

Dejo mi brazo afuera del auto, los rayos me acarician con su calidez. — ¿Quieres ir a la tienda del abuelo? —entorno los ojos.

—Ajá —murmura una estrofa de la canción—. Tal vez sea más divertido y no te ofendas pero odio la postura política de tu padre.

Vuelvo a reír. —Yo también.

August me señala con la vista al frente. —Tal vez seas mi aliada este verano, ambos odiamos muchas cosas similares.

No siento nada especialmente romántico por August pero está comenzando a agradarme. Él no hace que mi corazón lata rápido como Marcus, tampoco logra enrojecer mis mejillas con un pequeño roce sin embargo, me hace sentir que no estoy siendo dramática con toda la situación de Marissa y mi padre.

—Entonces, ¿Dónde es? —pregunta.

Señalo al frente. —Sigue conduciendo, hay que llegar al centro, después de La Villa —digo.

—Um, bien, intentaré llegar.

Veo al mar y recuerdo la posición en que está la tienda. — ¿Sabes? Ahora vamos de frente al mar pero para llegar tenemos que tenerlo del lado derecho, ¿tiene sentido?

—Algo así —sube un poco más de volumen—. Entonces tengo que cruzar por allá, ¿no?

Un momento, si vamos a la tienda significa que quizás podré ver a Marcus. Tal vez si sugiero que visitemos la tienda de al lado, pueda verlo ahí. Eso es algo bueno, pensé que hoy no lo vería.

Ojala él tuviera teléfono, le enviaría un mensaje.

—Ah, amo esta canción —suenan guitarras eléctricas y yo nunca la he escuchado—. Me la dedicó mi ex novia, le doy crédito por su buen gusto en la música.

Resoplo. — ¿Escuchas canciones que tu ex te dedican?

—La música no tiene la culpa —afirma—. Además, soy yo quien terminó con ella así que no duele nada.

Bufo. —Eso suena tan, ¿egocéntrico?

Chasquea la lengua. —Pues ella estaba interesada en mi mejor amigo, ¿sigo siendo egocéntrico para ti?

Me encojo de hombros. —Supongo que no —escucho la canción y aunque no es muy de mi estilo, está bien—. ¿Qué pasó con la chica?

—Eh, nada —hace una mueca—. Luego yo salí con su mejor amiga.

Abro la boca y giro en su dirección. — ¿Es enserio?




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