El Momento Eterno

32: Jamás, jamás

Antes que mis abuelos terminaran de desayunar, yo salí de la casa.

Les pregunté si ellos sabían sobre papá y Grace yendo a ver las casa y me dijeron que no, que no sabían que también se irían.

No estoy segura cuando regresaran y aunque por un segundo pensé que ya no volverían, me parece imposible considerando que ambos dejaron su equipaje.

Voy a la tienda, o bueno, al frente de ella. Como lo imaginaba, Marcus ya estaba ahí esperándome.

Me mira y levanta la mano. —Hola —aunque no sonríe.

Me acerco y quedamos de pie frente al otro. —Hola —responde.

Entorna los ojos. — ¿Estás bien? Anoche, pues, en el restaurante…

La propuesta de mi padre. Miro hacia el mar. —Pues se fueron, volverán supongo.

— ¿Volverán?

—Mi padre y mi hermana se fueron con ellos porque… ah, es demasiado, no importa.

Marcus toma mi mano. —Si importa, Annette.

Lo veo y lo beso. Él toma con su otra mano mi cabeza mientras me besa por varios segundos.

Es como una vitamina, como un remedio cuando me siento mal. Marcus es lo que necesito para que cambie mi ánimo.

—Espera, ¿Tu padre y hermana se fueron? ¿No hay nadie en tu casa? —pregunta.

Elevo una ceja. —Mis abuelos, ¿Por qué preguntas?

—Porque tienen una piscina ahí y conozco a alguien que no sabe nadar —dice.

Suelto una carcajada. — ¿Quieres enseñarme a nadar?

Asiente. —Suena como un buen plan, ¿no?

—Sí, supongo pero no estoy segura a qué hora volverán —afirmo.

—A la hora de almuerzo —sugiere—. Creo que nos dará tiempo, al menos para que empieces.

Me imagino a mi padre y a Grace aun en la carretera, considerando que verán varias casas y luego pasaran a comer, creo que nos dará tiempo.

—Está bien, acepto.

Me toma de los hombros y me besa de nuevo.

Como lo habíamos planeado, a la hora del almuerzo, Marcus y yo caminamos hasta la casa.

Mi abuela llegó con comida preparada pero yo me excuse diciendo que tenía que hacer algo. Se quedó con el abuelo, Leo y Jazmin.

Cuando llegamos solo verifiqué que el auto de papá no estuviera al frente luego, entramos a la casa.

—Vaya —Marcus mira alrededor, subiendo los ojos al techo—. Es más grande de lo que pensé.

Sonrío bajando el rostro. —Sí, lo es… cuando era niña venía aquí con mamá y papá, pero era mamá quien amaba el verano realmente. Ella se bronceaba, nadaba en el mar, caminaba por las noches en la playa. Realmente lo disfrutaba.

— ¿Te pareces a ella?

Niego. —No, era más bonita, como Grace.

—Yo creo que tú también eres bonita, ¿Sabes?

Tomo su mano y lo muevo para que subamos las escaleras. Él no ha estado en mi habitación, solo parcialmente cuando trepó hacia mmi ventana.

Pero cuando empujo la puerta y lo dejo pasar, me siento extraña. Yo sé que es normal que muchas chicas de mi edad ya hayan hecho más cosas de las que yo pero estoy nerviosa.

Me gusta Marcus, mucho y confío en él pero será solo un romance de verano. Solo eso.

—Eh, si quieres, pues, digo, espérame aquí y voy a cambiarme, para nadar —indico.

Asiente. —Está bien.

Me muevo para tomar algo con que nadar. Tomo un traje de baño aunque también unos pantalones cortos y una camiseta pues no tengo tanta confianza para estar solo en traje de baño.

—Ahora vengo —le digo antes de salir y moverme al baño.

Me cambio y recojo mi cabello en un moño alto, no sé qué haremos pero no quiero mojarme el cabello. Salgo del baño y regreso con Marcus, a quien encuentro, sin camiseta.

Mi corazón pega un salto. —Eh…

Él no luce incomodo, creo que es normal que las personas aquí hagan esto. Nadar y obviamente, con menos ropa. Claro, tranquilízate Annette.

—Estoy lista —digo, asegurándome de no ver hacia Marcus.

—Bien, vamos —se acerca y las mariposas comienzan a revolotear en mi estómago.

Bajamos otra vez para ir a la parte de la piscina. Es un día agradable y el sol hace que el color azul de la piscina se vea mucho más intenso.

—Me dijiste que sabes flotar —Marcus se quita los zapatos, dejándolos a un lado.

—Sí —lo hago también.

—Ese es un primer paso, lo demás será sencillo —va al borde de la piscina para sentarse, estira la mano hacia mí para que me una.

Me siento a su lado, sumergiendo las piernas en el agua. Está tibia por el sol. — ¿Ahora qué?

Marcus se adentra a la piscina con el agua a mitad del abdomen, se coloca frente a mí abriendo los brazos. —Ahora ven.

Aunque no necesito ayuda para bajarme al agua, tomo sus hombros y dejo que coloque las manos en mis brazos para adentrarme también. Una vez dentro, estamos de frente y esta es una nueva sensación. El agua abraza mi cuerpo y casi puedo percibir el calor corporal de Marcus.

—Ahora, vamos un poco más al fondo y vas a flotar —señala.

Me toma de la mano para movernos, él me ayuda a que mi cuerpo quede de manera horizontal. Con cuidado, toma mi espalda y se asegura que no me hunda pero luego lo recuerdo bien y estoy flotando.

Él sigue a mi lado. —Ahora, mueve las piernas y voy a quitar la mano, ¿sí?

—Está bien —intento moverlas pero comienzo a hundirme de ahí y él se apresura a tomarme—. Bien, mira, vamos a hacerlo diferente. Ponto de pie otra vez, me vas a dar las manos y vas a chapotear.

Me siento como una niña pequeña pero él no se está burlando o me está haciendo sentir mal por no saber nadar a mi edad.

Luego de varios intentos, empiezo a seguir el ritmo correcto y cuando Marcus me suelta las manos, me muevo empujando las piernas.

No puedo evitar sonreír ampliamente. Estoy nadando. Finalmente, estoy aprendiendo a nadar.

— ¡Así! ¡Muy bien! —Marcus se mueve por la piscina para que yo lo siga y cuando me canso, se acerca para tomarme de los brazos.

—Lo hice —digo felizmente.

Marcus se acerca para besar mi mejilla. —Lo hiciste, estoy orgulloso de ti.

Marcus es de las pocas personas que me ha dicho tal cosa. —Eres un gran instructor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.