El Monstruo y la Bestia

Capítulo 34

—Yasahiro —llamó Mikey deteniéndolo—. ¿Puedes quedarte conmigo? —preguntó extendiendo su mano, que fue tomada inmediatamente.

—¡Nos vemos en el hospital! —gritó Itami, antes de arrancar.

Mientras Yasahiro estaba ayudando a Izana, Kisaki había conseguido escapar con ayuda de Hanma, quien lo había llevado en su motocicleta. Inmediatamente, Draken montó en su moto para ayudar a Takemicchi a capturarlo. Chifuyu había quedado a ayudar a proteger a Hinata, quien se había percatado de cómo Mikey sostenía la mano de Yasahiro, sin soltarlo.

Mikey lo había sentido cuando Yasahiro se precipitó de ese modo, amenazando a su hermano y al mismo tiempo ayudándolo de esa manera tan radical; por eso quiso tenerlo cercar, ser egoísta y tener a aquel castaño que había despertado su curiosidad, porque parecía ser el único que veía más allá que el resto de las personas. Entonces, sintió un apretón en su mano, y cuando ambos se miraron, el castaño solo le dijo:

—Tenemos que buscar a Takemicchi —con su cabeza apuntó disimuladamente a Hina quien se veía preocupada—. Creo que todos necesitamos saber que está bien.

—Yasahiro, estás herido —insistió Hina acercándose a él.

—Mis piernas no lo están —aclaró, y Mikey asintió estando de acuerdo.

Hinata, acompañada de Yasahiro y Mikey, quienes no se habían soltado en ningún momento, corrieron a buscar al rubio. Cuando llegaron, se encontraron con la terrible escena, de Takemicchi apuntando a Kisaki con su arma.

Fue algo rápido, Kisaki aprovechó la distracción y huyó, comenzando de nuevo aquella persecución, que se detuvo porque Kisaki paró en un paso peatonal, justo antes de ser atropellado por un camión. Yasahiro no continuó, puesto que sus pies no quisieron avanzar hasta aquella violenta escena, así que sin más remedio, soltó la mano de su comandante, y se quedó allí parado, intentando relajar su respiración y no perder el enfoque de lo que sucedía.

—Yasahiro —llamó Mikey al verlo ahí parada en medio de la nieve con la mirada perdida—. ¿Estás bien?

—Estoy agotado —dijo mientras caía de rodillas—. Ya no puedo caminar más, estoy sin fuerzas —aclaró, soltando una risa, sin gracia y sin ganas.

—Está bien —dijo Mikey mientras lo alzaba estilo nupcial—. Vamos al hospital, tus amigos te esperan allí.

Cuando todos se reúnen en el hospital, Yasahiro se quedó quieto al ver a Jun en una silla de ruedas, junto con sus amigos, quienes esperaban noticias de los doctores. Mikey se quedó viendo como el castaño abrazaba a sus amigos, y como lloraba completamente aliviado.

Después de unos días, al fin pudieron visitar a Izana y Kakucho, el mayor era quien aún está algo confundido, y no quería ver a nadie. Mikey miró a Yasahiro, quien estaba en la sala de espera antes que él, no podía despegar su mirada de aquel perfil serio y aquellos ojos que se notaban que ocultaban grandes pesares. Ambos entraron a la habitación, y se encontraron con Izana mirando a la nada, como si buscaran algo o quisiera evadir algo.

—No quiero ver a nadie.

—Sabes Izana —intento decir Mikey—. Todavía podemos ser hermanos.

—Cállate —ordenó de forma inmediata. El silencio reinó por unos segundos, hasta que Yasahiro se pudo al frente del albino.

—Fue el veintiuno de febrero —le dijo confundiendo a los presentes—. Esa es la fecha en la que decidí desconectar a mis padres —aquellas palabras dejaron en shock a ambos chicos—. Honestamente, ya no tengo parientes cerca de mí, mi tía quien es la que me mantiene, ahora me considera el asesino de su hermano y su mejor amiga.

Ninguno de los dos esperaba esas palabras, y entonces el castaño tomó a Izana de la mano, tan delicada y lentamente que no provocó ninguna reacción negativa.

—Podría decirse que estoy solo —continuo—, pero la soledad es subjetiva, únicamente te sientes solo porque crees que nadie está contigo. Pero, la realidad es que tú y yo, no estamos solos, tú puedes tener una familia, y si no lo quieres, aún tendrás a Kakucho, que jamás pensaría en abandonarte. —explicó provocando que las lágrimas de Izana empezaran a caer—. A mí, solamente me quedan mis amigos, y tú casi matas a uno de ellos. Pero, eso ya está en el pasado. Takemicchi una vez dijo: “pelear no es doloroso, lo que duele más que nada, es la soledad” —aclaró—. Y del pasado uno va aprendiendo.

Izana sabía lo que el menor quería decirle, por eso sus ojos violetas se dirigieron a Mikey; fue una charla que el castaño no presenció, debido a que era un asunto de hermanos, y como le había aconsejado Isamu, no debía meterse en ese tipo de asuntos. Cuando el rubio de ojos negro salió, lo primero que vio fue al castaño, con su mirada fija en la ventana, puesto que estaban en el segundo piso. Ambos chicos caminaron al lado del otro, sin romper el silencio, al menos hasta que salieron del edificio.

—Comandante —llamó el castaño, tomando la manga de la remera del rubio, para llamar su atención—. ¿Sabe que sería realmente genial? —preguntó—. Que buscara la manera de relajarse, se le ve muy tenso, por favor cuide su salud, aún tienes quince años.

Y con esas palabras, el castaño se alejó del rubio sin mirar atrás. Decidido en lo que debía hacer.



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En el texto hay: bl, pandillas, tokyorevengers

Editado: 22.11.2024

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