— ¿Qué es esto?
Varias personas llevan en las muñecas, tobillos, cuello y hasta en la cintura de esas barras que brillan en la oscuridad. Todas están en un área “cerrada” de la playa y digo eso entre comillas porque solo colocaron listones de colores en un espacio frente al mar.
—Es la fiesta de la quimioluminiscencia —afirma, sonriendo.
— ¿Quimio, qué? —junto las cejas.
Marcus me toma de una mano. —Olvida el nombre, esa no es la parte divertida. La parte divertida es que vamos a llenarnos de estas cosas.
Marcus se acerca a un puesto improvisado con una mesa, una caja grande llena de barras largas y a un lado, hay sombreros, gafas de sol, collares y llaveros, todos en colores neón.
Desliza un billete y pide dos boletos, el señor en el puesto bebe una bebida energizante y le hace una seña para que tome de la caja.
—Toma cinco —Marcus me dice—. Te recomiendo que sean de las más gruesas, así las puedes unir.
—Bien… —tomo las que encuentro aunque no estoy segura si son gruesas, no he visto de estas en mucho tiempo, la última vez fue probablemente antes de entrar a primaria.
Marcus regresa al puerto y entrega un billete más, luego regresa conmigo para tomar cinco más, ósea que él ahora tiene diez.
— ¿Para qué quieres tantas? —pregunto.
Él sonríe, nos movemos a un lado mientras que intento ponerme una en la muñeca evitando que las otras se me deslicen.
— ¿Entonces qué pasa después? ¿Solo nos ponemos esto? —ahora me coloco en la otra muñeca después de doblarlas para que se “enciendan”.
Marcus empieza a unir las suyas, está colocando varias juntas, lleva casi todas. —Paciencia, Annette. Es solo el comienzo, ya viene lo mejor, lo prometo. Valdrá la pena.
Uno tres mías, las que me sobraron y las coloco como un collar. Marcus termina de unir las suyas, formando un circulo gigante. Aun no se ven tan luminosas aunque se distingue un pequeño brillo.
De pronto la gente alrededor aplaude por alguna razón, yo volteo en varias direcciones hasta que ubico a lo que llama la atención de todos. Al fondo, en la esquina de este espacio de varios metros de largo, hay un grupo de chicos sosteniendo dos bocinas grandes y que lucen pesadas.
Uno de ellos sostiene un megáfono y habla a través de él. — ¿Listos para bailar toda la noche?
Las personas responden con un grito alegre.
El chico le hace una seña a alguien y así, reproducen una canción que tiene un ritmo medio, ni tan lenta ni tan rápida. Veo como las personas se agrupan y comienzan a bailar, chicos con chicas, chicas con chicas, grupos de amigos y parejas que no pierden el tiempo para besarse también.
—Baila conmigo —Marcus toma mi mano y con la otra que sostiene su círculo de barras luminosas, lo coloca sobre mis hombros y él entra al círculo también.
Oh, vaya.
—Así no puedes huir —dice y mi corazón pega un salto.
Trago saliva y me esfuerzo por sonreír como si no estuviera nerviosa. —No soy la mejor bailando.
—Yo tampoco —afirma, tomando mí otra mano mientras el círculo cuelga sobre nuestros hombros.
Él comienza a moverse de un lado al otro al ritmo de la canción, sacude mis brazos para que empiece a bailar también. Respiro profundo, doy un vistazo a nuestro alrededor donde todos parecen estar ocupados con sus compañeros de baile.
Sonrío y empiezo a moverme, Marcus asiente. —Cuando habían bailes en la escuela había una maestra que hacia esto —sube el volumen de la voz para que pueda escucharlo—. Decía que si se caía el círculo, estábamos muy cerca.
Suelto una carcajada. — ¿En serio? ¿Alguna vez dejaste caer el círculo?
—Nunca —hace una voz exagerada—. Soy un ángel.
Entorno los ojos. — ¿Seguro?
—Lo prometo —me guiña un ojo.
Las personas siguen llegando y la música no se detiene. Marcus y yo bailamos tanto como este círculo nos deja aunque honestamente, me la estoy pasando bien.
— ¿Sabes? —Inclina el rostro—. Mi maestra se llamaba la señora Carlton y era muy estricta.
— ¿Te metías en muchos problemas?
Bufa. —Para nada, soy un buen chico.
Sonrío. —Tal vez no te creo.
Eleva una ceja. — ¿No? —Se inclina un poco más—. Pues yo no creo que tú seas tan buena chica como pareces.
Gracias a que cada segundo se hace más y más oscuro, las barras son lo único que ilumina las siluetas moviéndose a nuestro alrededor y el rostro de este chico frente a mí. —Nunca dije que lo fuera.
Puedo distinguir la sonrisa de lado de Marcus. —A la señora Carlton le agradarías, no pareces del tipo de chicas que rompen las reglas.
No, no lo soy. O al menos, no lo era pero algo está cambiando en mí. — ¿Qué hay de ti? No pareces del tipo de chicos que siguen las reglas, algo me dice que no le agradabas tanto.
—La verdad, creo que no —Marcus se acerca un poco—. Pero, ¿sabes algo?
Respiro profundo. — ¿Qué?
—La señora Carlton no está aquí ahora mismo —da un paso hacia mí y el circulo cae a mitad de su espalda, aun sostenido por mis hombros.
Supongo que este momento es más significativo de lo que parece. Si doy un paso hacia él, el círculo se caerá y las barras quedaran en el suelo, junto con las barreras que he colocado en mi corazón.
Pero quizás, por esta noche, puedo pretender que Marcus no es alguien que desaparecerá de mi vida en unas semanas.
Entonces yo, doy un paso más.
Marcus sonríe, paseando los ojos por mi rostro y luego, noto entre la oscuridad como los enfoca sobre los míos. —Te ves bien con esta luz, ¿sabes?
¿Es esto de lo que debería cuidarme? ¿De la manera en que sus palabras agitan mi corazón? ¿De la forma en que su sonrisa roba mi aliento? ¿De cómo me ha dejado sin palabras?
Aún estamos sosteniéndonos de las manos y la luz de mi collar improvisado es lo que me permite ver sus rasgos. Bajo la mirada, noto el círculo a nuestro alrededor. Es casi como si aquí dentro, fuera un mundo distinto. Uno en el que quiero quedarme por mucho más tiempo y nunca regresar a mi vida cotidiana.
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Editado: 06.06.2025