El Monstruo De La Montaña

II

Con una barra de hierro removió las brasas del día anterior en la chimenea, pensó en preparar algo rápido para comer pero se había quedado sin comida, no había ni siquiera carne de liebre para merendar, así que solo preparó una pequeña olla de café. Después de ello se sentó en una silla que tenía un trozo de cuero de venado, observó hacia la montaña y como la niebla empezaba ascender, todo se iba aclarando pero el frío parecía penetrar en sus huesos.

—Tendremos que salir a cazar algo—suspiró y sostuvo la taza semi vacía entre las manos—ojalá encontremos alguna libre o cervatillo, Neón.

Era un silencio irreconocible, pero entendió que Neón no respondería, ese viejo pastor alemán seguía durmiendo en su lugar favorito y los rayos del sol apenas y se podían ver, las nubes grises parecían comérselas y eso de alguna manera lo molesto.

Estaba por ponerse de pie y servirse otra porción de café humeante cuando algo le llamó la atención. Dos personas parecían acercarse a su pequeña casa, dos personas con paso lento y torpe, podría él apostar que eran moribundos por la forma de caminar, pero nadie en su sano juicio haría tal cosa, nadie debería caminar de muy de mañana por un lugar que apenas y la luz del sol daba lugar a ver. Se quedó allí sentado esperando y esperando pero parecía una eternidad verlos caminar, no reconoció que era un hombre y una mujer hasta que estuvieron lo suficientemente cerca de su casa, Neón no despertaba y eso lo desconcertó un poco.
El hombre lucía ropas limpias y nuevas, pantalones negros y una camisa blanca con una chamarra en azul tipo mezclilla con líneas delgadas en café en los bolsillos; la mujer por su parte usaba un vestido rosa con algunas manchas de lodo fresco y unos diminutos zapatos negros, a pesar de que el cabello estaba enmarañado era hipnótico, deseo tocarlo y sentir su suavidad, un hermoso cabello negro, eso no le daba buena corazonada.
El hombre se detuvo y la mujer también solo que esta tenía la una expresión taciturna, perdida y desconsolada, y cuando se encontró con su mirada, ella rápidamente bajó la cabeza.
A pesar de esa expresión era hermosa, y la atracción que sintió jamás la había experimentado, Gabriel, la conocía su ser gritaba que la conocía pero no recordaba de dónde.
La pareja continuó su camino y él solo los observo como se adentraron a los matorrales secos rumbo a la montaña y con eso supo que jamás los volvería a ver.




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