—No deberías hacer eso —escucho a Marissa en el pasillo—. Tienes que mantener la disciplina, August.
Estoy en el baño y aunque quiero regresar a mi habitación, siento que si lo hago me verán como si estuviera escuchando conversaciones ajenas a pesar que no es mi culpa que ellos discutan en un pasillo que conecta a distintas habitaciones.
Espero unos segundos, escucho a August responder: —Solo fue un café mamá, no es nada grave.
— ¿Sabes que esas cosas tienen calorías, azúcar y químicos que no sirven de nada? —reclama—. Estas son vacaciones pero tienes que mantener tu rendimiento, sabes que tu futuro puede ser brillante pero solo depende de ti.
Hago una mueca, recostándome en a puerta. Parece que August también tiene que lidiar con este tipo de presión.
— ¿Ya puedo ir a dormir? —pregunta, suena frustrado—. Dormir también es necesario para la salud, ¿No, mamá?
Ella no dice nada más, solamente escucho pasos alejándose y creo que ya se han ido. Aun así, decido esperar un momento antes de salir solo para asegurarme que el pasillo esté vacío.
No es tan tarde pero de todas formas, prefiero estar en la cama revisando el teléfono o leyendo algo que fingir frene a mi padre y Marissa.
Finalmente abro la puerta y como había asumido, ya se fueron dejando el pasillo solamente con la oscuridad y el silencio. Me muevo hacía mi habitación empujando la puerta lentamente y cerrando con cuidado asegurándome de no hacer mucho ruido.
Me siento en la cama, tomo mi teléfono y reviso algunas notificaciones. Estiro la mano hacia la mesa de noche para tomar el elástico y recogerme el cabello en una coleta de lado.
Me acomodo en la cama y paso un rato viendo publicaciones de mis compañeros de la escuela hasta que escucho un ruido. Primero no le presto mucha importancia pues es normal escuchar crujidos en esta casa de madera o insectos en el exterior pero vuelvo a escucharlo.
Es como si algo golpeara la ventana, mi ventana. Siento escalofríos en mis brazos, espina y cuello. No soy del tipo de personas miedosas pero tampoco soy escéptica, una pequeña parte de mí cree en fantasmas y todo eso. Aunque también podía ser un ladrón intentando entrar.
¿Debería salir a buscar a mi padre?
“Tic”
Ese ruido de nuevo.
Respiro profundo, me muevo fuera de la cama lentamente y tomo lo más parecido a un arma que tengo en este momento: una plancha de cabello que dejé en la tarde ahí y no está caliente pero puede servir para golpear.
Voy a la ventana y cuando muevo la delgada cortina, otro ruido se escucha. Veo que lo produce una pequeña roca azul, se parece a las que están a un lado de la piscina como decoración.
Me asomo un poco más y no puedo creerlo. ¿Marcus?
Está de pie, vestido con un sudadero gris y pantalones cortos, con una mano sostiene las rocas y con la otra toma una y se enfoca en apuntar correctamente. Vuelve a tirar una.
Me asomo, con el corazón acelerado a miles de kilómetros por hora. — ¿Marcus? —es un susurro que se puede llegar a perder con el viento.
Abre sus ojos cuando me nota entre la oscuridad, comienza a mover su mano libre de las rocas. Creo que intenta decirme algo pero no lo puedo descifrar, veo su silueta inclinándose para dejar las rocas en el suelo y él comienza a moverse a un lado de la casa.
Ahora está… ¿lo está haciendo?
Marcus está trepando con ayuda del diseño arquitectónico de la casa, la marquesina y unas tablas de madera. Abro la ventana y me muevo en el pequeño espacio que queda como si fuera un balcón, pero no suficientemente amplio para poder estar de pie ahí cómodamente.
— ¿Qué haces? —susurro, está vez un poco más alto.
Marcus se toma de la baranda del pequeño balcón. —Hola.
Gracias a la lámpara de mi habitación puedo distinguir sus rasgos y sin duda, se ve bien incluso en esta luz. — ¿Marcus, que haces aquí?
Sonríe. —Tengo una plan —baja la voz—. ¿Quieres acompañarme?
Esto sería como romper las reglas que nadie me ha dictado pero sé que existen. Veo la mano de Marcus sosteniéndose y resisto el impulso de colocar la mía sobre ella. Sus ojos me observan detenidamente, esperando mi respuesta.
—Es ahora o nunca —afirma—. ¿No?
Asiento primero, como si fuera mi cuerpo quien tuviera la respuesta antes que mi boca la pronuncie. —Está bien.
Marcus coloca la otra mano en la baranda y se acerca más, veo hacia abajo para asegurarme que no esté en peligro de caer pero eso a él no parece importarle.
— ¿Puedes bajar? —pregunta.
Miro hacia la puerta de mi habitación. —Espero que sí, puede que papá esté despierto pero…
—Por aquí —sugiere y mi corazón se detiene.
Trago con dificultad. —No… sé… yo no soy ágil, no creo poder.
Marcus se inclina más sobre la baranda y su rostro queda cerca del mío. —No dejaré que caigas.
Eso es todo lo que él necesita para hacerme creer que voy a estar bien, aunque esta podría ser una experiencia que me traiga miles de arrepentimientos y consecuencias por la mañana, pero por esta noche no quiero que me importe.
—Lo intentaré —digo.
Marcus se mueve para bajar de nuevo y lo hace ver tan fácil que casi creo poder hacerlo de la misma manera.
Antes de bajar me cambio rápidamente de zapatos, colocándome unas deportivas y regreso a la ventana. Nunca en la vida me he escapado de casa, nunca he pensado hacerlo y pensé que jamás lo haría pero aquí estoy, con un chico que recién conocí en verano y temblando en el proceso.
—La pierna ponla en la orilla, de allí —Marcus me da indicaciones desde abajo.
Mis manos tiemblan apretando los dedos en todo lo que me ayude a sostenerme, coloco mi pie en la marquesina dudando si es suficientemente resistente para no romperse con el peso de mi cuerpo.
—Vas bien —susurra.
Los latidos de mi corazón, el sudor en mi frente y mis dedos temblorosos me hacen sentir, contrariamente, emocionada. No recuerdo la última vez que hice algo fuera de mi personaje, algo que nadie esperaría de mí, ni siquiera yo.
#219 en Joven Adulto
#3614 en Novela romántica
amor de verano, secretos amor verdadero y complicado, opuestos se atraen
Editado: 06.06.2025