Pero nada era para siempre, Izana era muy consciente de ello, por esa razón, no dudó en ingresar al psiquiátrico y permitir recibir ayuda psicológica, pues realmente quería amar a sus dos hermanos menores, pero no podía hacerlo por sí mismo.
El único que no estuvo de acuerdo, fue Sano, Manjiro; pues este no quería perder a otra persona. Pero, Izana, ya no tenía dudas y nadie lo hará retroceder. Kakucho era la segunda persona que estuvo en desacuerdo, y aun así, su querido amigo, se había retirado; y eso, provocó que Kakucho tuviera un fuerte rencor hacía el rubio menor.
Y todas aquellas situaciones, llegaron a empujar a Mikey en el hoyo más oscuro y más profundo, y la única persona que se había quedado a su lado, fue Sanzu Haruchiyo.
...
Yasahiro estaba tranquilo caminando hasta su propia casa, cuando fue atacado violentamente hacía un callejón. El castaño, de cabello largo, se quedó completamente boquiabierto, al ver a un rubio increíblemente alto, con unas grandes aires a Taiju Shiba.
—¿Tú eres Inoue, Yasahiro? —preguntó mientras lo tomaba del cuello de la camisa para alzarlo como si fuera un pequeño animal—. Eres bastante pequeño —y de forma inesperada terminó cayendo de espaldas, por la potente patada del castaño.
—No te atrevas a decir mi apellido —aclaró el castaño—. Si quieres morir, simplemente pídelo amablemente.
—Eso fue impresionante —halagó aquel rubio—. Quiero que te unas a mi pandilla, únete a Rokuhara Tandai.
—Lo siento, ya abandoné el mundo de las pandillas —contestó.
Con esas palabras, el castaño caminó tranquilamente para llegar a su hogar. Le resultaba cómico que todo eso ocurriera, ya había pasado un año desde que la pandilla más grande de japón, la Tokyo Manji Gang, y ya no había tenido contacto con pandillas, excepto por el consenso de los dioses, ni sus amigos habían tenido contacto con otras pandillas.
Y todo aquello que le resultaba cómico, dijo de serlo justo en el mismo día, esa noche después de su trabajo. Yasahiro, después de que ToMan se había quedado con mucho tiempo libre, así que aceptó un trabajo de medio tiempo en una pequeña fotocopiadora; En uno de esos días, en los cuales debía quedarse hasta tarde, se sorprendió al ver un color casualmente parecido a cierto rubio que hizo que su corazón empezara a latir. Fue una gran sorpresa ver a Manjiro Sano, y a Sanzu golpeando a unos desconocidos, pero tuvo que intervenir cuando aquella pelea empezó a tornarse injusta.
—¿Qué mierda? —preguntó para sí mismo, mientras pateaba a uno de esos chicos que tenía un tubo, con el que planeaba golpear al otro sujeto tirado en el suelo—. ¿Estás bien?
—Si, muchas gracias —dijo aquel desvalido mientras se levantaba con ayuda del castaño.
—Oye, estás arruinando toda la diversión —se quejó Sanzu.
—¿Diversión? —preguntó incrédulo—. ¿Acaso estás enfermo? —pero, aunque tenía toda la intención de contestarle, Sanzu se calló, puesto que su rey se había puesto de pie—. ¿Mikey?
Pero inmediatamente después de hacer su pregunta, el mencionado lo pateó directamente en la casa, y así, confundido, adolorido y con una parte roja del rostro por el golpe, sintió un peso sobre su estómago, antes de poder orientarse, empezó a recibir reiterados golpes por parte de Mikey.
Yasahiro no podía creer que aquella persona que tanto amaba, porque si, él nunca había olvidado sus sentimientos, lo estaba golpeando brutalmente y sin consideración. Así que antes de perder la consciencia, decidió darle una patada para quitárselo de encima.
—¿Qué mierda, Mikey? —preguntó en vano, mientras se levantaba, limpiando su sangre de su rostro y escupiendo un poco al suelo, pero lamentablemente no pudo continuar porque Sanzu lo había golpeado en el estómago.
—No te llenes la boca con el nombre del comandante de la Kanto Manji Gang —dijo burló, tomándolo del pelo con brusquedad, para poder verlo con diversión.
—Deja ese desperdicio, Sanzu —ordenó Mikey parando a su lado, sin siquiera mirarlo.
—Este no eres tú, Mikey —dijo mientras daba un bote de basura para poder levantarse—. Tú no eres así.
—Que molestia —se quejó el más alto, pero Mikey se acercó a él.
—¿Ya no me amas, Yasa? —preguntó con un tono burlón—. Este soy yo, este es el camino que elegí. Y si vuelves a meterte, voy a matarte —amenazó, mientras sus manos se dirigían al cuello del castaño, y empezaba a hacer presión a su alrededor—. No quiero volver a ver tu maldita cara, jamás —y dicha esas últimas palabras, lo soltó provocando que el castaño cayera de rodillas tomando grandes bocanadas de aire.
—Adiós amorcito —dijo en tono burlo Sanzu, antes de seguir los pasos de su rey.
En medio de ese piso, rodeado de basura y mugre esparcida por la caída de unos botes de basura, y sin mencionar la sangre de aquellos chicos anteriores a él, más su propia sangre que aún seguía goteando, Yasahiro empezó a llorar. Realmente empezaba a sentirse mal, y no solo era el desprecio que había recibido por parte de la persona que amaba; sino, que algo peor lo albergaba, y eso era la frustración.
Honestamente, el castaño sabía lo que había pasado, y por lo que estaba pasando el rubio, y como simplemente se entregaba a toda esa oscuridad, convertía toda su frustración en ira.
Editado: 27.12.2024