Esa frase que nadie fue capaz de entender, hizo que algo se rompiera en Yasahiro. Cuando faltaba un metro, fue cuando el castaño se agachó, esquivando así aquella patada destinada a su cabeza, casi de forma inmediata, se impulsó con sus pies para poder colocar una mano en el hombro de Izana, con el único objetivo de pasar por sobre él.
Frente a todos, Yasahiro no solo había esquivado una patada letal del comandante de Tenjiku, sino que también, le había pasado por arriba, como si no importara nada. Al percatarse de que el castaño tenía la guardia baja, Izana volvió a patearlo.
—¿Quién te crees, idiota? —preguntó, pero su pierna fue detenida antes de que llegara a su destino.
—Alguien que nunca duda, alguien que nunca cede, alguien que nunca cambia. Eso es lo que hace a un rey ser un rey —dijo mientras bajaba la pierna de Izana, sin despegar su mirada de Len, quien le dedicó una sonrisa misteriosa—. Voy a matarte.
Lamentablemente, Len se había camuflado en un grupo de chicos de Tenjiku, pero él estaba seguro de que al fin lo había roto, aquella máscara que mantenía aquel viejo amigo se había caído frente a todos, lo que implicaba que el viejo Inoue había vuelto.
Yasahiro solamente se puso serio, mientras golpeaba a todos esos chicos, puesto que su objetivo lo estaba haciendo enojar. Izana había quedado genuinamente sorprendido, era incapaz de despegar la mirada de aquel chico que desmaya a las personas a golpes, nunca había conocido alguien que fuera capaz de evitar sus golpes, y por ello se había quedado parado. Hanma miró toda la situación sorprendido, pues de todos las peleas que se iban desarrollando, la de Yasahiro era la más sangrienta, pero Kisaki miraba aquello encantado, pues por primera vez había aceptado aquella opción que le había propuesto Len, y efectivamente había encontrado un diamante en bruto.
—Entonces, ¿Quién es este mocoso? —preguntó Hanma mientras evitaba mostrar una mueca, aún recordaba aquel golpe que le había dado.
—Él, es una bestia, que no permitió que sus rumores se esparcieran —dijo Kisaki acomodando sus lentes—. Inoue Yasahiro, los pocos rumores que pude escuchar, eran que todos prefieren morir antes que siquiera mencionar su nombre.
—¿ToMan tiene alguien así de fuerte?
—Ellos no lo saben, nadie sabe nada de él, más que ese chico, Len. Quien lo odia de una manera indescriptible —explicó—. Pero, aun así, lo único que pudieron confesarme, es que ese sujeto es verdaderamente peligroso —aclaró, fijando su mirada en Izana, quien, a su vez, tenía la suya fija en el castaño.
Fácilmente, Yasahiro había acabado con ciento cincuenta personas, antes de llegar a Len, quien lo esperaba recostado contra un pilar. Cuando ambos cruzaron miradas, el castaño no dudó en abalanzarse, mientras que el otro retrocedía. Ambos eran conscientes de que su pelea no tenía un límite establecido.
—¿Qué pasa, Inoue? —preguntó mientras sacaba una navaja—. ¿Ya te has cansado tan rápido, Iluminado?
—Len, tendrá que matarme, porque no pienso dejar de pelear.
Aquella lucha era desigual, puesto que Len era un espadachín habilidoso, y por más acrobacias que Yasahiro hiciera para alejar el filo de esa navaja, siempre terminaba con algún corte que empezaba a dificultar su movilidad. Len era muy consciente de lo que hacía, pero aun cuando quería dejarle marcas permanentes, los golpes de su contrincante no perdían fuerzas, lo que empezaba a llevarlo al extremo.
Entonces ocurrió lo que Len esperaba, la oportunidad perfecta para apuñalar a su oponente, pero no enterró el filo, algo en él lo detuvo, así que lo único que logró hacer, fue un corte horizontal de nueve centímetros de largo. Dicho corte, provocó que Yasahiro cayera de rodillas, pues al fin, los cortes lo habían superado.
Ese alegre brillo que caracterizaba a sus ojos café, chocaron con los inesperadamente oscurecidos ojos de Len; era un duelo de voluntades, que para su desgracia estaba perdiendo Yasahiro, en consecuencia, provocó una media sonrisa llena de satisfacción en el otro, mientras levantaba aquella arma blanca llena de sangre.
—¡ToMan no perderá! —ese grito los dejó paralizados a ambos—. ¡Mientras yo esté aquí, ToMan no perderá! —aquellas poderosas palabras, llenaron a Yasahiro de una sola cosa, mucha curiosidad.
La pelea con Len lo había llevado lejos del campo de batalla principal. Aquel grito lo motivó a levantarse y tomar el cuchillo de Len por el filo, y con una sonrisa lo golpeó directamente al rostro, provocando que este se alejara.
—Que mierda.
—Tengo que ver esto —fue lo único que dijo el castaño antes de abandonar el lugar.
Editado: 22.11.2024