Mis padres siempre decían que tengo el sueño profundo. Que, ni el estruendo de un disparo podría despertarme. Pero aquella noche, una extraña sensación de humedad recorría todo mi rostro. Deseé que se tratara de mi perro en otro de sus intentos de despertarme, pero cuando al fin me desperté encontré unos ojos enloquecidos clavados en los míos, con su lengua recorriendo mi rostro. Deseé que fuera una pesadilla, porque creí ver los ojos de mi padre.