El Momento Eterno

25: Lo saben bien

August y yo vemos a la gente en la playa, preparándose para la guerra de pintura. Es un área cerrada por unos listones de colores, como para indicar que hasta ahí termina la parte con concreto.

Mi corazón se siente más pesado al recordar que Marcus quería venir aquí conmigo, que no lo vi en la mañana, que ayer básicamente lo empujé lejos de mí. También cuando recuerdo las palabras de Jazmin.

Miro a August. — ¿Vamos?

Tuerce la boca. —Es que esto no es lo mío.

Mis ojos se mueven al frente, donde las personas agrupadas y sonrientes se mueven emocionados por comenzar. Me pregunto si es cierto, si esto tampoco es para mí, si ser feliz no es lo mío, lo nuestro.

Quiero ser ellos. Quiero vivir, quiero sentir arena entre mi cabello, el sol quemándome la piel sin importarme de las futuras arrugas o de marcas indeseables, quiero caerme y lastimarme la rodilla para que mis piernas cuenten una historia de una vida con diversión.

Pero no lo soy, es demasiado tarde. Nunca fui la niña que corría por todos lados, la que trepaba árboles o hacia cualquiera de esas cosas que he leído y visto en películas pero nunca he experimentado.

— ¿Has trepado arboles? —le pregunto a August.

Bufa. —No, ¿Para qué?

Me encojo de hombros. —Porque es divertido.

— ¿Qué hay de divertido en subirse a un lugar donde hay insectos y se puede romper? —debe ser el alma de las fiestas.

— ¿Sabes qué? Creo que fue una mala idea, vamos a casa —le digo, aceptando que no es lo mismo.

Hace una mueca y se encoje de hombros. —Como quieras, de todas formas… —se detiene—, espera.

Sigo el camino de sus ojos y me toma unos segundos darme cuenta qué está viendo, mejor dicho, a quien está viendo. Jazmin está aquí, con Leo y con un grupo de personas que no conozco.

Están vestidos con camisetas largas y el cabello recogido, otros con gorras y gafas de sol aunque ahora mismo, ya casi no hay sol.

—Creo que deberíamos hacerlo —August afirma.

Frunzo el ceño. — ¿Ahora sí?

No le importa, me toma de la muñeca y me mueve a la entrada. Él es quien saca un billete arrugado y paga por ambos, recibe el cambio y lo guarda con prisa.

Adentro hay algunas cubetas con globos de colores, un chico de unos trece años se acerca para darnos unas pequeñas pistolas de agua y nos explica que tienen un poco de pintura.

Miro hacia el grupo de Jazmin y no nos han notado.

—Cupo lleno por ahora —el hombre de la entrada habla por un altoparlante—. La guerra empieza cuando escuchen la música.

Las personas a nuestro alrededor se prepara, moviéndose para esconderse a pesar que no hay donde hacerlo. Miro a August y él sigue viendo hacia Jazmin.

— ¿No me digas que vas a vengarte?

Me mira y sonríe. —Claro que sí. Es una guerra, ¿no?

Ruedo los ojos. —No creo que hayas madurado.

Me apunta con la pistola verde neón. —Serás mi primer victima si no eres educada.

Subo mi pistola a su rostro. —Tú la mía.

August me sonríe y le devuelvo el gesto. Sigo pensando que este chico es raro, inmaduro, terco y no me olvido que es el hijo de la mujer con quien mi padre engañaba a mi madre pero August es lo más cercano que he tenido de un amigo, o peor, algo como lo que debería tener con Grace.

Porque Grace debería ser quien estuviera conmigo lidiando con Marissa, con mis dudas sobre la vida y Marcus pero no es ella.

—Ven aquí —August me mueve para acércanos a ese grupo.

Sin embargo, Leo cruza la mirada conmigo, sonríe y levanta la mano. — ¡Annette!

Justo ahí, la música con sonidos como de los años ochenta empieza y la guerra ha comenzado.

Jazmin se gira y como siempre, frunce el ceño cuando me nota pero por estar ocupada en mí, no notó cuando August literalmente le vacía la pintura verde brillante sobre su rostro y cuello.

Ella cierra los ojos y August, ríe.

Cuando Jazmin los abre, empieza a lanzarle globos sin parar. Me muevo a un lado, impresionada por el caos que está desatado. Las personas lanzan globos que explotan contra cuerpos, contra el suelo, contra lo que sea. La pintura rosa, verde, anaranjada, azul y amarilla salpica por todos lados. A pesar que nadie me ha atacado directamente, ya tengo las piernas con pintura azul y verde, también la camiseta.

Sigo moviendo a una esquina, apretando la pistola con fuerza, como si realmente fuera un arma para defenderme.

La música se mezcla con las risas, con los pasos de todos corriendo y de los gritos alegres.

August y Jazmin están envueltos en su propia guerra, están atacándose sin piedad. August ya tiene pintura por toda la camiseta y los pantalones cortos, incluso sus zapatillas y esas no son baratas.

Jazmin estila pintura de su cabello, los brazos están rosas y verdes, persigue a August a través de todas las personas.

Estoy en la esquina, cerca del listón, al lado de un par de chicos que siguen rellenando globos con pintura. Parece que habrá más guerra después de esta.

—No se supone que te escondas —me dicen.

Me giro y es Marcus.

Marcus está de pie, al otro lado del listón. Me mira, cautelosamente. El viento sacude sus rizos y la trata de domarlos con la mano pero se vuelven a despeinar.

—Ah…

Toca el listón y sonríe hacia él. —No sabía que ibas a venir.

Reparo profundo. —August está ahí, atacando a Jazmin.

Asiente, sonriendo de lado. —Lo sé, me he dado cuenta.

Y luego, Marcus sube la mano a mi rostro y con el pulgar, frota mi mejilla. Me enseña su dedo. —Pintura —dice.

Quiero decirle algo, lo que se apero no sé qué. — ¿Por qué no entras?

Ríe. —Es ilegal, esto es como una frontera, pero puedo esperar aquí.

Sonrío porque dudo que pasar debajo de un listón para entrar a la guerra de pintura sea ilegal. — ¿Qué pasa después de esto?

—Nada, las personas van a las piscinas de por allá, las inflables para “lavarse” aunque muchos solo caminan así, es parte de la diversión.




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