Bajo las escaleras en silencio, esperando que mi hermana y sus amigas sigan en la sala de arriba viendo una de esas tontas películas de amor.
Camino tan lento para asegurarme que la madera no cruja en lo más mínimo, estoy llegando casi al final cuando noto una silueta abajo y pego un salto, cubriéndome la boca.
La silueta se acerca rápido y me toma de los hombros. —Shh.
No es un fantasma, es August. — ¿Qué haces aquí? —susurro.
August debería estar usando uno de esos pantalones cortos y camisetas para dormir pero en lugar, está llevando pantalones sueltos y una camisa de botones roja, con el cabello peinado a un lado.
— ¿Qué haces tú aquí? —susurra más bajo que yo.
Miro la puerta del frente y me muevo a ella antes que me descubran. —Yo… yo pregunté primero.
August toma mi codo y me saca de la casa, con cuidado, para que la puerta no haga ningún ruido. —Voy a salir.
Frunzo el ceño. — ¿A dónde? —sigo con el tono bajo a pesar de estar en el exterior.
—A donde pueda, de todas formas no es tan tarde —mirra a un lado—. ¿Qué haces tú?
Me encojo de hombros. —Nada.
Sonríe de lado. —Claro, “nada” —suelta mi codo—. Muy bien, salúdame al chico surf.
Ruedo los ojos. —Cállate.
August mira hacia la calle. — ¿Dónde está?
Nos vamos a encontrar en la salida de La Villa. —No sé de quién hablas, yo iré a caminar sola.
—Espero que eso no sea verdad, una chica sola a estas horas es una mala idea —cruza los brazos—. Dime la verdad o no te dejaré ir.
Es molesto sin duda. —Bien, sí, estaré con Marcus, ¿feliz?
—Claro —me toma del brazo—. ¿Dónde está tu hombre?
Arrugo la nariz. —Prefiero que digas “tu chico”
Suelta una carcajada mientras me lleva fuera de la entrada de la casa. —Entonces, citas nocturnas. Vaya, me impresionas.
Estudio su rostro y me pregunto a donde va. Sé que no somos familiares en ningún sentido y nunca lo seremos a pesar que nuestros padres puede que se casen pero aun así, me preocupa.
Después de pasar el rato con Marcus en la mañana, regresamos a las tiendas y August ya estaba ahí. Estaba en la parte del café, peleándose con Jazmin. Tuve que esperar que su conversación (mejor dicho, debate) sobre el capitalismo terminara, duró como cuarenta minutos y mientras tanto ayudé a Leo organizando algunas camisetas y gorras.
Después de eso regresamos a la casa pero no había nadie, su madre le envió un mensaje diciendo que había llevado a “las chicas” a sus clases de skii acuático.
Eso nos dejó la casa para nosotros y solo significó una sola cosa: paz. August y yo compartimos una pizza y luego vimos televisión local, finalmente nos dividimos para ir cada uno a nuestras habitaciones e ignorar a todos cuando regresaran.
Y ahora estamos aquí otra vez.
Tengo que admitir que August ha hecho que llevar esto dentro de la casa no sea tan malo.
— ¿A dónde vas, August? —insisto.
—No te preocupes por mí, Annette. Soy un chico grande y uso el sentido común, espero que tú también, ¿llevas gas pimienta?
Ruedo los ojos. —No.
—Bien, creo que veo a tu chico —señala al frente, Marcus está recostado sobre su camioneta, con la mirada en sus manos—. Y mira, hablo enserio, ten cuidado.
Sonrío. — ¿Me estás cuidando?
—No —August toca su cabello—. Marcus no parece un idiota pero si lo es, dime. Me gusta pelearme con idiotas, ¿Sabes?
—Claro, gracias —nos estamos acercando—. ¿Llevas tu teléfono, verdad? Digo, en caso…
—Estaré bien —afirma, luego chifla.
No tenía idea que alguien como August podría chiflar.
Marcus sube la mirada con las cejas juntas, pero su expresión cambia cuando me mira, sonriendo ampliamente.
—Lo tienes en la palma de tu mano —susurra.
Le doy un codazo y después de unos pasos, estamos frente a Marcus. —Hola —le digo.
Marcus mira a August y entorna los ojos. —Eh, hola… a ambos.
August levanta ambas manos. —Tranquilo, yo aquí la dejo y me voy a lo mío —me da una mirada—. Sean buenos, o no tanto.
August se aleja, caminando como si la acerca fuera una pasarela. Realmente no sé a dónde va pero creo que tiene razón, no es un niño y asumo que estará bien.
—Bueno, ¿Lista? —Marcus pregunta.
Regreso la mirada a él, esta vez lleva pantalones cortos de un azul vibrante y una camiseta blanca, con el logotipo de alguna marca que no conozco.
—Um, ¿ahora qué haremos? —pregunto.
Marcus da un paso hacia mí y me toma de los hombros. —Primero, tengo que hacer algo.
Se acerca y me besa suavemente en los labios. Supongo que así se debe sentir una bola de nieve en la arena durante verano. Algo contradictorio y sin poder evitar su reacción. Derretirse inmediatamente.
—Mira, hay algo que quiero mostrarte —afirma—. Es un lugar tranquilo, creo que te gustará.
¿Cómo le explico que podríamos ir a ver pintura secarse y me divertiría igualmente si él está a mi lado?
—Claro me parece bien —respondo, aun sintiendo sus labios sobre mis labios.
Me pregunto por cuánto tiempo más podré sentir esa sensación una vez que nos hayamos dado el último beso. Si los años me harán borrar de las memorias con Marcus las sensaciones que provocaba a mi lado o no.
Pero no quiero pensar en eso ahora, estoy concentrada en el chico que toma mi mano y acaricia el dorso con su pulgar.
Subimos a la camioneta y me acomodo mientras Marcus cambia las estaciones de radio. Desde hace algunos años se empezó a hablar de cómo la radio desaparecería para siempre y a veces me imagino ese momento con una nostalgia que no me pertenece.
Mamá solía contarme y a Grace sobre las citas que tenía con papá, conduciendo en la carretera mientras escuchaban la estación de radio popular entre los universitarios.
Así como la radio desaparecerá algún día, los recuerdos de muchas personas alrededor de ella también.
Miro el perfil de Marcus mientras conduce y tengo tantas preguntas, pero sé que él suele evitarlas si son muy personales. — ¿Dónde vives? —pregunto.
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Editado: 06.06.2025