El Momento Eterno

20: Es diferente

—Lo lamento —le digo a Marcus frente a su auto.

Él me sonríe. —No te preocupes, ¿te veré mañana?

Suelto un suspiro pues no sé si mañana estaré castigada, seré obligada a pasar tiempo con Marissa o tal vez, seré la guardiana permanente de Grace. —Yo te busco, ¿sí? En la tienda.

—Y si no llegas —se inclina hacia mí—, ¿puedo verte después? Yo… me gustaría verte mañana también.

Y me cuesta admitir que yo también quiero verlo y quiero verlo más tiempo. Quisiera poder pasar más que unas horas por las mañanas, muy temprano o por las noches, muy tarde.

—Sí —digo.

Marcus le da un vistazo a August y las chicas, quienes están unos metros alejados de nosotros para estirar la mano y tomar la mía, la sube a sus labios y besa mis nudillos. — ¿Segura que no quieres regresar conmigo?

Hago una mueca mientras disfruto de ese pequeño movimiento que está realizando su pulgar contra mi piel. —Tengo que ir con Grace y prepararme para los regaños.

Grace no solo pensó que sería una buena idea coquetear con un chico de veinte años a mitad de la noche, subirse a su motocicleta de playa y fingir que no iba a sentir el alcohol en su aliento sino que todavía tuvo el descaro de enojarse conmigo cuando acusé a ese chico de meterse con menores.

Ambos me aseguraron que no hicieron nada, pero, ¿de verdad? ¿Nada? No soy boba y si no hicieron nada, seguro quería que pasara algo.

Grace no lo entiende pero pudo ser muy peligroso.

—Te veo después —digo, sonriéndole tristemente.

Marcus suelta mi mano lentamente, atrasando el momento en que nos apartáramos y luego me obligo a caminar hacia August para regresar con él y las chicas a la casa.

Grace está de pie, viendo al mar entre la oscuridad con los brazos cruzados.

Llego con ellos, August me toma del hombro. — ¿Vamos?

Asiento. —Sí, vamos.

Jackie y Evie se mueven pero Grace no, sigue con la mirada hacia los lugares que no se pueden ver.

Ruedo los ojos y la tomo del brazo. —Vamos Grace.

Ella retira bruscamente el brazo. —No me toques, hipócrita.

Evie y Jackie se dan una mirada incomoda, August entorna los ojos pero no dice nada.

—Grace, apresúrate, no hay tiempo para esto —digo sabiendo que cada minuto hará que nuestro padre se estrese más y más.

Ella gira rápidamente y me mira con los ojos abiertos y llenos de enojo. — ¿Por qué te haces la santa, Annette? ¿Por qué arruinas la diversión?

Jackie toma su mano. —Vamos Grace, es tarde.

Bufa. — ¿Tarde? Claro que no es tarde y estábamos divirtiéndonos hasta que la santa Annette decidió ser una mojigata.

Muero mi labio para evitar responder todo lo que quiero, este no es el momento y no puedo hacerlo frente a ellos.

—Eres una hipócrita —señala a August con su pulgar—. Primero te miras con él a solas y luego pasas la noche con un desconocido, eres más atrevida de lo que creía hermana.

August exhala. —Basta de esto Grace, tengo que llevarlas de regreso.

Se gira con él. — ¿Por qué Annette? ¿Te gustan las moscas muertas?

Evie la toca del hombro. —Vámonos Grace, por favor.

Pero Grace ignora a todos y a un paso hacia mí. —Me tienes harta Annette, quieres controlarme todo el tiempo y no me dejas ni siquiera hacer amigos.

Aprieto los dientes, los puños y el corazón. Cada palabra que sale de la boca de mi hermana se siente como azotes del mar contra una pequeña barca. No abro la boca porque no puedo, porque ella jamás comprenderá que solo quiero cuidarla y ser útil en su vida.

Pasa a mi lado empujando el hombro con fuerza. —Creo que te odio —susurra.

No me muevo, sigo viendo el lugar donde ella estaba y ahora ya no. Sigue siendo mi hermana, sigue siendo la niña con que crecí pero cada vez la perdía más y más.

Evie y Jackie la siguen pero August permanece a mi lado. —Annette —habla—. Vamos.

Y las primeras lágrimas se deslizan fuera de mis ojos sin poder evitarlo, pero rápidamente las limpio de las mejillas y tomo una larga respiración. —Sí.

August me observa unos segundos más como si quisiera decir algo pero luego, solo se mueve de nuevo a su auto.

Me giro y voy con ellos, lista para fingir que nada de esta noche sucedió, ni lo bueno ni lo malo.

Fuera de mi ventana hay un pájaro con plumas grises y marrones, uno bastante único a decir verdad. Ojala fuera de esas personas que se saben todos los nombres de las aves así podría identificarlo.

Pero no lo sé, solo sé que está tomando una pequeña rama y la sostiene en su pico. La deja de nuevo y voltea su pequeña cabeza, baja la mirada y se arrepiente de soltar la ramita así que la sostiene otra vez y se aleja para siempre.

Bajo la mirada y ahí están las amigas de mi hermana con Marissa y August, en la piscina disfrutando de una perfecta mañana de verano como si la noche anterior no hubiera sido un caos.

Cuando llegamos papá estaba preocupado y dio que no era bueno que tantas chicas estuvieran fuera después de media noche pero Marissa aseguró que no había nada que temer pues August era un chico fuerte y sabría cómo protegernos.

August no contradijo ni confesó que las había perdido de vista por un rato, Grace mantuvo la boca cerrada para asegurarse de no delatar su olor a alcohol y yo resistí las lágrimas hasta que estuve dentro de las sabanas y las luces apagadas.

No sé dónde está papa ni Grace, puede que ella siga durmiendo y puede que él esté caminando por La Villa o desayunando en el interior de la casa.

Marissa dice algo y ambas chicas sueltan carcajadas, Jackie se voltea hacia August y le lanza un poco de agua, August la ignora mientras mantiene los ojos cerrados y se recuesta en la esquina de la piscina.

Me toma quince minutos darme una ducha rápida y vestirme, bajo a la primera planta aun sin rastros de papá o Grace así que salgo a la piscina donde todas estas personas que no están relacionadas conmigo se divierten como si fuera un hotel y no la casa de mis abuelos.




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