—Oh, Annette —Marissa me mira cuando bajo las escaleras.
Ella lleva un traje deportivo ceñido al cuerpo, rosa brillante, cabello recogido y gafas para el sol. —Buenos días —digo, desviando la mirada.
Habla con un tono alegre: — ¿Sales a correr? ¿O solo a caminar?
Antes que le responda, August sale de la cocina luciendo cansado e irritado, nos ve con el ceño fruncido. —Annette, hola.
Levanto la mano para saludarlo. No estoy acostumbrada a ver tantas personas tan temprano y bueno, en especial cuando estas personas son desconocidas prácticamente.
—Bueno, yo iré a...
—Todo listo —papá se asoma, me observa por un segundo—. ¿A dónde vas, Annette?
No de nuevo. —Caminar, lo sabes, es lo que he hecho los últimos días —contesto.
—Deberías venir con nosotros —Marissa sugiere—. Vamos a salir también a caminar.
Niego rápidamente. —No gracias —papá entorna los ojos—. Digo, yo ya tengo como, una ruta y además me gusta hacer pausas y bueno…
—Yo puedo ir con Annette —August sugiere.
Lo volteo a ver confundida, él solo bosteza y cubre su boca con ambas manos.
— ¡Es una gran idea! —Marissa se acerca a papá para tomarle el brazo—. Así ellos pueden conocerse mejor.
La situación es que no me molesta August pero ahora mismo quiero ir con Marcus. —Pero…
Papá me mira y sus ojos lo dicen todo, no quiere que reclame nada. Respiro profundo y me rindo, voy a tener que salir a caminar con August.
—Vamos —Marissa le sonríe a papá—. El sol aun no te quema a esta hora, es vitamina D.
Ambos se mueven pero nos miran esperando que nosotros también lo hagamos. Suspiro al caminar hacia la puerta y escucho a August arrastrar los pies acercándose.
Los cuatro salimos de la casa, Marissa sigue tomando a papá y lo guía a dirección contraria de donde yo voy. Al parecer, prefiere quedarse en esta área más “privada”
August estira los brazos. —Solo quiero dormir —murmura.
Me cruzo de brazos. —Me gusta caminar sola —exhalo—. No te ofendas, no es tu culpa.
Creo.
August arruga la nariz. —A mí me gusta dormir pero mamá quería que saliera con ellos y no te ofendas, pero prefiero estar contigo que con ellos escuchando sus conversaciones y verlos tan…
Puedo comprender eso.
— ¿No tienes calor con ese sudadero? —señala el que me prestó Marcus ayer.
Niego. —No, está fresco ahora.
August se encoje de hombros. —Entonces, ¿A dónde caminas?
Hago una mueca, no sé qué hacer ahora. Sin duda quiero ir a ver a Marcus pero como le explico que tuve que llegar con August. —Bueno… pues, solo, por ahí.
Empiezo a dar pasos cortos en dirección a la tienda. De nuevo, desearía que Marcus tuviera un teléfono y así podría explicarle todo antes de verlo.
—Luces tensa —afirma—. ¿Qué tienes?
Bufo. —Nada —miro hacia la playa recordando la noche anterior—. Nada.
Camino pensando en todo lo que podría pasar cuando Marcus descubra que no estoy sola. August parece completamente ajeno a todo, se distrae viendo a las aves o al mar.
— ¿A dónde vamos? —pregunta luego de unos minutos.
—A la tienda —respondo.
Inclina la cabeza. — ¿Ya vas a trabajar? Eh, ¿Qué hago yo?
Ruedo los ojos. —No, me refiero a que, pues… —tengo que decirle—, mira… voy a verme con alguien.
Eso provoca que sonría. —Eh, ¿escapándote para ir a ver a un chico?
Si supiera lo que pasó anoche. —No —cruzo los brazos—. Es solo alguien con quien, pues, nada, me muestra el lugar.
—Sí, claro —resopla.
Chasqueo la lengua. —August, solo intenta… pues, no sé. No esperaba que estuvieras aquí.
—Oh no, ¿es celoso? —pregunta, sonriendo de lado.
Me encojo de hombros. —Solo es mi amigo.
Creo que lo es, no sé cómo definir mi relación con Marcus.
Cruzamos la calle para llegar a la de la tienda, avanzamos en silencio hasta que noto la figura de Marcus. Quiero sonreír pero sé que eso le daría ideas a August y no quiero eso.
—Eh, espera, ¿es el chico de ayer? —susurra, avanzando un poco más.
Seguramente Marcus escuchó los pasos porque levanta la mirada y cuando me ve junto a August, frunce el ceño y fuerza una sonrisa. Avanzamos lo suficiente para llegar a un lado de él, levanto la mano como saludo.
Marcus mira a August, luego a mí. —Hola Annette y…
—August —sé que ya le había dicho su nombre pero tal vez no lo recuerda.
Marcus asiente, viendo hacia un lado. —Bueno, um…
Suspiro. —Eh, August está aquí porque, pues, ¿Por qué estás aquí? —le pregunto.
August sonríe de lado, cruza los brazos. —Porque quiero caminar con Annette.
Chasqueo la lengua. —En realidad, quería huir de nuestros padres.
Marcus sonríe con los labios apretados, no luce nada feliz. —Eh, entonces, ¿van a seguir caminando?
Niego pero August asiente. —No —enfatizo—. Yo, pues —quería verte pero no puedo decirlo y menos con él aquí—, no sé, ¿quieres hacer algo?
Marcus entorna los ojos al verlo. — ¿Qué sueles hacer tú para divertirte?
Mira al cielo y aprieta un ojo. —Lo usual, fiestas, citas, salir con amigos.
Marcus se encoje de hombros. —Bueno, no hay ninguna fiesta a las ocho de la mañana pero, ¿sabes andar en bicicleta?
Resopla. —Por supuesto, ¿Quién no?
Trago saliva. —Um… yo.
— ¿Qué? —ambos voltean hacia mí.
Levanto los hombros y los bajo. — ¿Qué? Yo no, no es un requisito en la vida.
—Lo es —Marcus afirma, sonriendo más relajado—. En ese caso, tenemos un plan ahora, ¿te unes?
August hace una mueca. —No hay nada más que hacer.
Marcus se mueve para colocarse a un lado de mí. —Será divertido, lo prometo.
— ¿Dónde conseguirás las bicicletas? —August pregunta, inclinándose para verle.
Marcus señala al frente, viéndome. — ¿Recuerdas donde patinan? A un lado hay unas que puedes alquilar por una hora.
— ¿Aceptan tarjeta? No tengo efectivo —arruga la nariz—. En realidad, no traigo nada más que mi teléfono.
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Editado: 06.06.2025