El Monstruo |

9. Seducción.

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Alexander miró al frente, todavía intentando encontrarla, buscando bajo su vista un solo pequeño rastro de su presencia, caminando hacia las esquinas y callejones, donde no la encontró, soltando un largo suspiro de desesperación, llevando las manos a su cabeza, echando su cabello hacia atrás, completamente molesto, maldiciendo por lo bajo, preguntándose por qué rayos se sentía de esa manera, como si estuviesen arrancando algo dentro suyo hasta aniquilarlo, rompiendo su deseo, las ganas de volver a tenerla entre sus brazos como un desgraciado loco, anhelando volver a besar esos labios que habían enmarcado fuego sobre sí, sosteniendo su complexión entre sus palmas, buscando liberarlos en un encuentro único donde pudiesen hacer el amor juntos, como si pensarlo no le fuese una completa locura.

¿En qué cabeza cabía algo como eso? Esa mujer era una desconocida y aún así, la requería como si se tratara de una relación que permanecería, extasiado desde el primer día en que siquiera la vio de reojo, porque no le había prestado demasiada atención. Si lo hubiese hecho, estuviese a nada de quitarse la vida por no soportar la marea que se iba contra sí cada vez que pensaba en ella y… en la otra. ¡Caramba! Parecía un condenado indeciso, prostituyendo el corazón entre dos mujeres tan distintas, fuera de los parámetros, teniendo una esposa a la cual cuidar, perdiendo de ella toda clase de atención bajo el hechizo en el que se encontraba, decidiendo no darle más cabida a ese meollo que seguía arremetiendo contra sí, tomando una respiración profunda en silencio.

—Por supuesto que voy a encontrarte—dijo, a la nada en tono bajo, negando—. Como sea, donde sea. No puedo dejar esto así, caray—farfulló, volviéndose al club, entrando al tiempo que buscaba la presencia de Gabriel, quien parecía estar divirtiéndose en el escenario, cruzando los brazos al verlo sostener un micrófono en sus manos, sacándose la chaqueta que lo cubría, haciendo al sitio volverse completo silencio mientras giraba en una vuelta divertida, quedando frente a frente, llevando su mano hacia atrás.

—Y en otras noticias, amigos, soy policía. Cualquier menor de edad que se encuentre en este lugar, será arrestado. Tengo conocimiento para carnet de identidad falsificado—habló, logrando crear un poco de caos en las personas, viendo a unos salir a paso rápido del lugar, incluyendo a jóvenes mujeres acompañadas de chicos que parecían dejarlas detrás, olvidándose de sus compañías.

Negó en su sitio, observando cómo llegaba hasta él, sonriente, levantando su mano para golpear su cabeza, escuchando su quejido.

—Le haré saber a Lisa sobre esto—masculló, mirando a otro lado, todavía intentando encontrarla de forma inconsciente—. ¿Tienes cómo comunicarme con la rubia? —demandó, atento, posando la mirada en él.

—Claro—indicó, dándole una palmada al seguridad que pasaba a un lado de ambos, siguiendo sus pasos al tiempo que se comunicaba, dejándole saber que harían llegar un aparato de alta tecnología para el equipo con el que pudiesen identificar a quienes usaban sus identificaciones erróneas solo para pasar al sitio, recibiendo la aprobación del hombre, viéndolos desaparecer en otra dirección, caminando hacia el área de camerinos.

Abrieron unos cuantos, pidiendo perdón a las presentes todavía vestidas, llegando hasta el último donde empujaron la puerta, decidiendo no tocar, encontrando a la rubia colocándose la ropa, posando su vista sobre ellos a través del espejo.

—Todavía siguen aquí—indicó, soltando un bufido, arreglando sus bolsos—. ¿Qué quieren?

—Yo nada—alzó sus brazos, girando al umbral, dejando a Alex hacerse cargo de la joven.

—Pensé que…

—Antes que continúe—comenzó, cortando sus palabras—, yo no lo conozco—indicó, viéndolo fijo, apretando el agarre de lo que llevaba—. Y Ka… mi amiga tampoco, así que por favor, si no piensa hacer algo distinto con ella o con su vida en realidad, salga por esa puerta y no regrese—pidió, serena, señalando la parte por donde habían cruzado para encontrarla.

—Quiero verla.

—Ella no a usted—reviró, soltando el aire contenido—. Dígame algo.

—Lo que sea—susurró, bajo su mirada, inquieto.

—¿Qué tan fuerte le romperá el corazón? —demandó, cortando el aire en la estancia, llenando el ambiente de tensión—. ¿Qué tan dura será la caída? Porque sabe qué, ella no lo necesita—pregonó, dando un paso hacia él—. Y no voy a dejar que usted o cualquier otro, termine burlándose de ella en su propia cara. Ha tenido suficiente—completó, emitiendo dureza en sus palabras, girando para no verlo más.

—Y-Yo…

—No me responda—pidió, sacudiendo su cabeza—. Solo váyase. Tiene mucho trabajo ahora, le toca centrar a su querida gallina—rezongó, dándole una negativa a la vez que soltaba un bufido, pasando a su lado para desaparecer sin remedio, permaneciendo estático en  su sitio, todavía cargando sus cosas de vuelta.

Gabriel tomó las pertenencias, sosteniendo sus hombros un momento para volverlo al mundo, regresando al jeep tan pronto pudo llevar al hombre a la realidad, subiendo en el lado del copiloto, rebuscando entre su ropa, sacando su billetera, encontrando intacto sus documentos, riendo al ver que el dinero no estaba completo.

—Te estafaron—burló, contando las papeletas—. Aunque creo que con esto, puedes comprarle comida a tu esposa—Alexander giró la mirada ante la broma de mal gusto, apretando el volante, subiendo el volumen de la radio mientras lo veía inspeccionar lo demás, guardando silencio un momento luego de haber reído por las fotos que estaban en la galería compartida.




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