Los estragos de las otras peleas previas, estaban empezando a notarse en Isamu e Itami, pero a pesar de todo ello, seguían levantándose, hasta que eran derrumbados por el dúo de leyendas, quienes ya no se esforzaban.
—¿Por qué siguen levantándose? —la curiosidad con la que Wakasa había preguntado, provocó una risa en Itami.
—Oye, Isamu, recuérdame decirle a Yasa que sus consejos son pésimos —eso logró una risa agotada en el mencionado, y toda esa situación descolocó a sus contrincantes.
—Tienes razón, sus consejos apestan —con un último golpe, ambos amigos cayeron al piso, totalmente derrotados.
Lejos de aquel lugar, Hanma se ponía a limpiar el campo de batalla, no tardó mucho en acabar con la mayoría de los miembros capitanes de Tokyo Manji, y todo podía seguir así, hasta que llegó a la pelea de Jun y Kenta, a pesar de todo, aún tenía la duda de si podría ser capaz de golpear al de cabello blanco.
Kenta, al ver venir al más alto, no dudo en ponerse frente a Jun para protegerlo, pues no quería ver a su amigo lastimado, y conocía la fuerza irremediablemente letal que Hanma tenía.
Aquel gesto despertó ciertos celos en Hanma, él nunca más se había acercado a Kenta, y ahora que tenía la oportunidad, él decidió proteger a uno de los suyos, viéndolo con aquellos ojos desafiantes, llenos de odio, pero con un brillo de pena y remordimiento, incluso podía ver…
«¿Dolor? ¿Pero, dolor de qué?» pensó confundido, pero a pesar de la duda, él decidió alejarse, y por el punto ciego atacar a Jun, mandándolo a volar lejos, y así quedarse cara a cara con Kenta.
Pero, el peliblanco sabía que no debía estar tan cerca del yugekitai de Kanto Manji, y, sin mencionar, la conmoción por ver el estado de su amigo, quiso alejarse lo más pronto posible. Aun así, un agarre en su brazo lo detuvo.
—¿Qué mierda? —preguntó y al ver a Hanma agacharse para estar a su altura, cerró los ojos esperando un golpe que jamás llegó; en vez de eso, solo sintió una brusca caricia que intentaba ser suave, en su cabello.
—Nunca conseguirías ganarme —aseguró Hanma—. Y yo jamás volvería a golpear. Así que espera por mí ¿Si?
Aun así, cuando Kenta abrió los ojos, estaba solo en medio de todos los desmayados, y lo único que podía ver de Hanma era su espalda alejándose. Pero, mientras eso sucedía, el chirriante sonido de un tren empezando a moverse lo distrajo de sus propios pensamientos impropios. Él no necesitaba ser un genio, para saber lo que pasaría si aquel transporte llegaba a ponerse en marcha, por ello mismo fue a buscar a sus amigos, quienes estaban esparcidos por el campo de batalla.
Muy lejos de aquel lugar, Takemicchi Hanagaki había escuchado un grito de Kakucho, y había logrado esquivar la espada de Sanzu. La idea de seguir a Sanzu fue una de las mejores que había tenido, y gracias a eso, él y su antiguo contrincante, se habían puesto del mismo lado, para pelear contra la irrazonable idea de Sanzu.
En la mente de Kakucho, la idea de perder a alguien más le parecía insoportable, el asesino no era una opción para él, aun así, viendo los ojos determinados de Sanzu, sabía que él no compartía ese mismo pensamiento.
—Desde que estuvimos en Tenjiku, nunca me agradaste, Sanzu.
—Tu igual, nunca me agradaste, Kakucho.
La pelea terminó con Kakucho herido y Takemicchi corriendo hacia la cabina de control, para detener a Sanzu; a lo lejos, toda esa situación y el tren en movimiento, llamó la atención de alguien que no dudo en acercarse.
En la cabina, después de la llegada sorpresa de Kakucho a la pelea, el freno estaba atascado, y por más que el comandante de la Tokyo Manji intenta moverlo, no lograba activarlo. Ambos chicos estaban empezando a desesperarse; por cada segundo que pasaba, el tren iba tomando más velocidad, y a ese paso, se iba a descarrilar y mataría a miles. Esa desesperada determinación que Takemicchi estaba demostrando, convenció a Kakucho, que de un rápido movimiento empujó al rubio, decidido a ser él quien se sacrificara.
—Takemicchi, permíteme salvarte —murmuró, y con ambas manos, con la poca fuerza que le quedaba, dio un apretón a la palanca de freno.
Pero, no era suficiente, la cortada que Sanzu le había hecho en el pecho empezaba a ser una desventaja. Y con los ojos llorosos por la frustración dijo:
—Izana, perdóname, no podremos volver a vernos.
Un suave apretón en su hombro le hizo abrir los ojos. A su lado estaba Yasahiro, quien, contrario a lo que esperaba, se veía bastante herido y sin mirarlo, con ambas manos lo ayudó a detener el tren.
—Tú.
—Estás agotado, será mejor que desistas de la pelea —comentó antes de empujarlo para dejarlo sentado contra la pared de la cabina—. No lo tomes a mal, pero ya hiciste demasiado. Izana, estaría orgulloso de todo lo que lograste y cada una de tus decisiones —aseguró, antes de propinarle un golpe para desmayarlo. Con tela arrancada de su pantalón, vendó lo mejor que pudo, la herida del pecho de Kakucho.
«El tren se detuvo» pensó Takemicchi, y al llegar a la cabina, lo único que pudo ver, fue a Kakucho desmayado, y no pudo evitar pensar en lo peor.
Yasahiro, escucha a lo lejos una discusión al otro lado del tren, y justo cuando se iba a alejar, un estruendoso golpe lo asustó un poco. Muerto de curiosidad, escaló el tren, solo para encontrarse con la escena de Sanzu, con una moto encima, y Taiju junto a su comandante.
Editado: 31.01.2025