El reloj marcaba las Siete de la tarde, Vico practicaba algo que para él ers un martirio: intentar sonreír. Sus labios tensos se movían como si intentara abrir un frasco sellado. Cada mueca que hacía lo hacía ver espeluznante y empezó a creer que esto era una pérdida de tiempo.
Un golpe en la puerta interrumpió su sesión de tortura., al voltear, la vió ahí, recargándose en la puerta.
—¿Puedo pasar? —preguntó Lira desde el otro lado.
—Si vienes a burlarte, no.—dijo Vico, en este momento estaba muy irritable
Ella entró igual, hasta estar junto a él.
—¿Practicas tu sonrisa asesina otra vez?—dijo burlona
—Practico para no arruinar tu estúpida fiesta familiar.—respondió, cruzándose de brazos.
Lira rió y tomó la cara de Vico entre sus manos obligándolo a verla—Mmm… te falta algo. —chascó los dedos—. Naturalidad.
—¿Y cómo se supone que se consigue eso?—dijo el un poco exasperado. Ella colocó suavemente sus manos en sus mejillas haciéndolo sonrojar levemente.
—Piensa en algo que te guste. Algo que te haga sentir… vivo.—dijo Lira con tranquilidad
Vico frunció el ceño, pero obedeció. Cerró los ojos unos segundos.Luego, muy despacio, una sonrisa torpe, apenas visible, apareció.
Lira lo observó sorprendida, en el tiempo que llevaban conviviendo nunca lo vió slnreír y ahora sí.
—¡Eso! Eso es. Ya estás mejorando—dijo entusiasmada— No es tan malo cuando no parece que planeas asesinar a alguien.
Él se sonrojó ligeramente.—¿Podemos dejar el entrenamiento emocional, por favor?—dijo en un tono avergonzado
—Claro. Pero admítelo, estás haciéndolo mejor.
—Lo estoy haciendo por eficiencia, no por diversión.—dijo titubeando por primera vez en su vida.
—Ajá. —contestó ella, sin creerle.
Vico se volvió hacia su mesa de trabajo, tratando de disimular su incomodidad.
—¿Ya tienes lo que vas a usar mañana?—preguntó él cambiando la conversación.
—Estoy en eso.—respondió, girando sobre sí misma— Tengo tres opciones: elegante, salvaje o “quiero impresionar pero no parecer desesperada”.—Vico frunció el seño, si había algo de lo que no sabía nada, era de moda.
—La tercera suena… menos desastrosa.—dijo algo dudoso, esperando si le gustaba la idea o no.
—Lo sabía. —dijo satisfecha—. ¿Y tú?
Él miró su propio atuendo: la chaqueta de cuero, el pantalón oscuro lleno de costuras, y su clásico semblante de “recién salido del laboratorio”.
—Esto está bien.—dijo conforme, muy co formista al parecer
—¿Piensas ir así? —preguntó ella, horrorizada—. Vico, es una fiesta, no una cacería de aldeanos.
—Esto es mi ropa formal.—dijo él algo molesto, el no era de salir a fiestas.
—Tu ropa formal parece una amenaza pública.—dijo con una mirada crítica
Él suspiró, rendido. Y la miró molesto
—Bien, elige tú. Pero si me pones algo con brillo, me voy.—dijo él, pues tenía un límite para el comportsmiento de Lira.
—Trato hecho. —respondió Lira con una sonrisa traviesa.
Más tarde, mientras ella revisaba su armario, él la observaba desde la sala.
Lira tarareaba distraída, lanzando ropa por todas partes: vestidos con plumas, lentejuelas, pieles y hasta uno que parecía hecho de escamas.
—No entiendo cómo una sola persona puede tener tanta ropa y aún decir “no tengo nada que ponerme” —murmuró él.
—No entenderías —respondió ella, asomando la cabeza—. Tú tienes tres camisas y todas son iguales.
—La uniformidad es eficiencia.—dijo intentando sonar profesional
—Y el aburrimiento es tu marca registrada. —replicó, lanzándole un cojín.
Él lo atrapó sin esfuerzo, pero por primera vez no lo devolvió. En cambio, sonrió apenas.
Cuando finalmente salió del cuarto, Lira llevaba un vestido negro con detalles dorados y una chaqueta corta que dejaba ver sus hombros felinos.
Vico se quedó en silencio, evaluando, aunque sus circuitos parecieron emitir un leve zumbido. Le parecía hermosa.
—¿Qué opinas? —preguntó ella, girando un poco.
—Funcional...no llamarás la atención—dijo él intentando no mostrar su asombro.
Ella arqueó la ceja confundida
—Eso es todo lo que vas a decirme. ¿Funcional?—preguntó casi ofendida.
—Bien… te ves… presentable.—Vico en verdad no entendía a las mujeres.
Lira lo miró unos segundos y luego sonrió divertida.
—Para ser tú, eso equivale a un cumplido.
—No lo repitas.—dijo desviando la mirada para que no viera su sonrojo.
Ella lo miró fijamente y soltó una risa sincera.
—Va a ser divertido. Lo presiento.
—No sé si esa palabra aplica.—dijo él, nunca había ido a un evento.
—Tranquilo, monstruote. Solo tenemos que sobrevivir a la cena, fingir amor y no matar a nadie.
—Excelente. Un plan infalible.—dijo con sarcasmo.
Ella se inclinó hacia él, sonriendo con malicia.
—Mañana, querido, comienza nuestra gran actuación. Espero que estés listo para ser mi novio falso más convincente.
Vico soltó un gruñido bajo, resignado.
—He enfrentado tormentas eléctricas más predecibles que tú.
Ella rió mientras se alejaba a su habitación, dejando a Vico mirando el reflejo de ambos en el espejo.
Por un instante, el monstruo sintió algo que no tenía nada que ver con cables ni descargas: una sensación cálida, incómoda… pero agradable.
Al día siguiente, se alistaron y salieron, Karnaval los iba a llevar, solo por tratarse de Vico, el no hacía este tipo de favores.
El auto de Karnaval era imposible de pasar por alto: rojo brillante, con bocinas que sonaban como risas distorsionadas y asientos tapizados con telas de circo.Vico se sentó adelante, con expresión pétrea, mientras Lira ocupaba el asiento trasero.A su lado, Morgana —la autoproclamada “bruja del grupo”— sorbía una bebida burbujeante color violeta. Llevaba ropa especial, sombrero y gafas de sol para protegerse del mismo.
—¿Era necesario usar esto de transporte? —preguntó Vico con tono grave.