El Momento Eterno

28: Es mejor contigo

Marcus me mira en silencio, esperando a que empiece a hablar.

—No sé qué decir, solo estoy aquí contigo porque si —esa es una mentira.

Suspira y se sienta en el suelo de madera. Me hace una seña para que lo haga también. Me siento, aun viendo hacia el mar pues las “paredes” son básicamente transparentes, de algo que puede ser vidrio y espero que sea resistente.

— ¿Haces esto siempre? ¿Sales con chicos a lugares como estos? —hay un tono de broma en su pregunta.

Doblo mis rodillas. —No, esta es la primera vez.

Marcus pasa sus dedos sobre mi brazo y siento un escalofrío por todo mi cuerpo. —Ojala te hubiera conocido antes, Annette.

Le sonrío aunque ahora estoy triste, recordando nuestra temporalidad. —Antes solo era una chica aburrida, sigo siéndolo pero al menos estoy aquí.

Marcus ríe. — ¿Sabes? No eres aburrida. Te he conocido por poco tiempo pero eres amable, eres diferente y eres sin duda, hermosa.

Bajo el rostro para ocultar mis mejillas rojas.

—Yo sé que odias que hable de mis sentimientos pero se supone que en este lugar, podemos decir lo que sea —afirma, con voz baja—. Y quiero decirte algo, quiero decirte que no creo que las sirenas existan pero si lo hicieran, sería como esto. Hay algo que me hace querer estar cerca de ti.

—Marcus…

—Ya sé —se acerca a mí—. Sé que no quieres que diga esto, lo sé. Lo siento, Annette, tengo que decirlo. Mira, es verdad que he salido con chicas pero no había sentido esto con nadie y no tiene sentido que sea con la chica que conocí hace semanas y que se irá… pero lo hago. Lo siento, ¿me perdonas?

Resoplo. —Supongo que sí.

Volteo mi rostro y él me está viendo, robándome el aliento como siempre. No quiero dejarlo ir, no quiero soltar esta historia, no quiero que termine pero no hay nada que podamos hacer. Marcus y yo no nacimos para estar juntos, quizás estamos destinados a otras personas y esta es solo una pausa en nuestras vidas.

Quizás algún día nos encontraremos, o tal vez no.

No sé qué me aterra más.

— ¿Puedo besarte? —pregunta.

Asiento, sonriendo y él se acerca para besar mi sonrisa. Sus besos son delicados, suaves y calmados. Como si no tuviéramos tiempo límite, como si pudiéramos quedarnos toda la vida besándonos.

Se separa para moverse y recostar su cabeza sobre mi regazo. Yo juego con sus rizos, doblándolos entre mis dedos y él acaricia mi brazo, cerrando los ojos y dejando que el mar sea la música de fondo.

—Contigo me siento libre —afirma, aun con los ojos cerrados.

—Yo también —admito, susurrando.

Él toma la mano que estaba recostada en su hombro y besa mis nudillos. —Tengo tanta suerte, eres la chica perfecta.

—No soy perfecta —me apresuro a contestar.

Abre un ojo. — ¿Cómo qué no? Eres perfecta. Eres hermosa, eres divertida y podría quedarme dormido aquí a pesar que tengo insomnio.

— ¿Tienes insomnio? —yo podría quedarme aquí jugando con su cabello suave.

—Sí, un poco. Me cuesta mucho dormir y si me despierto en la noche ya no puedo volver a dormir —afirma.

— ¿Por qué? —pregunto.

Hace una mueca. —No lo sé… bueno, tal vez si lo sé.

Espero a que hable, cierra los ojos y respira profundo.

—Es que, mira, te he hablado de mis tíos y tías pero nunca de mis padres, ¿verdad?

—Sí —me fijo que se le forma una línea en la frente por cómo ha juntado las cejas.

—Es difícil pues, bueno, mis padres solo… ellos siempre peleaban —confiesa.

Escucho en silencio, dándole tiempo a que continúe si quiere hacerlo.

—Mis padres peleaban pero no con gritos, con tonos fríos y distantes. Nunca los vi felices, nunca vi que estuvieran bien, que se abrazaran. Me sentía mal pues era como si solo estaban juntos por obligación y no parecían felices, ni con ellos ni con su familia.

Vuelve a besarme los dedos.

—Y no sé, a veces escuchaba mi nombre o el de mi hermana Darian, quería saber que decían de mí. A veces reclamaban, a veces nos culpaban.

Aprieta los ojos más, como si estuviera viéndolo todo otra vez.

—En las noches era cuando ya no peleaban, estaban dormidos y yo me sentía mejor. Aprovechaba ese tiempo para solo estar despierto, sin esa sensación que algo podría arruinarse en cualquier momento.

—Lo lamento —digo, bajando mi mano a su mejilla.

Abre los ojos y me sonríe. —Está bien. Luego… ellos se separaron y bueno, mi hermana prefirió quedarse conmigo.

— ¿A qué te refieres?

Coloca su mano sobre la mía. —Que mi hermana tenía dieciocho cuando yo tenía once y ella se encargó de mí. No hay nada legal que la haga mi tutora pero así fue, ella y yo vivíamos aquí pero mis padres se fueron y aunque aún tengo contacto con ellos, es cada vez menos.

—Lo siento mucho Marcus —afirmo.

—Está bien —cierra los ojos, presionando mi mano contra su mejilla—. Soy feliz aquí, la única vez que me fui fue porque mi hermana… bueno… esa es otra historia.

—No tienes que decirme si no estás cómodo —afirmo.

Él se mueve para sentarse a mi lado, me rodea los hombros con un brazo para atraerme a él. Recuesto mi cabeza en su hombro mientras él me sostiene con fuerza.

—Mi hermana estaba en una relación con el papá de mi sobrino, él no era un buen tipo pero nunca dio motivos para huir de él, tenía un carácter fuerte pero mi hermana lo quería —admite—. Excepto que todo empezó a ponerse mal. Él la controlaba, le obligaba a vestirse diferente, incluso la llamaba todo el tiempo para saber dónde estaba. Cuando mi hermana me dijo que nos iríamos de Flores pude haberme quedado con mis tíos, pero temía por ella. Fue bueno que me fui con ella.

Me acomodo, él acaricia mi cabello.

—Nos fuimos con él, con mi sobrino y mi hermana —dice—. Todo era normal al comienzo, luego empezaron los gritos y las peleas, él intentaba regañar a mi sobrino pero yo intervenía y eh… bueno, así fue como un día él tomó mi teléfono y lo lanzó contra la pared.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.