La pelea de las tres deidades, había llegado a su punto crítico, cuando la líder de Brahman había caído contra South, Mikey había liberado todos sus impulsos oscuros, dejando a todo aquel que se pusiera en su camino, incapaz de seguir en pie. Cuando el castaño llegó, South estaba en el piso con la cara destrozada, y Mikey estaba golpeando a Takemicchi. Yasahiro no dudó en correr hacía el rubio, y acertarle una patada en el momento para alejarlo del rubio de ojos azules.
—La Bestia de Rokuhara Tandai —dijo uno de su equipo.
Senju y Takemicchi miraron a aquellas dos personas, que estaban rodeados por una gran aura asesina. Mikey, no sabía quién era aquel chico, pero aunque no quería admitirlo, su golpe si le había dolido. En cambio, Yasahiro tenía ganas de desahogarse con alguien que pudiera soportar todos los sentimientos que debía sacar a golpes.
La pelea que se desató entre ellos, era digna de ver, puesto que era algo extremadamente impresionante. Cuando pateó a la bestia, este lo tomó del tobillo para arrojarlo lejos de su cuerpo, sorprendiendo a todos. Koko no podía creer que alguien que pudiera estar a la altura de Sano Manjiro, El intocable Mikey.
—Yasahiro —murmuró Takemicchi, más por las alucinaciones debido al dolor y los golpes brutales que había recibido, que por otra cosa—. No es tu culpa, Yasa —esas palabras confundieron a Senju.
Pero aun así, esa frase si llego a los oídos del castaño, que terminó por distraerlo, hasta el punto en que Mikey le había acertado una patada de lleno en el rostro, provocando que saliera volando, y cayera de cara al piso, provocando que su máscara se quebrara, y parte de ella cayó al piso revelando parte de su rostro. Su mirada se dijo en aquel rubio de ojos azules, que estaba en el piso. Y como si fuera una luz de paz en medio de todos sus sentimientos turbulentos, provocó que Yasahiro se pusiera derecho y se girará, asegurándose de que ellos no pudieran ver su rostro; se quitó la máscara y la rompió con sus manos, importando poco si aquellos pequeños pedazos de plástico terminaran incrustados en su piel.
—¡Rokuhara Tandai ha llegado a su fin! —gritó mientras se iba, dejando a todos sorprendidos. Pues ese chico había recibido un golpe casi fulminante, y estaba caminando como si nada.
La noticia de la muerte de Isamu y Draken fue una exageración. Ambos chicos estaban en una recuperación lenta, y algo difícil. Jun, Itami y Kenta se callaron, al ver a Yasahiro llegar a la sala, con la mirada agachada y nervioso. Puesto que no sabía qué hacer, ni como ver a la cara a sus amigos.
—Ven, Yasa. Me alegra que estés bien —dijo Isamu abriendo sus brazos, provocando que las lágrimas cayeran por el rostro del castaño, quien no podía contener todo ese alivio que tenía, no dudo en acercarse para abrazarlo intentando ser delicado.
—Ya deja de llorar —dijo Itami, acercándose a abrazar a su amigo, y de paso para ayudarlo a levantarse de su lugar.
—Vamos, Yasa. Si lloras, harás llorar a Kenta —comentó Jun mientras se limpiaba los ojos, por las lágrimas que empezaban a salir.
—Idiota, tú eres el que quiere llorar —ataco el mencionado.
—Todo estará bien, Yasa —aclaró Isamu, acariciando el cabello de su amigo, quien estaba arrodillado al lado de su cama con el rostro contra el colchón, ahogando sus sollozos.
Después de aquella reunión, los cuatro chicos fueron echados del hospital por la enfermera, con la excusa de que el paciente debía descansar. A pesar de las insistencias, Yasahiro se negó, dejando que sus amigos se vayan en moto, mientras él se iba caminando. Su cabeza no paraba de recordarle lo cobarde que era, pues no tenía la capacidad de decirle a sus amigos lo que había hecho, mientras se ahogaba en sus pensamientos culpables, un bastón de metal se puso en su pecho deteniendo su andar.
—¿Hu? —preguntó viendo a la gente a su alrededor.
Kokonoi, Sanzu, Kakucho, Benkei, Wakasa, los hermanos Haitani, Mochizuki, Shion y Hanma estaban frente a él, junto con diez o quince personas más.
—Tenemos que hablar, Bestia —dijo Sanzu algo molesto, puesto que su rey había pedido por él específicamente.
—Ese bicho está brillando —dijo emocionado mientras continuaba su camino.
—Únete a Kanto Manji, Yasa —dijo Kakucho, sabiendo que no debía ir con rodeos cuando se trataba de él—. Con tu fuerza, todos seremos más que invencibles, el mismo comandante pidió por ti.
—Tú tienes una cicatriz graciosa —comentó apuntándole.
—Ya me tienes harto, imbécil —se quejó uno de los soldados intentando golpearlo. Inmediatamente, su cabeza chocó contra la pared, de tal manera que mientras se deslizaba al piso, dejaba un rastro de sangre. Yasahiro simplemente lo había golpeado directo en el rostro.
—Creo recordar, que te dije que no te metieras en mi camino, basura despreciable —dijo con un tono de voz neutral, provocando que Hanma, quien estaba justo frente a él, se moviera a un costado. Así el castaño se fue, dejando a todos en shock.
—Mierda —se quejó Koko con la piel de gallina por lo que había presenciado.
—No importa, podremos con él —dijo Sanzu con disgusto.
—Te sobreestimas demasiado —dijo una voz luego de una pequeña risa—. Si lo provocas, él te matara a golpes.
Editado: 27.12.2024