El Momento Eterno

24: La luna y el sol

Es parte de mi naturaleza hacer que las cosas no funcionen.

Marcus me regresó a casa ayer pero hoy no salí por la mañana. Me quedé reordenando todo en la habitación y revisando mi teléfono, también vi una película hasta quedarme dormida otra vez.

Estoy evitándolo, sí. No quiero que mi corazón se confunda, Marcus Venerdy solo es un chico del verano, un chico a quien no volveré a ver en mi vida y aun si pudiéramos “hacerlo funcionar a distancia” eso es algo que no quiero siquiera intentar.

La cuestiones, yo no quiero amar. No quiero perder otra vez, no quiero sentir como las lágrimas son inagotables y algo por dentro de mí se rompe en pedazos. No quiero aprender a lidiar con la perdida y recordar a esa persona en todos los lugares que visite, incluso en donde jamás estuvimos.

Y Marcus tampoco debería encadenarse a los sentimientos que podrían surgir de esto. Marcus no debería quedarse como el hombre de la leyenda, amargado por el amor que no pudo ser o la mujer de la otra historia, la que siempre esperaba que el mar llevara de vuelta a sus brazos a su amado.

Ninguno de los dos se merece esto.

Pero la peor parte es saber que lo estoy extrañando. Estoy extrañando todo de él y tan solo ha pasado una mañana sin su presencia.

Me las arreglo para pasar la mayor parte del día en la casa, incluso tengo un tiempo con la abuela y la ayudo a cocinar. Es agradable pasar tiempo con ella, siempre ha sido dulce conmigo.

Cuando la tarde llega me cuestiono si debería ir a la tienda y buscar a Marcus pero no lo hago, o al menos, no lo hago hasta que August llama a la puerta de mi habitación.

— ¿Has estado aquí todo el día? —pregunta.

Ahora que lo pienso, él no estuvo aquí por la mañana. —Um, sí.

— ¿Por qué? ¿No vas a salir con tu novio?

Miro hacia la ventana, esa en donde Marcus lanzó piedritas hace unos días. —No.

Hoy es lo de la pintura, algo que Marcus quería llevarme y algo que yo quería ser parte de pero ahora no estoy segura. Me gusta Marcus pero aun no tengo sentimientos enraizados, eso debería mantenerse así.

—Oye, deberíamos “salir” —hace comillas con los dedos—. Hoy tu hermana y sus amigas junto a mi madre van a salir de compras y cenar, querían que nos uniéramos pero les dije que tenemos una cita.

Lo volteo a ver, furiosa. — ¿Qué dijiste qué?

—Una cita —se encoje de hombros.

Salgo de la cama y me coloca de pie frente a él. — ¿Y qué dijo tu madre?

Bufa. —Nada, ella sabe que salgo con chicas y no le importa, ¿Crees que le importe que “salga” contigo? A ella le importan otras cosas.

Pienso en Grace, espero que ella no haya escuchado eso. —Tienes que aclarar que no es verdad, August. No quiero que piensen que hay algo entre tú y yo.

Se recuesta en la pared y eleva una ceja. — ¿Por qué no? —Pasa la mano por su cabello—. Mira que salir conmigo no es tan malo, además, como que nos veríamos bien.

Ruedo los ojos. —Déjame en paz, hoy no estoy de humor.

—Claro —levanta las manos—. Pero si no sales conmigo, saldrás con ellas. Sé que mamá no te agrada así que te estaba haciendo un favor.

Bajo la mirada pero no le niego eso. Marissa es una persona complicada, además, tengo rencor contra ella.

—Ven —baja la voz—. Annette, ambos amamos escapar de todo esto. Si no quieres ir con tu novio, al menos vamos a sentarnos a la playa o algo. No quiero estar aquí, no quiero seguir escuchando a mamá alardeando de éxitos que no son suyos.

Suspiro. —Claro… como digas.

August iba a salir de mi habitación cuando lo detengo.

—Espera, creo que deberías llevar alguna camiseta que no sea tan cara o de tus preferidas —digo.

Frunce el ceño. — ¿Por qué?

Me encojo de hombros. —Hay algo que me gustaría hacer y si te ensucias no quiero que me reclames después.

—Bien, supongo —levanta tres dedos—. Te veo en tres minutos, baja al auto y mejor si sales sin que te escuchen.

Así es como termino en el auto rojo de Marissa, conducido por August.

No puedo evitar compararlo con las veces que he estado con Marcus en su camioneta, no han sido muchas pero cada una ha sido significativa. August no habla mucho, la música es distinta y mi corazón está muy tranquilo.

— ¿Puedo preguntar algo? —hablo.

Encoje los hombros. —Mientras que no sea nada muy personal, supongo.

No sé qué tan personal es esto. —Um, ¿Cómo haces para salir con tantas personas?

—Por mi rostro —afirma.

Ruedo los ojos. —No, me refiero a que, ¿Cómo haces para solo salir? ¿Te has enamorado?

Bufa. —No. No me enamoro, no creo en eso. Tal vez algún día me case pero estoy seguro que será más como una inversión.

Junto las cejas. — ¿Inversión?

Bosteza. —Sí. Cuando te casas con alguien estás cediendo mucho de ti, aunque parezca que no es así. También estas esperando algo a cambio, ¿no? Esperas que esa persona te ayude y que no te estorbe también.

Inclino la cabeza. —Espera, eso es cínico.

—Es realista —afirma—. Mira a tu padre o a mi madre. Ambos se están casando porque les conviene, ambos viven de la imagen, ¿Crees que lo que ellos tienen es amor? Por supuesto que no. El amor no empezaría por una...

Ahora sí, mi corazón pega un salto.

—August… ¿Tú lo sabes? —pregunto.

Me mira por un segundo antes de seguir conduciendo. —No soy estúpido, Annette.

—Nunca dije que lo fueras pero…

—No lo ocultaban —su voz suena mucho más gruesa—. Pensaban que porque era un niño y porque estaba ocupado nunca los vería pero lo hice. Lo hice, ¿sabes cuándo? En mi cumpleaños. Mamá salió de su auto y los vi besarse, mientras tanto yo la esperaba para salir a cenar.

No le respondo, solo me estoy imaginando ese momento. Un August mucho más joven, descubriendo a su mamá. Es obvio que ahora sus padres están divorciados pero algo me dice que en ese momento no lo estaban.

— ¿Qué hay de ti? —Me mira—. ¿Cómo lo supiste?

Bajo la vista a mis rodillas. Cada vez que pienso en ese momento mi cuerpo se inunda de enojo y frustración. —Vi un mensaje en su teléfono, de ella —respiro profundo—. Tu mamá.




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