MARCUS
He vuelto a verla, varias veces.
Annette realmente está aprendiendo a surfear y mientras tanto, me cuenta de su vida. Me cuenta que su abuelo le heredó la tienda y ha venido a eso también, que no sabe si la venderá o si debería alquilarla. Me cuenta que estuvo en Francia, en España, en Polonia y en Hawaii, me cuenta que en ningún lado hay atardeceres tan perfectos como en Flores.
También me contó sobre un ex novio. Egoístamente, sentí celos. Ese ex novio fue fugaz y fue algo raro, algo que tenía con un hombre dos años mayor, que se veían cada semana para tomar café y hablar de la economía y la política a pesar que a ella no le importada mucho nada de eso, al menos no más de lo que debería.
Annette me deja que la sostenga de la cintura mientras le enseño, me deja que me acerque y yo recuerdo esos días a su lado, besándonos con timidez y con cautela. Con besos lentos y novatos, besos que siempre atesoré.
Annette me pregunta eventualmente de mi vida amorosa, le respondo la verdad. Después de ella, salí con una chica llamada Regina. Era una buena persona pero solía hacerme pequeñas críticas de todo y cuando ella se aburrió de mí, lo dejamos por las buenas.
Le pregunté de August, el rubio que terminó agradándome mucho más. Ella me contó que también estuvo en la escuela de leyes pero se enfocó más en la natación, dejando la carrera y preparándose para los juegos olímpicos.
Me dijo que en los próximos, lo podré ver ahí probablemente.
Recuerdo cuando ellos se marcharon, cuando Jazmin me preguntaba si había hablado con Annette pero que realmente estaba curiosa de August. Jazmin siguió con su vida, se casó con un hombre amigable y ahora tienen un hijo. Le va bien, les va bien pero a veces me pregunto si ella se hace las preguntas que yo me hacía.
Aunque para ser honestos, lo de August y Jazmin fue diferente a los de Annette y yo.
Finalmente, llega el viernes y Annette no tiene que ir a ayudar a su hermana y yo no tengo a quien enseñarle nada. Estamos solos en la playa, sentados viendo al mar.
—Te extrañé —confieso de pronto—. Cuando te fuiste, extrañé todo. Las mañanas, las noches y el tiempo que pasaba planeando algo para nosotros.
Annette se mueve cerca de mí. —Yo también te extrañé pero sabíamos que iba a terminar, ¿no?
— ¿Y qué hay de ahora? —siempre he sido yo quien dice lo que no debería ser dicho, lo que se siente como demasiado pronto, lo que tengo que reservarme—. Ya no somos chicos, ya no somos víctimas de la vida, ¿o sí? ¿Aun crees que tienes que ir en una sola dirección?
Me sonríe con tristeza. —Marcus, no podemos pensar que solo por la nostalgia esto puede funcionar, ¿No prefieres que seamos amigos? Me voy en tres semanas, estoy ayudando a Grace, estoy comenzando mi carrera. No quiero… no sé a dónde voy, pero podemos hacerlo distinto. Podemos ser amigos.
—Nunca he querido ser tu amigo —afirmo—. He querido ser más que eso.
—Marcus, siendo realistas, solo tuvimos meses y eso fue todo —pero ni ella se lo cree.
Lo vi, la manera en que Annette me miraba, la forma en que ambos podíamos hablar de lo que sea, lo cómodo que era estar al lado del otro, lo difícil que fue para nosotros decirnos adiós y lo bien que se sintió estar en los brazos del otro cuando dormimos juntos.
Solo quería eso, dormir a su lado, despertar a su lado.
—Dime algo y te dejaré en paz —me muevo para verla mejor—. Dime si no tienes curiosidad, si no te preguntaste donde estaríamos si nunca nos hubiéramos dicho adiós, si quieres saber qué hubiera pasado.
De nuevo, sé la respuesta.
—Solo quiero que lo intentemos. Si esto no funciona, está bien, Annette. Pero si entre nosotros está la posibilidad de algo asombroso, yo quiero descubrirlo. La verdad es, que nunca he sentido con nadie lo que he sentido contigo, fuiste una marca permanente en mi vida.
Suspira. — ¿Estás seguro?
—Sin duda —contesto, viendo sus labios.
Sube la mano y toca mi hombro. —Pero yo no vivo aquí y tú no te irás de aquí.
Me acerco a ella. —Y entonces, tendremos que descubrir como funcionar a pesar de eso.
—Sigo creyendo que es una locura —afirma, bajando la voz.
Me inclino un poco más, siento la punta de la nariz contra la mía. —Tú me vuelves loco.
Y es ella quien se acerca a mis labios y me besa. No hace falta decir que ambos estábamos esperando esto y se nota por la forma en que nos estamos demostrando todo lo que sentimos.
Luego de besarnos por mucho tiempo, nos recostamos en la arena. La atraigo hacia mí para que coloque su cabeza sobre mi pecho. Acaricio su cabello, su mejilla, su mentón y su brazo.
Tenerla aquí, besarla, se siente como encontrar el punto exacto donde un tesoro fue enterrado en la arena.
— ¿Tienes miedo? —pregunta.
—No —beso su cabeza, ella huele a rosas—. ¿Y tú?
Ríe un poco. —Esto es inesperado. Sabía que existía la posibilidad que me encontrara contigo en este lugar pero jamás imaginé que estaríamos de nuevo así, pensé que estarías casado o algo.
—Yo también pensé que tú estarías casada con un empresario o un príncipe —bromeo.
Se acomoda sobre mi pecho. Podría quedarme aquí el resto de mi vida, podría vivir así. Con esta chica en mis brazos, con la luna sobre nosotros, con el mar de testigo de una historia de amor que se escribió con calma.
Veo hacia las estrellas y pienso en como este momento es un milagro, estoy completamente seguro que esto no es un romance casual, que esto fue hecho y diseñado por alguien más grande. Alguien que sabe que yo necesitaba a alguien como Annette en mis momentos solitarios y alguien que conocía de la soledad de Annette.
Y ahora, estamos aquí. Tenemos la bendición divina, y yo prometo cuidarla. Cuidaré de esta bendición.
— ¿Quieres ir a la boda de mi hermana conmigo? Digo, yo estaré ahí, pero, ¿quieres ir como mi invitado? —pregunta.
Me muevo para poder ver sus ojos. —Ya tengo mi traje listo.
#225 en Joven Adulto
#3631 en Novela romántica
amor de verano, secretos amor verdadero y complicado, opuestos se atraen
Editado: 06.06.2025