Al siguiente día estoy caminando de la mano con Marcus hacia un lugar que él cree que me gustará y que también será donde pueda encontrarle un regalo para su hermana.
Está usando la gorra que le regalé y yo estoy usando las gafas de sol que me dio hace un par de semanas.
Él y yo no hablamos mucho pero no hace falta, de tanto en tanto nuestras miradas se cruzan y ambos sonreímos. No sé en qué está pensando Marcus pero yo estoy pensando en el ahora. En este momento con él, en como cada momento a su lado ha sido un recuerdo que atesoraré por siempre.
Es otro día de verano. El sol brillando sin piedad, los visitantes y locales caminando con ropa para nadar y el aroma a comida de todos los restaurantes que hay por aquí.
Finalmente llegamos a una esquina donde él me señala la tienda del otro lado.
Desde aquí puedo ver un local con estilo de madera, unas banderillas de colores colgando al frente y el dibujo de un sol sonriente al frente de la puerta, por encima dice: NADANDO EN RECUERDOS, TIENDA DE ANTIGUEDADES y más.
—Vamos —pide.
Cruzamos la calle luego se pasa un chico en bicicleta y llegamos, Marcus empuja la puerta y como en casi todos los lugares de por aquí, el aire acondicionado nos refresca de inmediato.
Mis ojos no saben dónde detenerse, hay tanto por ver. De un lado hay macetas con formas curiosas como duendes, tortugas o elefantes. En medio hay de todo. Figuras de porcelana, de cristal, platos, ceniceros, marcos para fotografías, joyeros de distintos tamaños. Del otro lado hay un muro entero de brazaletes, aretes, collares y objetos para el cabello.
—Bienvenidos, bienvenidos —saluda un hombre con camisa de botones color melocotón y un sombrero de pescador—. Oh, Marcus, hola.
Marcus levanta la otra mano, la que no está tomando la mía. —Nando, ¿qué tal?
— ¿Qué buscan chicos? —Me da una mirada—. Por allá tenemos brazaletes y collares de parejas, hechos con vidrio marino.
—Genial, gracias Nando —Marcus me conduce al fondo, en dirección a donde él dijo.
Veo a lo que se refiere, básicamente con vidrio recogido del mar han hecho figuras como corazones, candados, incluso un ancla y un bote. Ese me gusta, en especial el ancla, es de un color carmesí.
—Mira, que lindo —le digo a Marcus, quien sigue viendo los demás.
—Sí, son geniales, ¿no?
Una parte de mi esperaba que él sugiriera que compráramos de estos pero quizás ese tipo de cosas no son para él. De todas formas, ¿Por cuánto tiempo lo podríamos usar? Nos quedan semanas.
Dejo el collar con el ancla y el bote de nuevo en su lugar y sigo viendo los demás. Hay otros collares que no son para parejas, son únicos y quizás me debería llevar algo así.
Veo uno que solo una pulsera de tela negra con un corazón rosado, es lindo.
Marcus se acerca a mí para ver qué estoy haciendo. — ¿Te gusta ese?
Me encojo de hombros. —No lo sé.
—Oye, ¿No has visto si por aquí hay algo como agendas o plumones? A mi hermana le encanta eso, hacer diarios de sus días o algo así.
Miro alrededor. —Voy a buscar —ofrezco.
—Gracias, seguiré viendo si hay algo por aquí —dice.
Me muevo hacia el otro pasillo donde están todas las figuras de porcelana. Supongo que sí es una tienda de antigüedades, estas fueron de otras personas. Eso me parece tan interesante, si pudieran hablar, me pregunto qué tipo de historias contarían.
Cuántas de estas figuras han sido testigos de primeros besos, personas llorando o peleando, tal vez algo más que un beso, quizás una propuesta de matrimonio o el descubriendo que hay un bebé en el interior de alguien.
Si pudieran hablar, ¿contarían que un chico y una chica entraron durante verano y aunque lucían felices juntos, no podían estarlo?
Dejo de distraerme con esto y sigo buscando algo como lo que Marcus quiere para su hermana. No veo ninguna agenda o libretas pero encontré lapiceros de colores y pegatinas que simulan ser sellos postales.
Marcus se acerca a mi otra vez, me rodea los hombros con su brazo. —Disculpe señorita, ¿está buscando algo por aquí?
Suelto una carcajada. — ¿Así tratas a todos los clientes?
Me besa el pómulo. —Solo si tú eres la clienta.
Rodeo su cintura con mis brazos y él me besa la frente. No sé cómo esto se siente tan natural entre nosotros. No sé cómo me he llegado a sentir tan bien con un chico y no me siento insegura sobre si debería haberme puesto maquillaje o si tal vez me puse demasiado perfume.
—Creo que encontré algo —dice, sin soltarme ni apartarme, solo estira su brazo para tomar una figura de porcelana de gato con una canasta al frente.
— ¿Eso? —no es feo, es lindo pero esperaba algo distinto.
—Sí, le gustan los gatos y está en descuento —señala la etiqueta amarilla.
Suelto una risa y me recuesto de nuevo en su pecho. —Bien, llévalo.
Me besa la mejilla antes de separarse para tomarlo con ambas manos. Caminamos hacia el mostrador donde deja el gato. Nando le sonríe y comienza a envolverlo en papel para evitar que se rompa.
Marcus paga y noto que no solo le entrega la bolsa donde va el gato, sino que también le da una bolsa de papel pequeña. Se despide, sacudiendo la mano y salimos de la tienda.
—Ven, vamos al mar —me toma otra vez de la mano.
Caminamos unos metros hasta llegar al paseo marítimo, no estamos cerca de la arena pero ya se puede ver el mar. Las olas son fuertes a lo lejos, pero entre más cercas, más pequeñas.
—Eso es para ti —Marcus dice.
Volteo a verlo y me está extendiendo la otra bolsa, la de papel. — ¿Qué es?
Se encoje de hombros. —Ábrelo.
Lo hago, dentro hay dos cajas pequeñas, una lila y la otra azul. Tomo la lila primera y cuando la abro descubro el brazalete que estaba viendo, el de corazón.
—Marcus, no tenías que comprarlo —digo.
Él me guiña el ojo. —Yo creo que sí, ¿te gusta?
Asiento, colocándomelo inmediatamente.
Abro la otra caja y en esta, están los collares de pareja. Uno con el ancla y el otro con el bote. Mi corazón pega un salto cuando lo veo, Marcus me ha sorprendido con esto.
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Editado: 06.06.2025