Algo era distinto entre Marcus y yo. Habían pasado los días y nuestras tardes, mañanas y espacios libres se llenaban con charlas, helados, música, besos y confesiones.
Cada vez más, conocía de él. De lo mucho que ama el mar, de todo lo que sabe hacer y de lo que le gustaría aprender. Me cuenta sobre su sueño de ir a ese punto en la tierra donde existe “el sol de medianoche” y de cuanto le gustaría tener un par de tatuajes.
Le he contado sobre mamá, sobre mi vida antes de su muerte y de lo raro que ha sido todo desde que se fue. Le cuento sobre cómo me gustaría viajar sola y leer libros en idiomas que todavía no he aprendido.
Marcus y yo podríamos pasar un día entero hablando y no nos cansaríamos. Eso me sorprende, me sorprende que alguien quiera escucharme y me sorprende que yo tenga tanto por decir.
Hablamos también de películas y cosas sin importancias. A veces vemos videos divertidos en mi teléfono y un par de programas de terror.
Me estoy dando cuenta que Marcus no es solo un chico para mí. Es el amigo que nunca había encontrado, es mi compañero de aventuras, es a quien puedo contarle cualquier cosa y no me juzgará.
—La próxima semana vendrá alguien que quiero que conozcas.
Como papas fritas con salsa de tomate sentada en la orilla del muelle al lado de Marcus. — ¿Alguien? ¿Quién?
—Alguien que me cambió la vida —afirma, sonriendo.
Recuesto mi brazo sobre una barra de madera. —Bien, ahora estoy intrigada, ¿Quién es?
Toma una papa y la mastica antes de hablar. — ¿Recuerdas todo lo que te conté de mi hermana, no?
Asiento. —Sí.
Sacude sus manos. —Bueno, la persona que la ayudó fue una señora de una iglesia y la invitó a un evento donde llegaría alguien un poco famoso, le recomendó que fuera conmigo.
Tomo otra papa. — ¿Quién era esa persona?
—Se llama Devan Keleni, es un surfista profesional que, bueno, tiene una historia muy fuerte pero quiero que la escuches de él —dice—, lo que te diré es que después de hablar en la iglesia iba a estar en un grupo juvenil y yo fue también, quería escuchar más sobre él.
Sonríe, viendo hacia el mar y deteniéndose para comer un poco más.
—Habló con todos ahí y le dije que yo también surfeo, hablamos un rato y luego me dijo que estaría en otra iglesia, que debería ir también, no estaba muy lejos de donde vivía —cuenta—. Fui y luego, me invitó a comer con su familia —baja la mirada y suspira—. Me dijo algo que no he olvidado y creo que nunca lo aré.
Asiento, esperando a que continúe.
—Me dijo que todos merecemos una segunda oportunidad pero a veces, somos nosotros lo que tenemos que darnos esa segunda oportunidad —mira hacia el cielo—. A veces pensamos que estamos arruinados, rotos, condenados a nada pero como en el surf, si te hundes, haces lo necesario para salir y tomar aire otra vez.
Miro hacia el mar, las olas empiezan desde lo más lejos y explotan hasta que se acercan a la orilla, creando espuma y una danza en el agua que nunca se detiene. Esto es hermoso, realmente y a pesar que he estado aquí antes y he visitado muchas playas no me he detenido a observar todo esto.
— ¿Tu puedes enseñarme?
Marcus me mira confundido. — ¿A qué?
Sonrío viéndolo a los ojos. —A todo, nadar, surf… lo que sea, ¿puedes?
Se inclina y besa mi mejilla. —Por supuesto y tienes suerte, te cobraré muy barato —toma un papa y toca la punta de mi nariz con ella—. Una cita a cambio de lecciones gratis, ¿Qué dices?
Le quito la papa de los dedos y me la como. —Digo que es una oferta imperdible.
Marcus se inclina para recostar su cabeza sobre mi hombro. —Sé que no debemos pensar en el futuro pero, es difícil no querer que estés en él.
Siento como mi corazón se hunde. —Aún nos queda tiempo, ¿no? Tenemos unas semanas más y creo que, eso será suficiente.
No lo creo, es una mentira. Yo tampoco quiero dejar de verlo, yo también lo quiero en mi futuro pero no hay forma de hacerlo funcionar y lo más probable es que si lo intentamos, vamos a arruinarlo y dejar marcas profundas en nuestros corazones.
Es mejor así, culpar a la vida y al destino y no a nosotros.
—Claro, ¿Y a donde iremos en nuestra cita?
Marcus sonríe de lado. —Mira, hay un lugar muy genial pero es cerca de la salida del lugar, ¿no sé si te gustaría ir?
Me encojo de hombros. A veces con Marcus siento como si podría seguirlo a cualquier parte, cualquier océano, cualquier planeta. —Claro, ¿Cuándo?
Entorna los ojos y mira hacia el mar. —Primero quiero darte tu primer lección de surf, ¿mañana temprano?
Asiento. —Claro, ¿Qué necesito?
Sonríe, tocando mi rostro con el dorso de su mano. —Solo tus ganas de aprender. Creo que lo harás genial, tienes talento para muchas cosas.
Mi corazón golpea con tanta fuerza que temo que él pueda escucharlo. Marcus y yo nos miramos a los ojos por varios segundos. Hay palabras que no estamos diciendo pero que las entendemos, algo que solo él y yo podemos comprender.
—Siempre te voy a recordar —susurra.
Respiro profundo. No quiero que me recuerde, quiero estar su lado por muchos días. Quiero que el verano sea para siempre, que la vida me deje a su lado y se olvide de mí.
Pero es solo una ilusión adolescente, ¿no?
Marcus se mueve más cerca para rodearme los hombros con su brazo, recuesto mi cabeza en su pecho. Su mentón descansa sobre mi coronilla y en ese momento, cierro los ojos.
Nunca he sido capaz de describir todo con precisión pero si tuviera que usar una sola palabra para describir este momento, sería perfecto. Esto, ahora, es como la vida se supone que debería sentirse. Es injusto que estos días sean tan cortos y efímeros.
Un día, parpadearé y ya no tendré diecisiete, tendré treinta y la vida será tan distinta a como lo es ahora, tal vez me irá bien en términos académicos y laborales, incluso en mi vida personal, pero siempre quedará un espacio vacío que solo un chico puede llenar.
#109 en Joven Adulto
#2549 en Novela romántica
amor de verano, secretos amor verdadero y complicado, opuestos se atraen
Editado: 03.06.2025