El Momento Eterno

41: Y aunque pasen miles de soles

UN AÑO DESPUES

El verano es muy diferente cuando estás en la secundaria que cuando estás en la universidad.

Lo que no ha cambiado es que yo no he hecho amigos. Tengo muchos compañeros con quienes me llevo bastante bien pero a la hora de salir de los salones de clases y las bibliotecas, estoy sola.

No tengo ningún plan para el verano. He pensado en quedarme y adelantar algún curso o prepararme para el próximo semestre. Simplemente prefiero eso a irme de vacaciones con mi padre y su nueva esposa, Marissa.

De todo lo que ha sucedido, lo único bueno fue conocer a August. Es básicamente mi mejor amigo, aunque es difícil describir nuestra amistad. Él y yo no estamos en la misma universidad pero nos vemos casi cada semana y como ambos estamos en la escuela de leyes, nos ayudamos mutuamente.

August tiene una novia, es linda, se llama Jennie Jones. Me agrada, pensaba que éramos hermanos cuando nos conocimos. No sé porque pensaría eso, somos distintos físicamente y quizás, en la personalidad también.

Grace está en la secundaria todavía pero últimamente nos hemos visto más. Me ha pedido que llegue a visitarla y aunque odio ir a la casa donde mi padre y Marissa están felizmente casados, lo hago solo por ella.

Y sobre mí, ahora mismo estoy ordenando mi ropa de los cajones. Vivir sola ha sido interesante pero sin duda, algo que fue hecho para mí. Me encanta no tener interrupciones, poder dormir en mis días libres a cualquier hora y escuchar música sin auriculares.

Termino de doblar la última camiseta, estoy a punto de regresarla al cajón cuando veo que algo brilla al fondo. Estiro la mano para tomarlo y al sacar el objeto, mi corazón pega un salto.

El collar con el ancla.

Lo sostengo y sigo observándolo mientras me siento en el borde de la cama. Sonrío ante los recuerdos que hice hace un año, en Flores.

No he sabido nada de Marcus y él no me ha buscado. No digo que esperara que lo hiciera pero pensé que había una posibilidad a que sucediera.

Recuerdo que me dijo que siempre lo usaría, quizás ya no lo hace, como yo.

Deje de usarlo en algún momento, no recuerdo cuando, solo sé que un día así como él, ya no estaba.

En muchas ocasiones pienso en él, en el chico que conocí en verano, en nuestras aventuras y en todo lo que sucedió en el medio. En varias ocasiones, extraño sus abrazos y sus besos.

Mis ojos amenazan con acumular lágrimas, respiro profundo y cierro los ojos. Cualquiera pensaría que la opción sencilla era mantener el contacto o visitarlo de nuevo pero no es así.

Hace unos meses, durante diciembre conduje hasta Flores. No iba a buscarlo pero quería que el destino casualmente me llevara a él. Llegué a la casa de los abuelos y estuve ahí todo el día, con una pregunta en la lengua que no podía pronunciar.

Eventualmente, mi abuelo y yo fuimos a la tienda pero mi corazón se rompió cuando no lo vi en todo el tiempo que estuve ahí. Incluso salí en ocasiones esperando verlo pero él ya no estaba.

Ni Leo, ni Jazmín. Ya no estaban tampoco. Mi abuelo solo me dijo que ellos ya no trabajaban ahí pues se habían graduado y habían buscado trabajo.

No me resistí la curiosidad y fui a la otra tienda, la de surf, esperando ver a Marcus ahí pero solo estaba una señora y nadie más. Marcus tampoco estaba, todo continuó como lo pensé.

Creo que así fue como dejé de usar el collar. De manera tonta quería muy en el fondo de mí que Marcus me esperara como en la historia que me contó sobre el hombre del mar y la mujer que se casó con alguien más pero eso no era lógico.

Entonces yo entré en pánico y durante los siguientes dos días que me quedé, no salí de la casa de los abuelos. Le ayude a mi abuela en muchas cosas y me sentaba con el abuelo a hablar pero no puse un pie fuera de ahí, temía encontrarme con Marcus pero con un Marcus que ya no estaba pensando en mí.

Tal vez con uno que sostendría la mano de alguien más.

Al despedirme de los abuelos, me despedí de Flores. No iba a volver a menos que fuera para encerrarme de nuevo en la casa de la playa pero si lo hacía, no iba a esperar a Marcus.

Entonces, ahora que veo el collar, me pregunto dónde dejó el suyo. Tal vez está en un cajón como este, tal vez ya ni siquiera sabe dónde está. Todo lo que sé es que como eso, se llevó una parte de mí que nunca voy a recuperar.

Me tumbo sobre la cama y suspiro. No estoy enojada con Marcus, no tengo rencor ni enojo. Deseo que le vaya bien, que sea feliz, que cumpla sus sueños y que encuentre alguien que lo quiera.

Yo sé que quizás algún día vuelva a salir con alguien, que quizás ese chico y yo duremos un par de años juntos y luego nos casemos, que crezcamos juntos y que ambos olvidemos a nuestros primeros amores.

Pero una de las canciones favoritas de mi abuelo dice; “El primer amor nunca se olvida” y eso temo. Que aunque pasen los años y bese a otras personas, que viva con otros chicos nuevas experiencias y que pronuncie la palabra “amor” varias veces, pero que en el fondo siga pensando en él.

Parece que fue solo un amor adolescente, algo pasajero y rápido de olvidar pero no fue así. Marcus fue la primera persona que me vio realmente, que me escuchó y me hizo sentir viva.

Pero sé que lo tengo que dejar ir. Todavía no, quizás poco a poco, como ese collar despertaré un día y me daré cuenta que no he pensado en él por semanas.

Tal vez en un año, su recuerdo se lo habrá llevado el viento y lo dejará lejos de mí para siempre.

Tal vez.




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